jueves, 9 de julio de 2009

¿QUÉ SON LOS SACRAMENTOS?


Los sacramentos son ritos, ceremonias sagradas (que incluyen palabra y acción) instituidos por Jesucristo, que dan vida sobrenatural al alma.

El pecado original es el pecado que cometieron nuestros primeros padres, y que heredamos al nacer todos menos la Santísima Virgen. La Santísima Virgen es la única que ha sido concebida sin pecado original. Esto es lo que queremos decir al invocarla con el título de Inmaculada Concepción. Dios le concedió este privilegio en atención a que iba a ser Madre de Jesucristo.

El pecado original se lava con el sacramento del bautismo. El sacramento del bautismo, al lavarnos el pecado original, infunde en nuestra alma la gracia santificante y nos hace miembros de la Iglesia, hijos de Dios y herederos del cielo.
En el mundo hay muchos paganos sin bautizar. Por eso, los misioneros dejando familia, patria y todo, se van a lejanas tierras para instruirlos, bautizarlos y hacerlos hijos de Dios.

Jesús dijo a los apóstoles: Seréis mis testigos hasta los confines de la tierra.

Podemos y debemos ayudar a la obra de los misioneros con nuestras oraciones, nuestros sacrificios y nuestras limosnas. Tenemos obligación de esto, pero según las posibilidades de cada uno.

Las Obras Misionales Pontificias mantienen en el Tercer Mundo:
§ Setecientas setenta y cuatro leproserías.
§ Cinco mil Hospitales.
§ Siete mil Orfanatos.
§ Ocho mil Dispensarios.
§ Nueve mil Asilos.
§ Y educan en el Tercer Mundo a un millón de universitarios, a seis millones de alumnos de Enseñanza Media y a quince millones en la Enseñanza Primaria.

Para mantener todo esto hace falta mucho dinero, y muchos misioneros y misioneras. España es el país del mundo que tiene más misioneros: 25.000.

A veces se oye decir: Dejaos de ir a las misiones. Primero instalemos bien la Iglesia aquí. Esto es no entender la catolicidad de la Iglesia. La Iglesia es católica, es decir, universal. Tiene que instalarse en la humanidad entera. No puede limitarse a un pueblo o a una raza. Su caridad universal se extiende a todos sin distinción. Lo mismo a los pueblos en decadencia, que a los de brillante porvenir.

Donde haya un alma, allí está la Iglesia. Las misiones son una actualización de la catolicidad de la Iglesia.

Dijo el Papa Juan Pablo II: ¿Al afirmar que la Iglesia es católica, queremos decir que es evangelizadora, misionera y apostólica; si no tuviera estas características no sería la verdadera Iglesia de Jesucristo?.

Los sacramentos son ritos, ceremonias sagradas (que incluyen palabra y acción), instituidos por Jesucristo, que, si se reciben con buenas disposiciones, dan vida sobrenatural al alma, es decir, nos dan la gracia santificante, o nos la aumentan cuando ya estamos en gracia. Son siete: bautismo, confirmación, penitencia (confesión), eucaristía, unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio. El Concilio de Trento definió que los siete sacramentos fueron instituidos por Jesucristo (931).

El Evangelio nos habla de la institución de cinco sacramentos: bautismo, eucaristía, penitencia, orden sacerdotal y matrimonio.

De la confirmación y de la unción de los enfermos no habla el Evangelio, pero nos dice el Nuevo Testamento que existían en tiempo de los Apóstoles; por lo tanto, tuvieron que ser instituidos por Jesucristo como los anteriores. De la confirmación se nos habla en los Hechos de los Apóstoles. Y de la extremaunción (Oleo de Enfermos)en la Epístola de Santiago. También se habla de la institución del sacerdocio en los Hechos de los Apóstoles, y del matrimonio en San Pablo.

Hay tres sacramentos que imprimen carácter. Carácter significa en griego sello imborrable. Estos sacramentos imprimen un sello indeleble. Es decir, ponen un sello espiritual en el alma que no se borra jamás. Por eso sólo se pueden recibir una vez. No se pueden repetir. Son: bautismo, confirmación y orden sacerdotal. Es de fe que el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal imprimen carácter.

Los sacramentos son fundamentalmente acciones de Cristo: cuando Pedro bautiza es Cristo quien bautiza. La gracia sacramental no depende de la santidad del ministro, sino de Cristo que actúa por medio de él.

Al celebrar un sacramento, el ministro ha de tener la intención de realizar la acción sacramental que Cristo confió a su Iglesia. Sin embargo, el poder santificador de los sacramentos no depende ni de la fe, ni de la santidad de los ministros, porque cuando alguien bautiza o perdona, es el mismo Cristo quien bautiza o perdona.

Las condiciones de validez y licitud de cada sacramento compete a la Iglesia determinarlo, pues a ella confió Cristo esta misión. Cada sacramento añade una gracia específica a la gracia ordinaria. No es una diferencia entitativa, sino moral: según los fines de cada sacramento.

Es obligatorio recibir el bautismo, la confesión y la comunión; pero, además, deben recibir el matrimonio los que quieran casarse, y todos la unción de los enfermos en la hora de la muerte.

La confirmación no es absolutamente obligatoria para salvarse, pero todos los que aún no la hayan recibido deben recibirla, si se les presenta la ocasión oportuna, pues ayuda a conseguir con mayor facilidad la salvación eterna.

El sacramento del orden sacerdotal es sólo para los que quieran hacerse sacerdotes. El matrimonio y el orden sacerdotal son sacramentos de estado. Lo cual significa que ambos sacramentos no se reciben tanto con vistas a la salvación individual, como para ocupar un determinado estado dentro de la Iglesia, para, dentro de él, servir a la comunidad. De modo que estos sacramentos los recibe el individuo menos para sí mismo que para los demás: los esposos deberían partir siempre del supuesto de que cada uno consigue las gracias necesarias más bien para el otro cónyuge que para sí mismo.
Jorge Loring
Nota: El poder santificador de los sacramentos no depende... Ejemplo: Un sacerdote bautiza a mi hijo hoy día... mañana me entero que el sacerdote vivía con una mujer y tenía hijos, además era borracho y drogo... ¿vale el bautizo de mi hijo? La respuesta es "SÍ VALE", porque los sacramentos no dependen ni de la fe ni de la santidad de los ministros porque es Cristo quien los administra.
...sólo para entenderlo más claro.
José Miguel Pajares Clausen

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