Nació en 1945 a bordo del tren que recorría la ruta de Colón a Panamá. De ahí que recibiera el nombre del médico, Rodney Cline, que ayudó en el parto a su madre Olga.
Era tal su pasión por el béisbol desde su infancia que su tío Joseph French contaba que «con un palo de escoba le pegaba sin fallar a más de cien pelotas de tenis».
A los quince años de edad, se mudó de Panamá a Nueva York, donde pronto fue descubierto como un pelotero con un futuro prometedor. Ascendió rápidamente a las Ligas Menores, y firmó en 1964 con el equipo de Minnesota de la Liga Americana por cinco mil dólares. En cuestión de tres años no sólo debutó como titular de los Mellizos, sino que en esa temporada de 1967 conquistó el título de Novato del Año, luego de haber sido elegido para jugar segunda base en el Partido de las Estrellas a mediados de año. Jamás olvidaría ese partido, en el que jugó junto a astros de la talla de Willie Mays, Mickey Mantle, Hank Aaron, Juan Marichal, Orlando Cepeda y Roberto Clemente. A Clemente lo admiraba mucho desde su niñez. Ese fue el primero de dieciocho Partidos de las Estrellas consecutivos en que participaría hasta 1984, año previo a su retiro como jugador activo.
Rod Carew nunca pudo jugar en una Serie Mundial, pero a lo largo de sus diecinueve temporadas en las Ligas Mayores, doce con los Mellizos de Minnesota y siete con los Angelinos de California, se destacó en casi todos los aspectos del juego. Se coronó siete veces campeón de bateo y tres veces bateador con más hits o imparables. Fue elegido el «Jugador más valioso» de la Liga Americana en 1977. Ese año terminó la temporada a sólo ocho hits de la marca de .400, con un promedio de .388, 50 puntos superior al segundo lugar, siendo ésa la diferencia más amplia en la historia del béisbol. Batió récord al robarse el plato siete veces en 1969. En su carrera acumuló en total diecisiete robos del plato y conectó 3.053 hits, el histórico hit número 3.000 con los Angelinos cuando jugaban contra su antiguo equipo de los Mellizos. A la postre, ambos equipos retirarían el número 29 de la camiseta con que jugó. Y terminó su carrera con un promedio acumulado de .328, promediando más de .300 durante quince años consecutivos.
De ahí que fuera elegido lo más pronto posible al Salón de la Fama en 1991; que fuera seleccionado como uno de los cien mejores peloteros del siglo veinte; que en 1977 la revista “Time” le dedicara su portada, calificándolo como un genuino héroe panameño, y que la revista “Sports Illustrated” lo comparara con Picasso, diciendo que Carew «maneja el bate como Picasso su brocha».
«Nosotros jugamos por amor al juego, y lo hicimos con pasión porque fue un sueño de niño jugar ante cincuenta mil personas - dijo Carew en una entrevista en noviembre de 2008 - Hoy es muy diferente; se está jugando por dinero, por el cheque grande», señaló. Más vale que las nuevas generaciones de peloteros recobren esa pasión de antaño. «Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males - nos advierte el apóstol Pablo -. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores».
Por: Carlos Rey
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