Al observar una película documental sobre la vida de los tiburones, un buzo descendía a las profundidades del mar, protegido por una jaula de barrotes de acero.
Después de arrojar un cebo especial a las aguas, toda la zona se llenó de voraces tiburones que comenzaron a atacarlo.
Las escenas que siguieron evidenciaron la crueldad y fuerza de los escualos. Con gran violencia intentaban cercenar el cuerpo del hombre rana, y en su furia mordían los barrotes, perdiendo dientes en el intento. Entre el buzo y la muerte sólo estaban los barrotes de la jaula.
El Señor me mostró con claridad que debemos estar siempre revestidos de la armadura divina. Así nos ataca el enemigo: con furia y fuerza. Si nos cubrimos con la armadura de Cristo, se romperá los dientes sin conseguir tocarnos.
Los protectores más conocidos son:
La Medalla Milagrosa
El Escapulario del Carmen
La Cruz de San Benito Abad
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