Después de un naufragio en una terrible tempestad, un marino pudo llegar a una pequeña roca y escalarla, y allí permaneció durante muchas horas.
Cuando al fin pudo ser rescatado, un amigo suyo le preguntó:
-“¿No temblabas de espanto por estar tantas horas en tan precaria situación, amigo mío?”
-“Sí - contestó el náufrago - la verdad es que temblaba mucho; pero… ¡la roca no…! Y esto fue lo que me salvó”
Salmos 71:3: Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente. Tú has dado mandamiento para salvarme, porque tú eres mi roca y mi fortaleza.
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