“Vengo a pedir tu perdón por odiarte”
Ha sido muy difícil que salieran estas palabras de mi boca. Fueron dirigidas a mi vecino, a quien yo había odiado con pasión durante ocho años.
Me desvelaba por las noches ingeniando modos para matarle. Fantaseaba con coche-bomba, en alquilar un asesino, en prender su casa a medianoche. El odio que yo sentía hacia ese hombre me condujo a la bebida. Mi odio devorador de venganza y de la bebida causó en mí una presión alta, una hernia y una serie de problemas… mi salud estuvo fatal.
¿Por qué odie tanto a ese hombre? Repetidas veces él había molestado sexualmente a mi hijo y a mi hija. Mi hijo tenía ocho años y mi hija seis cuando todo esto empezó, y pasaron dos años antes que lo descubriéramos. Cuando nos enteramos, aquello fue demasiado para mí. Pensé que a mis hijos se les había despojado de la dignidad, y que no podía aguantarlo… y el odio crecía.
Yo estaba decidido a matar a ese hombre, sin embargo tenía miedo de ir a la cárcel. Sólo por ese miedo al presidio no llegué a cometer el crimen. Cuando abandoné la idea de matarle, construí una valla de ocho pies entre nuestras casas para no verlo. Verle me ponía enfermo.
¿Perdonarle? ¿Cómo podría? Él estaba enfermo, pero no me afecto. Él había cometido una ofensa contra alguien muy precioso para mí, y sólo podía odiarle.
Después de decirle ¡SÍ! a Jesús… y participar de encuentros y Misas, me enseñaron sobre el perdón y el amor desinteresado. Por la Palabra de Dios aprendí que debía amar a todos, a la gente que me hace daño como a los que han sido buenos conmigo.
“¿Quiere decir, padre, que tengo que amar al hombre que molestó a mis hijos? ¿Por qué? Si es un ser despreciable. Hizo daño a dos hijos de Dios… inocentes. Me es difícil hasta pensar que tengo que perdonarle… para el colmo amarle… esto me pone enfermo”
Me di cuenta que no tenía elección que perdonar a todos los que me habían ofendido. Había perdonado ya a mi esposa – la culpaba de descuido -. Eso fue relativamente fácil, porque cuando experimente el amor de Jesús en mi vida la pude amar. Pero el monstruo de al lado… era otra cuestión. Si no hubiese sido por la Palabra de Dios, no podría haberlo hecho. Pero era tan claro como el cristal: “Perdona de corazón a todos los que te han ofendido; ámales porque Dios les ama”
Podemos impedir el flujo del perdón de Dios para otra persona si no llegamos a perdonarle. Jesús dice: “Si no perdonamos, tampoco el Padre perdonará”. Cuando perdoné a mi vecino, Dios hizo algunas cosas maravillosas. Aproximadamente tres meses más tarde, mi esposa estaba haciendo las compras en un supermercado y mi vecino se le acercó, sacó una Biblia y le dijo que había entregado su vida a Jesús. Se había reconciliado con la Iglesia de la que se apartó anteriormente, se había confesado, y asistía a misa tanto como podía. Recibió el perdón de Dios y quería darnos las gracias por haberle perdonado.
Tres meses después ese hombre murió. Aunque no tuve la oportunidad de hablarle explícitamente, mi acto de perdón lo llevó a pensar sobre su propia necesidad de recibir perdón.
¿Por qué odie tanto a ese hombre? Repetidas veces él había molestado sexualmente a mi hijo y a mi hija. Mi hijo tenía ocho años y mi hija seis cuando todo esto empezó, y pasaron dos años antes que lo descubriéramos. Cuando nos enteramos, aquello fue demasiado para mí. Pensé que a mis hijos se les había despojado de la dignidad, y que no podía aguantarlo… y el odio crecía.
Yo estaba decidido a matar a ese hombre, sin embargo tenía miedo de ir a la cárcel. Sólo por ese miedo al presidio no llegué a cometer el crimen. Cuando abandoné la idea de matarle, construí una valla de ocho pies entre nuestras casas para no verlo. Verle me ponía enfermo.
¿Perdonarle? ¿Cómo podría? Él estaba enfermo, pero no me afecto. Él había cometido una ofensa contra alguien muy precioso para mí, y sólo podía odiarle.
Después de decirle ¡SÍ! a Jesús… y participar de encuentros y Misas, me enseñaron sobre el perdón y el amor desinteresado. Por la Palabra de Dios aprendí que debía amar a todos, a la gente que me hace daño como a los que han sido buenos conmigo.
“¿Quiere decir, padre, que tengo que amar al hombre que molestó a mis hijos? ¿Por qué? Si es un ser despreciable. Hizo daño a dos hijos de Dios… inocentes. Me es difícil hasta pensar que tengo que perdonarle… para el colmo amarle… esto me pone enfermo”
Me di cuenta que no tenía elección que perdonar a todos los que me habían ofendido. Había perdonado ya a mi esposa – la culpaba de descuido -. Eso fue relativamente fácil, porque cuando experimente el amor de Jesús en mi vida la pude amar. Pero el monstruo de al lado… era otra cuestión. Si no hubiese sido por la Palabra de Dios, no podría haberlo hecho. Pero era tan claro como el cristal: “Perdona de corazón a todos los que te han ofendido; ámales porque Dios les ama”
Podemos impedir el flujo del perdón de Dios para otra persona si no llegamos a perdonarle. Jesús dice: “Si no perdonamos, tampoco el Padre perdonará”. Cuando perdoné a mi vecino, Dios hizo algunas cosas maravillosas. Aproximadamente tres meses más tarde, mi esposa estaba haciendo las compras en un supermercado y mi vecino se le acercó, sacó una Biblia y le dijo que había entregado su vida a Jesús. Se había reconciliado con la Iglesia de la que se apartó anteriormente, se había confesado, y asistía a misa tanto como podía. Recibió el perdón de Dios y quería darnos las gracias por haberle perdonado.
Tres meses después ese hombre murió. Aunque no tuve la oportunidad de hablarle explícitamente, mi acto de perdón lo llevó a pensar sobre su propia necesidad de recibir perdón.
Carlos Osburn
4 comentarios:
Maravilloso testimonio, justo durante todo este mes he tenido reflexiones sobre el perdón, la enfermedad que está carcomiendo el corazón y alma del ser humano.
Estamos tan prestos a odiar, sin darnos cuenta que el daño nos lo hacemos nosotros mismos.
Encuentro aqui muchas reflexiones hermosas por lo que volveré para nutrirme de todas estas lecturas hermosas.
Feliz 2009, con abundantes bendiciones
GRACIAS SIRY POR TUS BUENOS DESEOS
MUCHAS BENDICIONES
Aleluya, aleluya hermano, que maravilloso es Dios con nosotros.
Quiero decirle que aunque no tengo el placer de conocerle, admiro mucho su capasidad de perdonar; eso lo podemos alcansar a plenitud solamente si tenemos a Cristo Jesus en nuestro corazon, porque en situaciones asi, solo El es quien nos da la valentia y la fuerza para perdonar.
Como dice la sagradas escrituras: "para Dios no hay nada imposible"
Usted se a liberado de algo que lo habia mantenido atado y agobiado durante un largo tiempo, imaginese que hasta el sueno le robaba. Cuanta razon tenia la Madre Teresa de Calcuta cuando decia: "EL ODIO ES COMO EL CANCER, QUE NOS VA CARCOMIENDO EL ALMA POCO A POCO"
El odio no hace otra cosa mas que destruir el espiritu.
Siga siempre perseverando, que "las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra" si usted no hubiera perdonado a este hermano, talves el nunca hubiera tenido la conversion que tuvo, Ese encuentro con Jesus, experimentando el amor infinito que Dios nos tiene.
GRACIAS, GRACIAS PORQUE USTED EMPUJO A ESA ALMA PERDIDA HACIA SU PASTOR Y ASI ELLA CONSIGUIO LA SALVACION ETERNA.
PAZ Y BIEN.
QUE EL SENOR Y NUESTRA SANTISIMA MADRE LO BENDIGA
Gracias por tu comentario, ojalá que Carlos lo lea, creo que estará muy complacido.
Bendiciones por casa.
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