TESTIMONIO DE PROTECCIÓN
¡Bendito y alabado sea nuestro Señor Jesucristo!
Tengamos la seguridad que su Santo Espíritu siempre está con nosotros.
¡Bendito y alabado sea nuestro Señor Jesucristo!
Tengamos la seguridad que su Santo Espíritu siempre está con nosotros.
Quiero compartir con ustedes este hermoso testimonio de protección y amor de nuestro Señor Jesús.
Con mucho entusiasmo esperaba el día de ir a la Misa de La Comunidad de Jesús dirigida por el p. Roberto Padros. Fui con dos miembros de nuestro grupo “Sí Señor”. Fue una hermosa Misa llena del Espíritu Santo.
Durante la prédica del Padre, escuché frases que me impactaron mucho. Una de ellas fue esta: “Tengan la seguridad que cuando ustedes salgan de aquí, luego de esta adoración al Santísimo, estarán tan llenos del Espíritu que cualquier cachudo (demonio) que les quiera hacer daño, ustedes con la autoridad en el Nombre de Jesús los expulsarán”
Cuando escuché esas palabras sentí un fuego en mi corazón y lo creí de todo corazón. Terminó la Misa, hermosísima, y estábamos llenos del gozo del Señor. Con un hermano de nuestro grupo teníamos que tomar dos carros para regresar a casa. Tomamos una Combi al trébol de Javier Prado, pero nos dejó un paradero antes… era sábado, 9:30 pm.
Bajamos y subimos por un camino, allí un señor me tomó del brazo y me dijo: “Quédense aquí… esos tres hombres que están allá los están esperando para robarles”. Les confieso que en ese mismo instante recordé las palabras del p. Roberto en la Misa y sentí que éste señor que me hablaba era como un ángel (un enviado), es por eso que le pregunté: “¿Y usted… qué hace aquí?”. Me dijo que esperaba a un familiar. Lo que me sorprendió es que esos tres ladrones no se le acercaban a él, ¡como que no lo veían!
En ese mismo instante me puse a orar, no tuve miedo, estaba segura que Jesús estaba con nosotros. Le dije a mi hermano, un señor mayor, que ore. Pero teníamos que esperar un momento, recordé lo de andar con la “fe y la razón”, que tanto nos predica el Hno. José. Esos tres ladrones nos esperaban en tres niveles por donde debíamos bajar. ¡No había otro camino! Frente a nosotros estaba la pista por donde los carros pasaban a toda velocidad, misma Vía Expresa, y atrás el puente con una altura de dos pisos. Teníamos que movernos de allí porque igual los ladrones se nos acercarían tarde o temprano.
Justo aparece un joven como de 35 años que iba a bajar por allí. Fue en ese momento que el Señor me guía, ¡como que teníamos que caminar YA! Me puse totalmente en sus manos, le dije:”¡Señor, entra en mí porque yo no puedo hacer nada por mis propias fuerzas humanas, obra Señor en mí de manera poderosa!”
En ese momento sentí una seguridad y una fuerza como nunca antes y le dije a mi hermano como un militar: “¡Ahora… vamos ahora!” No era yo, era el Señor Jesús dentro de mí.
Pasamos por delante del primer ladrón, lo miré y caminando Jesús desató toda una liberación en lenguas (como los viernes en la oración de nuestro grupo) a tal punto que el ladrón quedó paralizado y no se nos acercó; igual con el segundo, también quedó paralizado, y bajando el tercero pasó como si no nos viera.
El joven de 35 años venía detrás y cuando empieza a bajar sca su celular y empieza a hablar; en ese momento los ladrones que se habían quedados quietos, reaccionan y se le abalanzan. Vimos como lo asaltaban, le quitaban su celular y le pegaban.
En ese momento corrimos…, yo seguía hablando en lenguas, recién cuando bajamos los cinco niveles sentí temor, porque pensé que ya habíamos llegado al paradero, pero… ¡NO!, faltaba andar como una cuadra hacia arriba y no había ni una persona por allí… totalmente solitario.
Corrimos como nunca, sentí como que se me doblaban las rodillas al correr. Nuevamente confié totalmente en el Señor Jesús y sentí una fuerza extraordinaria como que me levantaba y seguía hablando en lenguas…. No podía parar de hablar… seguimos corriendo.
Llegamos al paradero, sólo levanté el brazo y se detuvo el carro que nos llevaba a casa… apareció el carro en ese mismo instante. Subimos, le estaba explicando a mi hermano lo que nos había pasado y que teníamos que agradecer al Señor Jesús por su infinita bondad. De repente, luego de unos paraderos, suben al bus tres ladrones, me di cuenta por su mirada desafiante. Seguí orando en el camino, y en todo el trayecto no pudieron robar porque el carro no se llenó.
Bendito sea Dios por su protección. Él es el que nos hace ver con ojos espirituales quién no está con Él. Confieso que me quedé impactadísima; era obvio que es robo era para nosotras dos, lo importante no es lo material sino que nos podían agredir o pegar como lo hicieron con ese joven. ¡Gracias amado Jesús - es lo que pude exclamar - por protegernos infinitamente.
Es un testimonio de protección de nuestro amado Dios para los que confiamos en Él.
María Laura Novoa
Nota: La Comunidad de Jesús está protegida directamente por nuestra Madre Santísima. Estoy seguro que ella los cubrió con su manto de amor bendito. Todos los de nuestro grupo que han ido por primera vez a una Misa a la Comunidad de Jesús, han recibido un trato muy especial, fuera de lo común, por parte del p. Roberto, como si él supiera que son parte de nuestro grupo… Yo me inicié en la Comunidad de Jesús, unos de los más hermosos años de mi vida durante mi conversión, pero un día, después de cuatro años sin faltar ni un solo día, escuché las palabras del p. Roberto: “Ya es hora de volar”, y salí a enseñar todo lo que allí había aprendido, formé un grupo de oración por los enfermos y aquí me tienen cumpliendo 20 años.
Con mucho entusiasmo esperaba el día de ir a la Misa de La Comunidad de Jesús dirigida por el p. Roberto Padros. Fui con dos miembros de nuestro grupo “Sí Señor”. Fue una hermosa Misa llena del Espíritu Santo.
Durante la prédica del Padre, escuché frases que me impactaron mucho. Una de ellas fue esta: “Tengan la seguridad que cuando ustedes salgan de aquí, luego de esta adoración al Santísimo, estarán tan llenos del Espíritu que cualquier cachudo (demonio) que les quiera hacer daño, ustedes con la autoridad en el Nombre de Jesús los expulsarán”
Cuando escuché esas palabras sentí un fuego en mi corazón y lo creí de todo corazón. Terminó la Misa, hermosísima, y estábamos llenos del gozo del Señor. Con un hermano de nuestro grupo teníamos que tomar dos carros para regresar a casa. Tomamos una Combi al trébol de Javier Prado, pero nos dejó un paradero antes… era sábado, 9:30 pm.
Bajamos y subimos por un camino, allí un señor me tomó del brazo y me dijo: “Quédense aquí… esos tres hombres que están allá los están esperando para robarles”. Les confieso que en ese mismo instante recordé las palabras del p. Roberto en la Misa y sentí que éste señor que me hablaba era como un ángel (un enviado), es por eso que le pregunté: “¿Y usted… qué hace aquí?”. Me dijo que esperaba a un familiar. Lo que me sorprendió es que esos tres ladrones no se le acercaban a él, ¡como que no lo veían!
En ese mismo instante me puse a orar, no tuve miedo, estaba segura que Jesús estaba con nosotros. Le dije a mi hermano, un señor mayor, que ore. Pero teníamos que esperar un momento, recordé lo de andar con la “fe y la razón”, que tanto nos predica el Hno. José. Esos tres ladrones nos esperaban en tres niveles por donde debíamos bajar. ¡No había otro camino! Frente a nosotros estaba la pista por donde los carros pasaban a toda velocidad, misma Vía Expresa, y atrás el puente con una altura de dos pisos. Teníamos que movernos de allí porque igual los ladrones se nos acercarían tarde o temprano.
Justo aparece un joven como de 35 años que iba a bajar por allí. Fue en ese momento que el Señor me guía, ¡como que teníamos que caminar YA! Me puse totalmente en sus manos, le dije:”¡Señor, entra en mí porque yo no puedo hacer nada por mis propias fuerzas humanas, obra Señor en mí de manera poderosa!”
En ese momento sentí una seguridad y una fuerza como nunca antes y le dije a mi hermano como un militar: “¡Ahora… vamos ahora!” No era yo, era el Señor Jesús dentro de mí.
Pasamos por delante del primer ladrón, lo miré y caminando Jesús desató toda una liberación en lenguas (como los viernes en la oración de nuestro grupo) a tal punto que el ladrón quedó paralizado y no se nos acercó; igual con el segundo, también quedó paralizado, y bajando el tercero pasó como si no nos viera.
El joven de 35 años venía detrás y cuando empieza a bajar sca su celular y empieza a hablar; en ese momento los ladrones que se habían quedados quietos, reaccionan y se le abalanzan. Vimos como lo asaltaban, le quitaban su celular y le pegaban.
En ese momento corrimos…, yo seguía hablando en lenguas, recién cuando bajamos los cinco niveles sentí temor, porque pensé que ya habíamos llegado al paradero, pero… ¡NO!, faltaba andar como una cuadra hacia arriba y no había ni una persona por allí… totalmente solitario.
Corrimos como nunca, sentí como que se me doblaban las rodillas al correr. Nuevamente confié totalmente en el Señor Jesús y sentí una fuerza extraordinaria como que me levantaba y seguía hablando en lenguas…. No podía parar de hablar… seguimos corriendo.
Llegamos al paradero, sólo levanté el brazo y se detuvo el carro que nos llevaba a casa… apareció el carro en ese mismo instante. Subimos, le estaba explicando a mi hermano lo que nos había pasado y que teníamos que agradecer al Señor Jesús por su infinita bondad. De repente, luego de unos paraderos, suben al bus tres ladrones, me di cuenta por su mirada desafiante. Seguí orando en el camino, y en todo el trayecto no pudieron robar porque el carro no se llenó.
Bendito sea Dios por su protección. Él es el que nos hace ver con ojos espirituales quién no está con Él. Confieso que me quedé impactadísima; era obvio que es robo era para nosotras dos, lo importante no es lo material sino que nos podían agredir o pegar como lo hicieron con ese joven. ¡Gracias amado Jesús - es lo que pude exclamar - por protegernos infinitamente.
Es un testimonio de protección de nuestro amado Dios para los que confiamos en Él.
María Laura Novoa
Nota: La Comunidad de Jesús está protegida directamente por nuestra Madre Santísima. Estoy seguro que ella los cubrió con su manto de amor bendito. Todos los de nuestro grupo que han ido por primera vez a una Misa a la Comunidad de Jesús, han recibido un trato muy especial, fuera de lo común, por parte del p. Roberto, como si él supiera que son parte de nuestro grupo… Yo me inicié en la Comunidad de Jesús, unos de los más hermosos años de mi vida durante mi conversión, pero un día, después de cuatro años sin faltar ni un solo día, escuché las palabras del p. Roberto: “Ya es hora de volar”, y salí a enseñar todo lo que allí había aprendido, formé un grupo de oración por los enfermos y aquí me tienen cumpliendo 20 años.
José Miguel Pajares Clausen
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