Sigue toreando pese a la grave cogida que sufrió.
Juan José Padilla perdió un ojo tras una cornada. Estuvo a punto de morir. Ahora revela el papel de la fe y de los santos en su vida.
El mundo del toro está tradicionalmente muy vinculado a la religión. Es común ver a los toreros encomendándose a Dios y a los santos antes de las corrida. Además, se da por hecho que en las principales plazas de toros hay capillas para que los diestros puedan orar y confesar al Padre antes de enfrentarse al bravo y noble encaste en la arena.
Aunque todos nos enfrentamos a la muerte a diario los toreros cada vez que salen a la plaza la miran cara a cara como pocos. De ahí esta importancia de la trascendencia para ellos. No saben si en su duelo saldrán victoriosos esa tarde. Por ello, los toreros saben que su mejor valedor es el propio Jesucristo y su madre la Virgen y como tal se encomiendan a ellos.
Las cornadas que los diestros reciben y que se quedan marcadas una tras otra en el cuerpo muestran al torero que el hombre no es más que polvo, un ser frágil que hoy está en este mundo y mañana puede que no. Que se lo digan al torero andaluz, Juan José Padilla, que sufrió en Zaragoza en 2011 una de las cogidas más impactantes que se recuerdan y en la que el asta de un toro le arrancó un ojo.
SENTIRSE HIJO DEL PADRE CELESTIAL
Estuvo cara a cara con la muerte y Padilla ante esta situación se encomendó a Dios y pidió por su familia. Así, el valiente torero recuerda: “recibí la cornada más fuerte de mi vida: un toro me metió el pitón y me dejó sin ojo. En los terribles momentos de esa brutal cogida me sentí como un niño necesitado de mi padre, mi madre, de mi mujer y de mis hijos. Sus cuidados, sus cariño, su compañía, es lo mejor que se puede recibir en esos difíciles y trágicos momentos de la vida, que es cuando necesitas de los tuyos más que nunca, y gracias a Dios, abracé la verdad más profunda de mi vida: la fe y mi familia”.
Este particular suceso le hizo profundizar aún más en la fe y en su relación con Dios. Y por ello habla de la importancia de la filiación. “Ser hombre de fe es saberse hijo, sentirse hijo del Padre celestial, al que debemos la existencia, y quien nos espera al final del tortuoso camino. Un camino en el que no faltan las penalidades, los reveses. Reveses que se superan mejor desde esa vivencia de la fe como filiación”, cuenta el toreo en un libro homenaje a Benedicto XVI.
“EL PILAR ME ECHÓ UN MANTO”
En su testimonio recuerda aquella tarde en Zaragoza. “Cuando llegué a las manos del doctor le dije: ‘en sus manos estoy y en las de Dios’. Notaba que mi cuerpo se iba, notaba como me desvanecía, que no tenía más fuerzas y que igual era la llamada de Dios”. Tiempo más tarde “desperté en la UCI y pude dar gracias a Dios pues estaba de nuevo con mi familia”.
Juan José Padilla también tuvo recuerdos para su Madre, la que le protegió en Zaragoza. “En ese momento le di las gracias a la Virgen del Pilar por haberme echado ese manto y a Dios porque además pude seguir con la profesión”.
SU DEVOCIÓN A SAN JOSEMARÍA
Sin embargo, hay también un santo por el que Padilla tiene una gran predilección y que también le pudo echar un capote precisamente en su tierra, Aragón. A él se encomienda de manera diaria. Es su protector e intercesor. No es otro que San Josemaría Escrivá de Balaguer.
Cuenta Padilla que conoció al santo español gracias al prestigioso ganadero y gran amigo, Álvaro Domecq. “Hacía un retiro espiritual en su finca y tuvimos unos días religiosos y fue ahí donde le conocí y conocí su vida”.
De cara a su día a día, el torero reconoce que “me encomiendo mucho a él y le tengo siempre presente en mi capilla personal y en un altar que tengo en casa. Reconozco la gran labor que hizo, la lucha tan constante que llevó, las dificultades que vivió y el amor que dio y repartió a toda la humanidad. Siempre le pido y oro por él. Es un trato diario y continuo”.
Pero además de todo esto Padilla se ha convertido en un ejemplo de superación. Pese a la pérdida del ojo y la dura recuperación a la que se ha sometido ha vuelto a los ruedos. Y con éxito. Superando los miedos y sus problemas físicos, ahora más que nunca el torero andaluz se pone cara a Dios antes de salir a torear.
EL PAPEL FUNDAMENTAL DE LA FAMILIA
“Esta fuerza siempre ha estado apoyada en la fe aunque hay que poner también mucha voluntad”, relata. Sin embargo, también aquí hay otro puntal importante: el apoyo de su esposa.
“El papel de mi mujer es un caso especial, porque es de una fuerza y carácter especial, sensibilidad y amor que difícilmente puede haber. A una mujer que ha tenido este tipo de comportamiento en estos momentos, en mi recuperación y en las vivencias de mi profesión, Dios le da un algo, algo especial”.
Pero también la cornada le ha hecho valorar aún más si cabe el valor de la familia. Una de las imágenes más estremecedoras se produjo cuando recién corneado, a Padilla sólo se le oía decir: “¡mis hijos, mis hijos!”.
“Mi mujer y mis dos hijos son para mí el mayor orgullo. Ahora, como hicieron mis padres, me ocupo de sus estudios, de su educación, y tengo una familia feliz. Mis padres y mis hermanos han dado siempre mucho apoyo en mi carrera. El poder contar con unos padres y unos hermanos que te ayudan, y una mujer y unos hijos, es para mí de un gran valor. Como dice Benedicto, contar con la familia es lo más importante para una persona”.
Javier Lozano / ReL
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