Hecha la premisa de que el día que celebramos hoy es el de San Juan Bautista y no el de San Juan Evangelista que cae en el 27 de diciembre, como homenaje a los juanes la pregunta que me planteo hoy y les propongo a Vds. es la que da título a este artículo: y bien, ¿existió alguna relación digna de reseña entre Juan el Bautista y Juan el Evangelista?
Si en vez de ser cuatro los evangelios hubieran sido tres, es decir los tres primeros, los tres sinópticos, la respuesta a la pregunta no podría ser otra que “ninguna en especial más allá de toda relación que pudiera darse entre ellos a través de Jesús de Nazaret”. Existiendo como existe el Cuarto Evangelio, la respuesta es muy otra, porque efectivamente, el Evangelio de Juan nos habla de una relación muy especial, y hay que suponer que muy estrecha, entre Juan el Bautista y Juan el Evangelista.
Y es que en él, el propio Juan no se presenta pescando, como le presentan sus colegas sinópticos en el episodio de su captación por Jesús: “Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron” (Mt. 4, 21-22; similar a Mc. 1, 19-20 y a Lc. 5, 10-11).
Sino militante del movimiento que lideraba San Juan Bautista, y más bien liberado de toda obligación profesional que con algún oficio conocido.
Según Juan, su propia captación por Jesús ocurre de esta manera: “Al día siguiente Juan [el Bautista] se encontraba de nuevo allí [Betania, al lado del Jordán contrario de Jerusalén] con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba dice: “He ahí el cordero de Dios”. Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: “¿Qué buscáis?”. Ellos le respondieron: “Rabbí -que quiere decir Maestro- ¿dónde vives?”. Les respondió: “Venid y lo veréis”. Fueron pues vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima” (Jn. 1, 35-39).
De los dos discípulos en cuestión, Juan en seguida nos dice quien es uno de ellos: “Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús” (Jn. 1, 40).
El otro no lo aclara nunca, con lo que, como hace en el resto de su Evangelio, Juan se retrata a sí mismo.
Juan, pues, convertido, de esta manera, en el primer discípulo de Jesús, por delante del propio Pedro, al que, por demás, no relega a una honrosa segunda posición detrás de sí mismo, no, sino que lo manda a la tercera, para no hacerle ni siquiera sombra, por detrás de él mismo pero también de su propio hermano (de Pedro) Andrés. Una más de estas pequeñas argucias que, ya lo veremos algún día, Juan prodiga a lo largo de todo su Evangelio, y de las que, de no existir otros tres evangelios, nunca nos habríamos percatado.
Curiosa en todo caso, la alusión de Juan a la hora que era cuando tienen lugar los acontecimientos, -“era más o menos la hora décima”-, lo que probablemente, sobre todo conociendo al personaje, no tiene otra función que la de demostrar el pormenorizado conocimiento que el relator tenía de los hechos, una forma como otra cualquiera de transmitir al lector quien era el protagonista de los mismos. Una forma de demostrar al más escéptico de los analistas que el autor del Evangelio de Juan es... Juan, precisamente y no otro que Juan.
Luis Antequera
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