martes, 19 de febrero de 2013

ABBA NUESTRO


"Y al orar no repitáis palabras inútilmente, como hacen los paganos, que se imaginan que por su mucha palabrería Dios les hará más caso. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis aun antes de habérselo pedido. Vosotros debéis orar así:

‘Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre.

Venga tu reino.

Hágase tu voluntad en la tierra así como se hace en el cielo.

Danos hoy el pan que necesitamos.

Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos han ofendido.

Y no nos expongas a la tentación, sino líbranos del maligno.’

Porque si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho, vuestro Padre que está en el cielo os perdonará también a vosotros; pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará el mal que vosotros hacéis."

Mateo coloca el Padrenuestro en el Sermón de la Montaña, que es para él, el núcleo de la enseñanza de Jesús.

Sabemos que Jesús solía rezar solo, por la noche o al amanecer, en la montaña. Pero aquí les enseña a sus discípulos una oración comunitaria. Por eso está redactada en plural.

Nos advierte de que evitemos al mucha palabrería y que la reduzcamos a un mero pedir. La contemplación siempre será la oración más profunda.

Comienza llamando a Dios Abba, el apelativo cariñoso con el que los hijos llamaban a su padre. Siguen después tres deseos:

. Que el nombre de Dios sea santificado. Es decir, que el nombre de Dios sirva para hacer el bien y para bendecir. ¡Cuántas veces se ha utilizado a Dios contra el Otro!

. Que venga su Reino. Es decir, el Reino de justicia en el que todos sean hermanos. El Reino de los pobres.

. Que se haga su voluntad en el cielo y en la tierra. La voluntad del Padre que nos ama, no la de los hombres que dominan y esclavizan.

Tras estos deseos, llegan cuatro peticiones que recogen las necesidades más importantes del hombre:

. El pan de cada día. Que nadie en la tierra pase hambre. Que todo el mundo pueda vivir con dignidad.

. El perdón de nuestras deudas. Un perdón transformador, consecuencia de que nosotros también sabemos perdonar. Se trata de buscar un mundo en el que reine el amor y no el odio.

. No caer en la tentación. Esas tres tentaciones que vimos el domingo pasado: el ansia de tener, el ansia de poder, la utilización de Dios en nuestro provecho.

. Que nos libre del mal. Ese mal que desgraciadamente acecha al hombre y nos amarga y nos destruye.

Y vuelve a insistir en la importancia del perdón. El odio, la venganza, son venenos que nos alejan de Dios.

No convirtamos la oración que Él nos enseñó en rutina y meras palabras. Se trata de aplicarla a nuestra vida.

Joan Josep Tamburini

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