Leer Eucharisticum Mysterium, n. 50, ilumina sobre el sentido de la adoración tal como se ha ido presentando en diversas ocasiones, señalando la dimensión espiritual con un gran espíritu católico y en comunión con Cristo.
El texto es muy sugerente, y al leerlo, se entiende el porqué la Eucaristía hay que considerarla en toda su plenitud, el sentido eucarístico de la Iglesia e incluso la misma aplicación del sacerdocio bautismal donde se ofrece a Cristo Víctima y cuando se ofrece a sí mismo con Cristo Víctima. Las disposiciones espirituales y el camino mistagógico de la adoración son:
“Así, pues, la piedad que impulsa a los fieles a acercarse a la sagrada, comunión
-los lleva a participar más plenamente en el misterio pascual
-y a responder con agradecimiento al don de aquel que por medio de su humanidad infunde continuamente la vida divina en los miembros de su cuerpo.
Permaneciendo ante Cristo, el Señor,
-disfrutan de su trato íntimo,
-le abren su corazón pidiendo por sí mismos y por todos los suyos
-y ruegan por la paz y la salvación del mundo.
Ofreciendo con Cristo toda su vida al Padre en el Espíritu Santo,
-sacan de este trato admirable un aumento de su fe, su esperanza y su caridad.
-así fomentan las disposiciones debidas que les permitan celebrar con la devoción conveniente el memorial del Señor
-y, recibir frecuentemente el pan que nos ha dado el Padre” (EM 50).
“Así, pues, la piedad que impulsa a los fieles a acercarse a la sagrada, comunión
-los lleva a participar más plenamente en el misterio pascual
-y a responder con agradecimiento al don de aquel que por medio de su humanidad infunde continuamente la vida divina en los miembros de su cuerpo.
Permaneciendo ante Cristo, el Señor,
-disfrutan de su trato íntimo,
-le abren su corazón pidiendo por sí mismos y por todos los suyos
-y ruegan por la paz y la salvación del mundo.
Ofreciendo con Cristo toda su vida al Padre en el Espíritu Santo,
-sacan de este trato admirable un aumento de su fe, su esperanza y su caridad.
-así fomentan las disposiciones debidas que les permitan celebrar con la devoción conveniente el memorial del Señor
-y, recibir frecuentemente el pan que nos ha dado el Padre” (EM 50).
El último punto que quisiéramos destacar es la importancia y urgente necesidad de una sólida y completa formación eucarística en los fieles, que incluye, como no podía ser menos, tanto la doctrina en sesiones formativas como un estilo mistagógico de celebrar que luego es explanado en la catequesis, ya sea en los salones parroquiales, en la homilía, en un retiro o en un blog de formación.
No obstante, lo que se suele ver es una catequesis con tonos muy secularizadores, absolutamente horizontalista, donde la Eucaristía sólo es tratada como banquete, fraternidad, fiesta, compromiso, praxis y transformación del mundo y donde se elude hablar de Misterio, Sacrificio, Pascua, Víctima, Ofrenda, silencio, acción de gracias, adoración, impetración... Ni siquiera se educa en la participación consciente, plena, activa e interior en la liturgia, interpretándose esto con el simple “intervenir”, desarrollar algún servicio en la liturgia, y la proliferación – verbalismo - de moniciones y exhortaciones, convirtiendo la liturgia de la Eucaristía en una pedagogía catequética falseada.
La enseñanza doctrinal hoy es una prioridad, considerando la Eucaristía en toda su plenitud, iniciando en la auténtica participación, acompañando en la mistagogia de la adoración personal y del ofrecimiento de sí mismo con Cristo. De esta forma, junto a una pastoral eucarística-litúrgica, estará también una pastoral de la oración: facilitar la oración y la adoración al Sacramento tanto personal como comunitariamente (abrir las iglesias, exponer de modo habitual el Santísimo), a la vez que enseñando en la predicación y en la catequesis (de adultos y de niños y jóvenes) a orar, a estar ante Cristo adorando, a penetrar en el Misterio pascual, redescubriendo la importancia de la adoración eucarística que tantas almas santificó, que tantos santos forjó.
“Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos” (SC 48; y cf. SC 19).
Es la decisión que debiera crear una nueva mentalidad formativa, tal cual la recoge Benedicto XVI hoy en la Sacramentum caritatis:
“El Sínodo de los Obispos ha recomendado que los fieles tengan una actitud coherente entre las disposiciones interiores y los gestos y las palabras. Si faltara ésta, nuestras celebraciones, por muy animadas que fueren, correrían el riesgo de caer en el ritualismo. Así pues, se ha de promover una educación en la fe eucarística que disponga a los fieles a vivir personalmente lo que se celebra. Ante la importancia esencial de esta participatio personal y consciente, ¿cuáles pueden ser los instrumentos formativos idóneos?... una catequesis de carácter mistagógico que lleve a los fieles a adentrarse cada vez más en los misterios celebrados” (n. 64).
“El Sínodo de los Obispos ha recomendado que los fieles tengan una actitud coherente entre las disposiciones interiores y los gestos y las palabras. Si faltara ésta, nuestras celebraciones, por muy animadas que fueren, correrían el riesgo de caer en el ritualismo. Así pues, se ha de promover una educación en la fe eucarística que disponga a los fieles a vivir personalmente lo que se celebra. Ante la importancia esencial de esta participatio personal y consciente, ¿cuáles pueden ser los instrumentos formativos idóneos?... una catequesis de carácter mistagógico que lleve a los fieles a adentrarse cada vez más en los misterios celebrados” (n. 64).
“Recomiendo ardientemente a los Pastores de la Iglesia y al Pueblo de Dios la práctica de la adoración eucarística, tanto personal como comunitaria. A este respecto, será de gran ayuda una catequesis adecuada en la que se explique a los fieles la importancia de este acto de culto que permite vivir más profundamente y con mayor fruto la celebración litúrgica” (n. 67).
Javier Sánchez Martínez
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