Asalto rechazado.
Año 1250, Asís Italia.
El Emperador Federico II, tristemente célebre por sus sentimientos hostiles a la Iglesia Católica, desoló el país de Spoleto, perteneciente a los Estados Pontificios, pasándolo todo a sangre y fuego. Asalariados sarracenos le ayudaban en tan criminal empresa, quienes se ensañaban especialmente contra las iglesias, conventos y todo lo más santo y sagrado.
El Emperador Federico II, tristemente célebre por sus sentimientos hostiles a la Iglesia Católica, desoló el país de Spoleto, perteneciente a los Estados Pontificios, pasándolo todo a sangre y fuego. Asalariados sarracenos le ayudaban en tan criminal empresa, quienes se ensañaban especialmente contra las iglesias, conventos y todo lo más santo y sagrado.
Habiendo sitiado aquellas hordas sanguinarias la ciudad de Asís, vieron el convento de San Damián contiguo a las murallas, y determinaron penetrar en él, deseosos de ejecutar dentro de su sagrado recinto los más infames crímenes.
Estaban ya los musulmanes a punto de subir las murallas, cuando Santa Clara, sabedora del peligro que amenazaba, se hizo trasladar de la enfermería, donde estaba enferma, a la puerta del convento, y ordenó que fuera llevada allí mismo la custodia con el Santísimo Sacramento.
A la vista de los enemigos del nombre de Cristo que iban a dar el salto, se postró la santa delante del Señor, y derramando abundantes lágrimas le rogó, diciendo:
-“¿Habéis ¡oh Señor! de entregar en manos de estos bárbaros a tantas siervas que eduqué en vuestro amor y santo servicio?... Protegedlas, os lo suplico, ahora que yo no las puedo defender...”.
En aquel solemne momento se oyó una voz que salía del Santísimo Sacramento, y decía:
-“Yo os protegeré siempre”.
Al punto se sintieron los enemigos sobrecogidos de un espantoso terror, y bajando precipitadamente de las murallas huyeron a la desbandada.
-“¿Habéis ¡oh Señor! de entregar en manos de estos bárbaros a tantas siervas que eduqué en vuestro amor y santo servicio?... Protegedlas, os lo suplico, ahora que yo no las puedo defender...”.
En aquel solemne momento se oyó una voz que salía del Santísimo Sacramento, y decía:
-“Yo os protegeré siempre”.
Al punto se sintieron los enemigos sobrecogidos de un espantoso terror, y bajando precipitadamente de las murallas huyeron a la desbandada.
La Iglesia honra la memoria de Santa Clara el día 12 de agosto, y su muerte tuvo lugar el día 11 de agosto del año 1253.
(P. Pedro de Rivandeira, S. J., Flos Sanctorum)
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