Treinta años de las apariciones.
José María Zavala publica una obra definitiva con testimonios hasta ahora inéditos sobre los sucesos.
En 14 de junio de 1981 tuvo lugar la primera aparición de la Virgen a Luz Amparo Cuevas en un fresno de la finca de Prado Nuevo, en la localidad madrileña de El Escorial. Fue el inicio de un fenómeno que dura ya treinta años y que congrega a miles de fieles en torno a los mensajes que la vidente dice recibir de la Madre de Dios, y que exhortan a los fieles, y en particular a las almas consagradas, a la conversión y a la penitencia.
Una nota oficial del arzobispado de Madrid en 1985, siendo titular de la diócesis el cardenal Ángel Suquía, afirmó que "no consta" la sobrenaturalidad de los hechos que allí suceden. En los últimos años el cardenal Antonio María Rouco ha autorizado la celebración de una misa pública en una nave próxima al lugar de las apariciones, cada primer sábado de mes.
Un libro definitivo.
El escritor José María Zavala acaba de publicar una obra que puede considerarse en muchos aspectos definitiva sobre la cuestión: Las apariciones de El Escorial (LibrosLibres). En ella, varias personas del entorno directo de Amparo hablan por primera vez, destacando en particular los testimonios de Julia Sotillo, en cuya casa comenzó trabajando la vidente, hoy su amiga íntima, y José Arranz, sacerdote y hoy capellán de los Reparadores de la Virgen de los Dolores, como se conoce la asociación de fieles congregados en torno a Prado Nuevo.
El escritor José María Zavala acaba de publicar una obra que puede considerarse en muchos aspectos definitiva sobre la cuestión: Las apariciones de El Escorial (LibrosLibres). En ella, varias personas del entorno directo de Amparo hablan por primera vez, destacando en particular los testimonios de Julia Sotillo, en cuya casa comenzó trabajando la vidente, hoy su amiga íntima, y José Arranz, sacerdote y hoy capellán de los Reparadores de la Virgen de los Dolores, como se conoce la asociación de fieles congregados en torno a Prado Nuevo.
De entre la multitud de datos recogidos en la obra, destacan los concernientes a los numerosos hechos extraordinarios que jalonan la vida de Luz Amparo desde 1980.
La construcción de la capilla.
Los mensajes que le habría transmitido la Virgen forman hoy cinco libros. ¿Cómo los recibía? “Mientras repetía los mensajes con voz casi inaudible, ella no era consciente de lo que decía. Era como si suplantasen su personalidad, pues expresaba palabras y conceptos que ni ella misma entendía, incluso en extrañas lenguas pese a ser casi analfabeta”, explica Zavala.
Los mensajes que le habría transmitido la Virgen forman hoy cinco libros. ¿Cómo los recibía? “Mientras repetía los mensajes con voz casi inaudible, ella no era consciente de lo que decía. Era como si suplantasen su personalidad, pues expresaba palabras y conceptos que ni ella misma entendía, incluso en extrañas lenguas pese a ser casi analfabeta”, explica Zavala.
En uno de los mensajes, la Virgen pide la construcción de una capilla, e “hizo incluso caminar en éxtasis a su elegida para delimitar las dimensiones exactas de la capilla: 14 por 28 metros”. Asimismo prometió que las aguas de la fuente cercana curarán si se construye.
Los mensajes han ido acompañados de visiones de la Virgen María, aunque también de Jesucristo y, en una ocasión, de las moradas celestiales y de un alma del purgatorio y un alma del infierno, que describieron a Luz Amparo su situación.
Luz Amparo padece los estigmas de la Pasión desde que sangrara por primera vez en 1980, medio año antes de la primera aparición, cuando en plena calle brotó sangre de manos, rodillas, pies, costado y frente.
Esto ha sucedido ante distintos testigos. No es permanente, y suele ir acompañado de una extraordinaria rigidez del cuerpo, que en ocasiones adopta la forma de Cristo crucificado.
Además, en el centro de pecho se le forma “un corazón en relieve, traspasado por una especie de flecha de cuyos extremos salían chorritos de sangre”, cuenta Julia. Se trataría de una huella de la transverberación, a modo de flecha de amor divino lanzada por un ángel, similar a la de Santa Teresa de Jesús.
¿Cada cuánto tiempo recibía los estigmas y el corazón transverberado?: “La propia vidente respondía así al presentador José María Iñigo, durante una entrevista televisada hace ya casi treinta años: «Al principio, me pasó una semana entera; luego, se me quedó el jueves y viernes; y más tarde, sólo los primeros viernes de mes; ahora me suele pasar varios viernes»”.
Asimismo hay registrados varios momentos de doble ubicación de Luz Amparo: “Yo misma la he visto varias veces en bilocación”, asegura Julia, “situaciones en las que un ángel tomaba su cuerpo”. Por ejemplo, Luz Amparo estuvo a los pies de la cama de una persona que quería suicidarse, y lo evitó. Y una niña de cuatro años con dificultades para moverse “aseguraba que por las noches acudía a verla una tal Amparo para hacer gimnasia con ella”, y a quien reconoció en cuanto la vio en persona.
La vidente de El Escorial ha sido agredida por el demonio. Una vez, en Prado Nuevo, “el demonio la empujó varias veces tratando de estamparla contra el suelo. Fue preciso sujetarla entre varios para evitar que se lastimase”, cuenta don José. Otro día el diablo llegó a tirarla por la ventana, explica Julia: “Vi que Amparo estaba nueve metros más abajo... El demonio la había arrojado por la ventana. Le pregunté: «¿Qué te ha pasado?». Ella simplemente dijo: «Me mata; un día me mata»”. Y es que el diablo ya le había puesto “un ojo negro” durante un éxtasis, e “hizo jirones su ropa muchas veces”.
Don José se ha dejado aconsejar por ella en algún exorcismo para decidir si hay o no presencia diabólica: “Si está uno con Amparo, es posible que ella tenga visión de la posesión”. De hecho, “una vez, el diablo salió con la intervención directa de Amparo”, bajo su autorización: “Colocó su mano en la espalda del endemoniado, haciendo presión. En ese preciso instante, el poseso empezó a chillar como un cerdo en el matadero, quejándose de un inmenso dolor, hasta quedar liberado del todo”.
En torno a Luz Amparo Cuevas afirman varias personas que hay una fragancia delicadísima, definida por el padre carmelita Alfonso María López Sendín, su confesor, como un “misterioso aroma” que impregna el ambiente, un “intenso olor a rosas” que suele acompañar a sus éxtasis y perdura horas e incluso días.
Además tiene la capacidad para sufrir la enfermedad de otra persona. Don José Arranz estuvo ingresado, por un accidente de tráfico, sin un solo dolor: “La convalecencia la pasó Luz Amparo en su propia casa”. Como la de Julián Argüello, quien tras una operación de hernia discal esperaba un posoperatorio dolorosísimo. Pero no necesitó ni un calmante. Ni médicos ni enfermeras se lo explicaban, hasta que ella aclaró qué había pasado: “Claro hijo, tú has estado en la cruz pero los clavos los tengo yo”.
Otro don de la vidente ha dejado huella: “Yo misma la he visto varias veces leyendo el alma de la gente gracias a su carisma de introspección de conciencias...”, afirma Julia. “Cuando estás delante de ella, te saca hasta las entrañas...”, completa don José, quien lo sabe por su experiencia “y por la de otros muchos”.
Tanto Julia como el padre Alfonso refieren casos de “multiplicación de alimentos”, pero no es la única intervención celestial en su vida, que también registra la intervención angélica en tareas cotidianas. Como cuando Julia y Luz Amparo echaron en falta los cordones de unas botas de montaña de uno de los niños: “Entonces la oí cuchichear y vi de repente los cordones flotando en el aire y cómo ella los cogía. El ángel se los estaba dando”.
La obra de Zavala se completa con multitud de testimonios sobre conversiones y curaciones que han tenido lugar en Prado Nuevo, y permiten por primera vez una visión global de los acontecimientos, a la espera de un pronunciamiento definitivo de la Iglesia.
ReL
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