Es esta una de las historias que vienen a mis pecadoras manos…, y que me dan pié para entrar en el tema, de orden espiritual que la historia presenta.
Porque de una forma u otra, dado que como personas humanas tenemos un cuerpo material y un alma espiritual, existe una interconexión, en nuestro ser entre ambos órdenes, que no podemos ni debemos olvidar y todo lo que materialmente hacemos o nos afecta, siempre tiene su vertiente espiritual y podemos contemplarlo, no solo con los ojos de nuestra cara, sino también con los de nuestra alma inmortal.
La historia es la siguiente:
No era yo, ni tampoco me consideraba antes ni ahora, una mala persona, pero mirando ahora para atrás, veo que hay muchas personas, la gran mayoría, que como yo era entonces, más me preocupaba de mí mismo, de mis problemas, de mis deseos, de mis inquietudes y lo que es peor de mis ambiciones materiales… que de lo que les afectaba a los demás. Todo era lícito en mi conducta, no solo legalmente sino también moralmente, pero nada había de brillante en mi vida…, o ¡quizás si lo había! Puede ser que a los ojos de los demás, si lo hubiese, porque los míos, estaban cegados por el deseo del triunfo humano en este mundo y el fruto económico de ese triunfo, en estas condiciones había sufrido una afección pulmonar, y como dieta de remedio el médico me recomendó pasear.
No era yo, ni tampoco me consideraba antes ni ahora, una mala persona, pero mirando ahora para atrás, veo que hay muchas personas, la gran mayoría, que como yo era entonces, más me preocupaba de mí mismo, de mis problemas, de mis deseos, de mis inquietudes y lo que es peor de mis ambiciones materiales… que de lo que les afectaba a los demás. Todo era lícito en mi conducta, no solo legalmente sino también moralmente, pero nada había de brillante en mi vida…, o ¡quizás si lo había! Puede ser que a los ojos de los demás, si lo hubiese, porque los míos, estaban cegados por el deseo del triunfo humano en este mundo y el fruto económico de ese triunfo, en estas condiciones había sufrido una afección pulmonar, y como dieta de remedio el médico me recomendó pasear.
Hacía muchos años y en uno de esos medicinales paseos, por el Parque del oeste, que me venía muy a mano de mi casa, iba pensando en que hacía muchos años que no había pisado un parque, quizás fuese la última vez, cuando mi niñera me llevaba al Parque del Retiro, en Madrid. Y sumido en estos pensamientos reparé en que había sentada en un banco del parque, una niñita de triste y de pobre aspecto. Todos pasaban por su lado y nunca nadie se detenía a preguntarle que le ocurría... Vestida con un traje descolorido, zapatos rotos y sucios, la pequeña niña se quedaba solo sentada sin que fuese a jugar con el resto de niñas que a pocos metros, habían trazado en el suelo con una tiza, unos cuadrados sobre los que saltaban o bien a la pata coja o con las dos piernos. En verdad que de niño, nunca comprendí este juego y mucho menos, se me ocurrió participar de él. ¡Menuda juerga! se habrían traído mis compañeros del Retiro, llamándole “mariquita”, si se me hubiese ocurrido interesarme por este juego.
Pero volviendo a la niñita del banco y dejando mis recuerdos de infancia atrás, ella nunca trato de hablar, no dijo una sola palabra. Muchas personas pasaron pero nadie se detuvo. Al día siguiente yo decidí volver al parque a ver si la pequeña niña estaba ahí ¡Si, ahí estaba! En el mismo lugar en el que estaba ayer Con la misma mirada de tristeza en sus ojos A pesar de mi adusto carácter y forma de ser, y lo poco que sentía la necesidad de interesarme por alguien, rompí con mi costumbre y me dirigí hacia ella. Al acercarme note que en su espalda había una joroba. Ella me miro con una tristeza tan profunda que me rompió el alma. Me senté a su lado y sonriendo le dije: "hola". La pequeña me miro sorprendida y con una voz muy baja respondió a mi saludo.
Hablamos hasta que los últimos rayos de sol desaparecieron. Cuando solo quedábamos nosotros dos y todo era oscuridad alrededor, le pregunte por que estaba tan triste. La pequeña me miro y con lágrimas en sus ojos me dijo: "porque soy diferente". Yo le respondí con una sonrisa: "lo eres". Y ella dijo aún más triste: "lo sé”. Yo le conteste: "pequeña, ser diferente no es malo. Tú me recuerdas a un ángel dulce e inocente". Ella me miro... Se sonrió y por primera vez sus ojos brillaron con la luz de la alegría. Despacio ella se levantó y me dijo: "¿es cierto lo que acabas de decir?". Yo le respondí: "eres como un pequeño ángel guardián enviado para proteger a todos los que caminan por aquí". Ella movió su cabeza afirmativamente y sonrió.
Ante mis ojos algo maravilloso ocurrió. Su joroba se abrió y de ella dos hermosas alas salieron, llenando mi vista de reflejos plateados. Ella me miro sonriente y me dijo: "yo soy tu ángel guardián". No sabía que decir, y ella me dijo: "por primera vez pensaste en alguien más que en ti mismo, mi misión está cumplida". Yo me levante y le pregunte por que nadie le había ayudado. Ella me miro y sonriendo me dijo: "tú eres la única persona que podía verme". ¡Y ante mis ojos desapareció!
Después de ese encuentro mi vida cambio dramáticamente. Cuando pienses que solo te tienes a ti mismo, recuerda que tu ángel guardián esta siempre pendiente de ti. Como la historia nos enseña... Todos necesitamos a alguien. Cada uno de tus amigos es a su manera un ángel. El valor de un amigo solo puede ser medido con el corazón. Nunca estamos solos, solo nos creemos solos cuando nos falta el amor a los demás, y el amor de los demás generalmente muchas veces no lo obtenemos por nuestro propio egoísmo, porque solo nos preocupamos de nosotros mismos y que nuestros problemas y preocupaciones son más importantes que las de las personas que nos rodean.
Hemos de cambiar de mentalidad. Hemos de pensar, que para diluir nuestros problemas y preocupaciones, hemos de preocuparnos de los demás. Y con ello que no se interprete que estoy de acuerdo con el dicho que dice: “Mal de muchos, consuelo de tontos”. No, no se trata de eso; se trata de que nos identifiquemos con los que nos rodean, pues también ellos son amados por el Señor, y posiblemente el Señor los ame más que a ti mismo, porque a lo mejor, son menos egoístas que tú, ya que el egoísmo, reduce el amor y termina matándolo.
El amor fraternal, nos obliga a mucho más de lo que generalmente estamos dispuestos a dar. No se trata de liquidar el asunto dando limosnas, no. Hay un aspecto material y otro espiritual y dentro de este último estamos obligados, a darnos a nosotros mismos, porque si decimos o pensamos que amamos al Señor, hemos de dar muestras de ello, amando todo aquello que el Señor ha creado y es amado por Él y muy en especial a nuestros hermanos. Hemos de vivir nuestras vidas con ellos. El Eclesiástico nos dice: “No te rezagues ante los que lloran, y con los afligidos muéstrate afligido. No descuides visitar al enfermo, que por obras de éstas ganarás amor” (Ecl 7,34-35).
El Señor nos dejó dicho: Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda. Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Habéis oído que fue dicho: Amaras a tu prójimo y aborrecerás a tus enemigos. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos. Pues si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen eso también los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿que hacéis de más? ¿No hacen eso también los gentiles?”. (Mt 5,43-46). Y uno lee estos mandatos evangélicos y se pregunta: ¿Quién es el que los cumple hoy en día generosamente y en su totalidad?
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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