domingo, 12 de junio de 2011

PROFETAS



Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetro, sacerdote de Madián.

Trashumando con el rebaño por el desierto, llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. Allí se le apareció el Ángel de Yahvé en llama de fuego, en medio de una zarza. Moisés vio que la zarza ardía pero no se consumía. Dijo, pues, Moisés: Voy a acercarme para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza. Cuando Yahvé vio que Moisés se acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza: "Moisés, Moisés" El respondió: "Heme aquí". Le dijo: "No te acerques aquí, quita las sandalias de tus pies, porque el lugar que pisas es suelo sagrado". (Éxodo 3,1-4)

Dios ha esperado varios años antes de llamar a Moisés, que ya es un hombre maduro. Lo hace en un tiempo en que éste tiene encaminada su vida como padre de familia y pastor de ovejas. Lo hace en el desierto, donde aparentemente Moisés se ha marginado, como para distanciarse de las desgracias de su pueblo, porque ha perdido día tras día, la esperanza de poder ayudar a los suyos. Así, muchas veces Dios nos espera en tal o cual desierto de nuestra vida. Son esos tiempos, aparentemente vacíos, en que Dios prepara a sus servidores.

Dios, se presenta a Moisés como una llama en una zarza ardiente. El Ángel de Yahvé se presenta como el fuego que atrae las miradas, en concreto, quiere atraer la nuestra cuando estamos en el desierto. Este monte, el Horeb, era desde hace ya siglos un lugar sagrado. Moisés hace lo que se hacía al entrar en un Templo: se quita las sandalias para no llevar ante Dios el polvo de la existencia común y corriente. Pues uno no se puede acercar a Dios sin despojarse de sus preocupaciones y de sus deseos terrenales. Hay que quitarse lastre para elevarse a Dios.

Desde luego, si no tenemos la valentía de salir de nuestro mundillo, Dios no podrá obrar en nosotros ni a través de nosotros. Muchas veces no queremos acercarnos a Dios, a sus signos, porque posiblemente tendremos que tener la misma actitud de Moisés: !Quitarnos las sandalias que normalmente usamos!.... ¿Este quitarse las sandalias qué significa para nuestras vidas?

Significa desarmarnos, liberarnos de nuestras falsas seguridades, de nuestras máscaras, y despojarnos de todo aquello que nos detiene, de todo lo que nos amarra en nosotros mismos. Solamente el que tiene la valentía de quitarse las sandalias delante de Dios, podrá abrir espacio en el corazón para que Dios pueda obrar allí el gran milagro de la curación interior.

La curación interior no es otra cosa que liberarnos de la desconfianza que tenemos del poder de Dios, de no creernos que Él nos puede dar la vuelta como un calcetín. Esto no es otra cosa que evangelizar nuestra mente racionalista, tan apegada a lo que ven nuestros ojos, a lo que oyen nuestros oídos, a lo que tocan nuestra manos, tan creyente a lo que se nos dice desde los medios de propaganda política o mediática… pero tan incrédula de la Palabra y Promesas de Dios.

La Palabra de Dios, la Biblia, ¿nos habla de liberación en el sentido político?, o bien ¿nos propone una liberación espiritual? En realidad este oposición es artificial. La misma experiencia nos enseña que para salvar al prójimo, a tu país, a los tuyos, no basta la ayuda material que prometen los políticos, ni los cambios de partido político en el poder, ni probablemente la oración a secas.

La zarza ardiente fue el modo que Dios encontró para mostrar a Moisés su vocación. El día que Moisés tuvo la valentía de ir más allá del desierto, Dios pudo hablar a su corazón: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Yo estoy contigo. Cada vez que Dios llama, comienza por tranquilizar, pues de entrada sentimos que su llamada nos va a involucrar totalmente.

A través de la zarza ardiente Dios se revela totalmente a Moisés ¿Cómo un Dios tan grande puede revelarse a partir de algo tan pequeño? Esta es otra experiencia constante en la curación interior: Hacemos poco, pero Dios obra maravillas infinitas. Dios se da a conocer. Dios se presenta como alguien continuo y constantemente presente: ¡ YO SOY DIOS!

Ante las dudas de Moisés, Dios le revela una certeza que lo acompañará en todo su camino: Yo estaré contigo. Esta es la certeza fundamental. Suceda lo que suceda, Él está al mando de nuestra vida cuando tenemos la valentía de ir más allá del desierto, de quitarnos las sandalias, de acercarnos a la zarza y escuchar lo que Él nos habla a través de los acontecimientos de nuestra historia.

El resto ya lo conocen:
El Dios revelado es un Dios eternamente presente y que se ocupa de las cosas de nuestra vida. Él escucha nuestro clamor. Es presente y está presente. No es un Dios apartado y distante. Es un Dios que entra en la historia, que está siempre dispuesto a liberarnos de todo lo que nos oprime. Es el Dios que quiere sacarnos del lugar de la esclavitud, para llevarnos al lugar de la liberación, al lugar de la vida plena, la tierra que mana leche y miel.

El Dios que se revela en la zarza es el Dios que quiere ser parte de nuestra historia; que desea que hagamos parte de su historia, que hagamos historia en su compañía. ¡Qué cosa tan maravillosa! La debilidad de Moisés en ningún momento fue obstáculo para la acción de Dios. Dios habló de fuerza, una fuerza que va más allá de toda debilidad humana: la fuerza de la Gracia.

Cuando Dios dice a Moisés: He decidido sacarlos de la opresión, viene a significar que Dios salva hombres, no sólo bocas y brazos que alimentar. Él quiere primero liberar al hombre, a ti y a mi primero, porque una vez liberados sabremos enfrentar y solucionar los problemas reales, materiales, morales, educativos o políticos de nuestro país, a partir de una visión más lúcida de la realidad, tal como Dios la ve. La salvación es una sola.

Ve, pues, que yo te envío al Faraón. Esto no es más que el punto de partida. Después de sacar a Israel de Egipto, Moisés impondrá a los judíos, casi a la fuerza, su destino, que es ser el propio pueblo de Dios. Dios habla de llevar a Israel a la tierra que mana leche y miel, la tierra que prometió a Abraham. No fija plazos, ni indica detalles, pero anuncia un evento que probará la autenticidad de la misión: algún día Israel, pobre pero libre, llegará con Moisés hasta el monte Horeb (o monte Sinaí) para encontrar a Dios y recibir sus Palabras.

Israel iba a ser el pueblo que conoce al verdadero Dios y que por esto sabe dónde reside la verdadera superación del hombre. La revelación del Dios único está ligada a una misión liberadora. YO SOY, significa a la vez, Él es y Él hace existir. Dios es, y hace existir al que lo conoce. ¿Podrá nuestra nación existir sin la ayuda de Dios?

Medite este texto con serenidad espiritual. Relea mucho este maravilloso capítulo del Éxodo. Póngase en lugar de Moisés. Retome, en Dios, la situación de miseria, pecado y opresión que se esta viviendo a nivel personal y social en España. Busque un lugar especial, una capilla ante el Santísimo, que es la zarza ardiente, y contemple: ¿Qué le puede Dios enseñar a partir de esto que está contemplando? ¿Qué puede Dios estar mostrando a los cristianos españoles ante la opresión que sufren desde tantos lados? ¿Leemos la Palabra de Dios o gastamos la mayor parte del tiempo oyendo otro tipo de palabras "salvadoras"? ¿En quién estamos confiando?

Sea consciente de la presencia de Jesús. Pida el Espíritu Santo que venga en ayuda de su debilidad. Lea y relea el texto bíblico hasta lograr memorizar sus partes principales. Después trate de reproducir, para sí mismo, mentalmente, el esquema del texto. A partir de ahí empiece a meterse en la historia. La Biblia no es un libro escrito para contar la historia de mengano o zutano. La Biblia es el libro escrito sobre su historia, sobre mi historia. Allí está su historia escrita.

Observe qué personaje encaja mejor con usted. Colóquese en el lugar de cada uno de ellos. Pregunte, muchas veces, qué quiere Dios decirle, ¿Hasta qué punto confía Ud. en la Palabra de Dios? Pida, muchas veces la luz del Espíritu Santo. Y no se canse de rezar rumiando el texto. Está oración le hará un bien inmenso. Experiméntelo.

Luis López-Cózar

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