Un culto muy extendido.
El culto a la Santa Muerte está de moda, por lo menos en la República Mexicana. En los puestos de periódico es fácil encontrar folletos y revistas, que se ocupan de promover la “Devoción” a la Santísima Muerte, como le llaman afectuosamente sus devotos. Su culto se ha difundido tanto que encontramos comunidades virtuales en Internet que propagan esta superstición.
Sus imágenes y todo lo relacionado con esta “devoción” pueden conseguirse con suma facilidad en las tiendas esotéricas y en los mercados populares.
Tanto se ha extendido que muchos católicos la consideran un santo más de la Iglesia Católica, tal vez porque sus promotores se encargan de difundirla con estas características, precisamente para atrapar a los católicos más desprevenidos.
No falta, por ejemplo, algún católico “despistado” que lleva a bendecir la imagen de la Santa Muerte al templo parroquial, o que construya en su casa “un altar” a la llamada también “Niña Blanca”.
He aquí las palabras con que describe este culto un periódico de circulación nacional:
“Es la santa de los ladrones y los asesinos, cierto, pero también de muchísima gente común que le pide el milagro de hallar un empleo. La santa de aquellos que se cansaron de rogarle a San Judas Tadeo. En épocas de crisis y violencia, de desesperanza e incertidumbre, hay que tener de que agarrarse. Por eso los devotos de la Santa Muerte se han multiplicado con rapidez”.
UN ORIGEN INCIERTO
Origen prehispánico.
El origen del culto a la Santa Muerte es muy incierto, aun para sus mismos promotores. Algunos de ellos consideran un “culto prehispánico”, que habría sobrevivido a pesar de la oposición de la Iglesia Católica.
Según los que promueven esta “devoción”, se trataría de la supervivencia del culto a Mictiantecuhtli, que, en la mitología azteca, es el dios de la muerte, señor del Mictián, el silencioso y oscuro reino de los muertos. En efecto, a Mictiantecuhtli se le presentaba como un esqueleto, o, simplemente, con una calavera.
Los historiadores señalan que los aztecas, con el fin de tener “aplacado” a Mictiantecuhtli, le hacían regalos costosos, entre los que no faltaban las pieles de hombres desollados para que éste cubriera sus huesos descarnados.
Origen africano.
Otros difusores de este tétrico culto lo consideran de “origen africano”, introducido por los miles de esclavos africanos que fueron arrancados de su tierra para trabajar en los territorios conquistados en el Nuevo Mundo, aunque esta teoría es poco consistente.
En efecto, es difícil que pueda tener un origen prehispánico o africano, pues los elementos con los cuales se le representa son más bien de la “cultura griega”, como son el manto, la túnica, la guadaña y el reloj de arena.
Veracruz o Hidalgo.
Otros más aseguran que en el siglo XIX, sin llegar nunca a precisar la fecha exacta, la Santa Muerte se le “apareció” en una visión a un brujo o chaman del pueblo de Orizaban, en el estado mexicano de Veracruz.
Según esta versión, la Santa Muerte le ordenó a este chaman difundir el culto. Ella, por su parte, se comprometió a auxiliar pronta y grandemente a quien acudiera a ella en búsqueda de ayuda.
Otra versión señala que el culto contemporáneo a la Santa Muerte inició en el estado mexicano de Hidalgo hacia 1965, sin dar mayores datos.
Las antropólogas Katia Perdigón y Elsa Malvido señalan enfáticas que el culto a la Santa Muerte nació en los años cincuenta y que no tiene ninguna raiz prehispánica.
Desviación de una devoción católica.
Hay algunos investigadores que aseguran que el origen del culto a la Santa Muerte se debe a la desviación de una devoción católico con este mismo nombre, promovida en la Nueva España durante la implantación del Evangelio.
En realidad una práctica importante en la época colonial era de procurar una santa muerte. ¿En qué consistía? En que el cristiano se esforzara por tener una santa muerte, es decir, una enfermedad y agonía tal que cada uno pudiera recibir los auxilios espirituales necesarios (la confesión, la comunión y la Unción de enfermos).
En este sentido, conviene recordar que la procesión que se hacía para llevar el Viático (la Sagrada Comunión) a los enfermos y moribundos, era sumamente solemne, puesto que se llevaba el Santísimo, lo que ayudaría a un cristiano a morir santamente. En este mismo contexto, se promovió el culto a san José como patrono de la Buena Muerte, puesto que él murió asistido por Jesús y la Virgen María; por eso los novo-hispanos solicitaban la intercesión de san José para alcanzar una santa muerte, es decir, una muerte santa. En algunos lugares sobrevive esta devoción en la llamada preparación a la buena muerte o “preparación a bien morir”.
De hecho, cuando un familiar se enfermaba gravemente, sus parientes procuraban ayudarle a tener confianza en la misericordia de Dios, de manera tal que pudiera confesarse y recibir los sacramentos.
A esta práctica, aún ahora, se le llama de distintas maneras; preparación a la buena muerte, preparación para bien morir, morir con todos los auxilios espirituales, gracia de perseverancia final, etc.
Idolatría y credulidad.
Para prevenir a los católicos, conviene señalar que esta falsa devoción atenta contra el Primer Mandamiento: “El Primer Mandamiento prohíbe honrar a dioses del Único Señor que se ha revelado a su pueblo. Proscribe la superstición y la irreligión”.
Extracto: La Santa Muerte
Jorge Luis Zarazúa Campa
Jorge Luis Zarazúa Campa
No hay comentarios:
Publicar un comentario