¿FRÍO, TIBIO... O CALIENTE?

“Dejad que los niños vengan a mí” – (Jesús)

Volvámonos niños por un instante para acercarnos a Jesús y preguntarle: “Señor... ¿frío, tibio o caliente?, ¿cómo estamos en relación a Ti?

¿Recuerdas cuando niño jugabas a esconder algo y conforme se acercaban decías: frío, tibio o caliente? Si esta pregunta se la hicieras a Jesús ¿qué crees que contestaría?

¿Recuerdan el cuento de los tres chanchitos y el lobo? Uno construyó su casa de paja, el otro de madera y uno más de ladrillos y cemento. El lobo se quedó sin aire cuando trató de derribar la bien construida.

Ahora dejémonos de cuentos y veamos si somos católicos “fríos”, en casa de “paja” a disposición del demonio, de sus tentaciones, concupiscencia (deseos y pensamientos impuros) y promiscuidad (cambios continuos de pareja sexual). Si estamos fríos ¿qué esperamos para volver al camino de la verdad en el calor del Santo Espíritu de Dios?, ese que arde en el Corazón del Padre y el Hijo.

Estar “tibio” significa estar en medio: Ni frío ni caliente. En otras palabras “indeciso”. Algunos vivimos en casa de “madera”, quizá confiados en nosotros mismos, sin sospechar que con un fuerte viento nos podemos derrumbar y quedar a merced del enemigo que está acechando, esperando un descuido para hacernos caer como casita de “paja” a pesar de ser de “madera” que más o menos resiste... pero que con un poco de paciencia el enemigo puede acabarnos.

“Sólo a mí adorarás”... dijo el Señor. Algunos buscan servir a dos señores y así no es. Van en busca de los “hijos del diablo” (Brujos, santeros, chamanes, etc.); otros se hacen leer las cartas o creen en horóscopos; otros tienen su fe puesta en amuletos y desplazan a Dios de su corazón, pero... van a misa, se confiesan y comulgan y hasta hacen obras de caridad sin saber la embarradera que están haciendo. No se puede estar en dos bandos.

¿Te imaginas que entre tu esposa a tu cuarto y vea en la mesa de noche tu foto y al lado las fotos de todas las enamoradas que tuviste? ¿Qué crees que haría? Así es como sacas a Dios de tu corazón.

Decídete y corre a la casita de ladrillo y cemento con puertas de acero impenetrables para el enemigo. No hay mejor calor que el del Fuego del Espíritu Santo. ¡Déjalo que arda en tu corazón!

-Si logras llegar a un buen refugio, a uno seguro como al Corazón de Jesús, ¿a quién podrás temer? Si invocas la protección de su Preciosísima Sangre, ¿crees que alguien o algo te podrá derribar? Y si le pides a nuestra Madre Celestial que te proteja con su Amorosísimo Manto de Amor Bendito, ¿qué de malo podría pasarte?... y con la Confesión y Comunión... ¿qué?. Pero para que esto se logre, debes estar “caliente”.

-Si construimos con buena base nuestra relación con Cristo será imposible que el demonio nos derribe. Dios, a pesar de habernos creado, nos da a escoger entre el bien y el mal, respeta nuestra libertad. Él nos dio la vida para vivir en nosotros, pero si somos fríos o de paja, o tibios e indecisos no podremos contar con su gracia.

No dejemos de ser niños para acercarnos a Jesús, pero... seamos adultos para alejarnos del pecado. ¡Con Jesús y María no hay pierde!

“Hay más fiesta en el cielo por un pecador que se convierte que por 99 justos”... dice el Señor.

José Miguel Pajares Clausen