La inteligencia del hombre jamás podría vislumbrar por si misma, el misterio de la vida íntima de Dios.
Lo que sabemos, creemos y profesamos no es por esfuerzo o mérito nuestro, sino sólo por la revelación divina. Los cristianos, a diferencia de otros creyentes, proclamamos no lo que hemos descubierto por nuestra razón acerca de Dios, sino lo que el mismo Dios nos ha comunicado, a través de su revelación = correr el velo de su misterio infinito. Lo que ha querido Dios comunicar al hombre para su salvación se encuentra sobre todo en la Biblia, en su Hijo Jesucristo y en el Magisterio oficial de la Iglesia.
Por desgracia, hay muchos bautizados que casi ignoran todo acerca de la existencia y presencia del Espíritu Santo en sus vidas. Sin ánimo de ser exhaustivo, enumero las principales verdades de fe sobre Dios, Espíritu Santo:
1-Es la tercera persona de la Sma. Trinidad. Igual en todo al Padre y al Hijo, de los que procede eternamente y que “con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria”. Es “Señor y dador de vida que habló por los profetas”.
2-“Ha sido enviado a nuestros corazones” a fin de que recibamos la nueva vida de hijos adoptivos de Dios.
3-Ejerce la misma misión del Hijo, del que es inseparable.
4-Sus nombres son Espíritu Paráclito, Consolador, Abogado, Espíritu de Verdad, Espíritu de Cristo, del Señor, de Dios, de la gloria y de la promesa.
5-Se le representa con los símbolos del agua viva, de la unción, del fuego, de paloma, de la imposición de manos.
6-Se da al abrazar la fe, en el bautismo y confirmación y llena a los hombres con sus dones y sus frutos espirituales.
7- Somos su templo. Se nos exhorta a no extinguirlo, a seguir sus impulsos e inspiraciones. El nos ilumina y fortalece.
8-Es fuente de conocimiento sobrenatural. Da inteligencia, es principio de amor, fuente de agua viva, principio de santificación y de intrepidez apostólica, principio de unidad del cuerpo místico y principio de la resurrección.
9-Deber de todo buen cristiano es conocer más y mejor al Espíritu Santo, amarlo, invocarlo, vivir en su amistad, no contristarle y mucho menos ofenderle gravemente.
10- Nunca olvidemos que lo que más desagrada al Espíritu Santo es que profanemos su templo, que es nuestro cuerpo, con el pecado de impureza.
Miguel Rivilla Sanmartín
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