Hace dos días tuvimos un feliz acontecimiento en mi Parroquia, Santuario de la Divina Misericordia en Murcia (España).
Somos una comunidad joven. Apenas hace unos cinco años que construimos el templo. En torno a él hicimos un jardín, en donde vamos poco a poco poblándolo de árboles y otras plantas. Me habían regalado unos rosales y le encargué a una de las colaboradoras de la Parroquia que lo plantase en algún lugar idóneo del recinto. Escogió una pequeña parcela junto a un olivo, y empezó a mover la tierra con una azada. Y se sorprendió al ver aparecer las manos de una Virgen en actitud de oración. Fue una sorpresa y una alegría. Y sobre todo fue un signo. Estamos embarcados en una actividad importante que cuesta arrancar (una Escuela Infantil que hemos construido frente a la iglesia parroquial para dar servicio a las numerosas familias jóvenes que viven aquí). Ha costado bastante dinero y nos vemos precisados para pagar gastos. ¿Qué hacemos?, le preguntamos cada día a la Virgen. Y ella nos ha respondido con este signo: ORAR. La Escuela Infantil está bajo la protección de la Virgen Madre de Misericordia. Y así estamos haciendo con los ojos puestos en estas manos sencillas, pero limpias, que ellas nos ha regalado.
A propósito de estas manos que nos hablan a nosotros, traigo este bonito artículo que un día publicó: P. Carlos M. Buela en catholic.net
Las manos juntas de María
Nos recuerdan que el oficio más importante de Ella en el Cielo: es interceder por nosotros. En la mayoría de las imágenes de María, la encontramos con las manos juntas.Por así decirlo, se refuerza esa esperanza, esa certeza en la protección materna de la Virgen. Esas manos juntas de la Virgen nos recuerdan permanentemente que el oficio más importante de Ella en lo más alto de los Cielos es interceder, es rezar. ¿A quién se acercan los hombres y mujeres? ¡A aquellos que saben que rezan por ellos! Como se dice en el Oficio de Pastores, en el responsorio: "¡Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo!".
Esas manos juntas de la Virgen nos recuerdan que Ella sigue cumpliendo en el Cielo ese oficio principal, que fue su oficio principal también aquí en la tierra, porque entre los muchos privilegios que tiene la Santísima Virgen hay un privilegio que hace que Ella sea el refugio de los pecadores; hace que Ella sea el imán que atrae a las multitudes, hace que Ella sea llamada bienaventurada por todas las generaciones, y a medida en que nos vayamos acercando al fin de los tiempos, más aún; de alguna manera, como vemos en la actualidad, los Santuarios que mayor número de peregrinos tienen son santuarios de la Virgen: Guadalupe, Lourdes, Fátima, Luján, etc.
Esas manos juntas nos recuerdan que un día en Caná de Galilea Jesús le dijo: "no ha llegado mi hora", porque se habían quedado sin vino. Sin embargo, la Santísima Virgen, con plena conciencia de que Ella es Madre del Hijo de Dios, va a imperarles a los servidores: «¡Haced lo que Él os diga!». El Hijo Único de Dios, Aquel que es consustancial al Padre y al Espíritu Santo, no pudo decir que no a esa intercesión, a ese pedido de la Santísima Virgen, y por así decirlo se vio obligado a realizar ese primer milagro, porque la Santísima Virgen es la "Omnipotencia suplicante". No es omnipotente como Dios es omnipotente. Como Dios es omnipotente, sólo Dios es omnipotente. La Virgen no tiene la omnipotencia por su naturaleza, que es una naturaleza humana, pero sí tiene una forma muy particular de omnipotencia: es la "Omnipotencia suplicante", es la omnipotencia de aquella que siempre alcanza lo que pide, porque así como su Hijo la escuchó en Caná de Galilea, así su Hijo en este mismo instante sigue escuchando todos y cada uno de los pedidos de la Santísima Virgen.
Por eso, por muy difíciles que sean los momentos para nosotros, Aquella que ha comenzado en nosotros la obra buena, Ella misma la llevará a feliz término.
Por eso hoy, con renovado fervor, nos encomendamos a María; le pedimos por nuestra familia, por nuestros trabajos, necesidades y enfermedades. Y le pedimos a Ella la gracia de poder aportar nuestro pequeño granito de arena para la construcción del Reino de Dios.
Esas manos juntas de María, nos invitan a la oración, las manos juntas de la Inmaculada de Lourdes, y las manos juntas de la Inmaculada de Fátima: "Rezad, rezad mucho, dijo con aire de tristeza, y haced sacrificios por los pecadores, pues van muchas almas al infierno, por no tener quien se sacrifique y pida por ellas".
(Autor: P. Carlos M. Buela Fuente: catholic.net)
Esperamos de la Virgen María, Maestra de Oración, que nos ayude a confiar cada vez en Dios cogidos de sus manos de Madre.
Juan García Inza
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