El seguimiento incómodo.
ECLESALIA, 09/11/09.- “Felices los que son perseguidos por causa del bien porque de ellos es el Reino de los Cielos…” Mt. 5, 1-12
Y felices los que lloran… y los que son compasivos, y los que no necesitan de grandes cosas para ser felices… Y los que luchan por la paz y la justicia… y los que no hacen la guerra, y los que quieren creerle a la gente porque “son limpios de corazón”…
Felices los que RESISTEN porque buscan y creen en el BIEN… Van a ser perseguidos, procesados, silenciados… Van a ser aplastados, pero no vencidos.
El bien, la justicia, la verdad, la libertad, tienen un costo: la muerte. No hay otra salida. Aún no sé por qué… Pero ese fue el precio que pagó Jesús. Resistió a un sistema opresor, lleno de mentiras. Resistió a una práctica religiosa cargada de hipocresía y de miedo. Resistió a un IMPERIO… Y creyó en la bondad intrínseca de cada ser humano. Descubrió que Dios era Madre y Padre a la vez… femenino y masculino por igual. Y por eso no hizo distinciones. Tuvo discípulas también… Fue “un pensador contra la ley”, como dice una canción. Feliz porque fue libre y liberó. Y eso le costó la muerte.
Ante este Jesús tan difícil, yo me pregunto algunas cosas:
§ ¿Será este el camino que de verdad queremos los cristianos?
§ ¿De verdad creemos en el Reino? ¿Así, con estas consecuencias de revolución?
§ ¿En serio queremos apuntarnos a un discipulado incómodo, que nos cuestione siempre y que nos empuje a decir lo que de verdad pensamos, creemos y sentimos?
§ ¿De verdad queremos llorar con el dolor de la impotencia cuando vemos que el sistema no se mueve ni un ápice a pesar de tantos intentos?
§ ¿Estamos dispuestas a arriesgar la propia vida porque queremos hacerle bien a la gente y a la sociedad a pesar de que los poderosos se encarguen de lo contrario?
§ ¿En serio queremos formar una iglesia “contestataria”, “profética”, “liberadora”, asumiendo que para eso nos tengamos que poner frente a frente y decirnos con toda honestidad y RESPETO lo que no nos gusta y lo que creemos que va en contra del mismo Evangelio? E incluso… ¿arriesgándonos a que nos tilden de “heréticos” porque no pensamos como nos han enseñado a pensar?
No lo sé…
El Reino cuesta la misma vida… y todas las muertes juntas. La de Jesús y la de sus verdaderos discípulos y discípulas.
Y tal vez mi tentación hoy sea la peor de todas: preguntarme para qué tanto esfuerzo… Preguntármelo cuando veo que mi país se parte en dos y que los pobres son los más usados y los más engañados… Los pobres sólo servimos para que hagan discurso de nosotros, para que nos tengan lástima y para que nos manipulen y engañen con entregas de terrenos de miseria para que construyamos nuestras casas de cartón. Se burlan de nosotros y se les olvida que también somos GENTE. Y lo peor de todo… es que muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de que los poderosos nos están usando para existir. Y así, a lo largo de la historia, nadie ha podido “vencer” el “fenómeno de la pobreza”.
Me pregunto si “otro mundo es posible” cuando veo que la libertad de expresión no sólo es perseguida por el gobierno, sino también por la misma Iglesia oficial cuando alguien “se pasa del límite” de lo permitido para opinar… o disentir.
Me pregunto si el Reino es de los compasivos y los pacíficos cuando los países del primer mundo invierten cada vez más en armamento y lujos incomprensibles para los que vivimos cada día con lo mínimo. Cuando siento que me hierve la sangre ante tanta mentira y corrupción de los que están en el poder en mi país y en todos los demás países del mundo… ellos están felices, y mi gente sigue buscando comida, trabajo, vivienda, salud y educación… pero “no hay presupuesto” para estos “gastos”.
Me pregunto si el Reino es de los pacientes cuando de verdad a veces no sé cómo aguantarme las ganas de gritar: ¡BASTA! Ante tanta desigualdad, miedo, injusticia, opresión, complejos, manipulación, luchas de poder, egoísmo, envidias y falta de libertad.
Tengo que preguntarme estas cosas porque las bienaventuranzas hoy me duelen… Me duelen porque a pesar de cuestionármelas las quiero para mi… y para el mundo. Porque le creo a Jesús me duele su mensaje liberador. Porque creo en el bien y en el Reino me duele el discipulado. Y porque aún no comprendo por qué el precio tiene que ser la muerte.
En el fondo… lo que no entiendo es que el mundo no quiera el BIEN. No entiendo por qué le tememos a la libertad, a la justicia, a la Verdad, a la paz y al respeto mutuo. No sé por qué Jesús dice que son Bienaventurados los “perseguidos”… es que no entiendo por qué tienen que perseguir a alguien que quiera la justicia…
A no ser que… El SISTEMA que hemos creado a lo largo de la historia sea todo lo contrario a lo que Dios siempre ha querido. Y romper con este sistema… Sólo lo pueden lograr los valientes… o los locos… o los creyentes comprometidos que estén dispuestos a dar la vida por este Reino diferente.
Entonces… la pregunta me la hago más en silencio y en verdad, sólo para mí misma: ¿esta es la vida que quiero asumir? ¿De verdad quiero yo alistarme en esta fila en contra del sistema frente al cual Jesús mismo luchó?
Puedo elegir no seguir. Y unirme a la masa. Ser alguien más del montón y pasar la vida “medianamente feliz”. Acomodada y ciega para que la realidad que vea no me “afecte” ni me comprometa con el deseo de un cambio.
Pero si elijo un “sí quiero”, y me voy detrás de este hombre libre que se llama Jesús… tengo que saber que la vida no será nada fácil y que al final me quedaré bastante sola gritando en la lontananza mis gritos de BASTA ante todo lo contrario a la bondad, la verdad, el amor, la libertad y la justicia.
A no ser que… En este seguimiento también me encuentre con algunos locos que, al igual que yo, le crean a Jesús: “Felices los que son perseguidos por causa del Bien porque de ellos es el Reino de los Cielos…”.
Si los encuentro… seré más “medianamente feliz”, seré profundamente “BIENAVENTURADA” porque en este seguimiento encontré hermanas/os, amigos, pueblo… identidad y pertenencia. Gente de a pie que también apuesta por el Reino que no está en “los cielos”, sino que lo podemos construir ya, hoy, como una pequeña levadura, en la masa de esta tierra.
Tal vez, por esta posibilidad que de cierta forma puedo percibir incipiente, tímida, frágil y sólida a la vez, renuncio a la tentación de renunciar y me alisto en las filas del seguimiento incómodo, incomprensible y, verdaderamente, BIENAVENTURADO…
Thelma Martínez, STJ
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