lunes, 23 de noviembre de 2009

EL MILAGRO DEL ROSARIO EN EL POZO LABRÓ LA FAMA DE MARÍA ALFONSINA DE NAZARET


PRIMERA BEATIFICACIÓN EN ISRAEL

La religiosa árabe fundó a finales del siglo XIX la Congregación de las Hermanas del Rosario, la única autóctona de Tierra Santa. Pocos años después, en Jaffa (Galilea), sucedió la escalada prodigiosa de la niña Nathira I´d, un hecho que cuando se dio a conocer impulsó la congregación en toda Palestina.

Este domingo fue beatificada en la Basílica de la Anunciación de Nazaret la hermana María Alfonsina, religiosa palestina fundadora de la única comunidad religiosa autóctona de Tierra Santa. Es la primera ceremonia de esta naturaleza que tiene lugar en el territorio de Israel, como consecuencia de la decisión de Benedicto XVI de acercar, en la medida de lo posible, las beatificaciones, que permiten el culto local, a las diócesis de donde eran originarios los beatos. Presidió el acto el Patriarca de Jerusalén, Fouad Twal, rodeado de varios obispos de las Iglesias de Oriente y de miles de fieles.

Una vida marcada por un milagro y una devoción.
Sultanah María Ghattas nació en Jerusalén en 1843 en una familia con diecinueve hijos, e ingresó a los 14 años como postulante en la Congregación de San José de la Aparición. En 1860 tomó el hábito y en 1862 pronunció sus votos. Fue destinada a Belén para enseñarle el catecismo a chicas jóvenes. Ya desde ese momento comenzó a fundar asociaciones para promover la devoción a la Virgen mediante el rezo del rosario.

La misma Virgen le expresó en varias apariciones privadas su deseo de que fundase la Congregación de las Hermanas del Santo Rosario, lo cual efectivamente hizo en 1880 bajo la dirección del padre Joseph Tannous, del Patriarcado latino de Jerusalén. Tras algunas dificultades para obtener de Roma la dispensa de sus votos en la Congregación de San José, las primeras postulantes recibieron el hábito en 1881, algo que ella no consiguió hasta 1883. En 1885, y ante el mismo Patriarca, Vincent Bracco, pronunció sus votos en la nueva congregación, que iba a recibir un impulso decisivo a través de un milagro que se difundió por toda Palestina.

El 25 de julio de 1885, la hermana María Alfonsina fue enviada, junto con otra hermana, a Jaffa de Galilea. Allí sucedió que un día la niña Nathira I´d se cayó en un pozo profundo lleno de agua. Viéndose impotente para hacer nada para salvarla, María Alfonsina tuvo la inspiración de echar su rosario en el pozo, y entrar a continuación en la iglesia para rezar el Rosario para que la Virgen ayudase a Nathira. Al poco tiempo la niña salió del pozo en perfecto estado, diciendo que había visto una gran luz y una escalera en forma de rosario, con la que pudo ascender y salvar su vida.

Los años siguientes son de un continuo periplo de la Congregación en su expansión por Palestina: una escuela en Beit Sahour, la primera misión en la Transjordania, Napluse, Zababdeh, Jerusalén, Nazaret... Y Belén, donde en 1893 la hermana María Alfonsina abrió un taller para dar trabajo a las jóvenes pobres de la ciudad. Allí pasaría quince años, antes de volver a Jerusalén y de ser destinada en 1917 a Aïn-Karem para fundar un orfanato.

Murió en 1927 de la forma en la que deseó siempre morir quien tanto había hecho por la devoción al Rosario: mientras lo rezaba con su hermana Hanneh.

Los elogios de Benedicto XVI.
Al recordarla durante el Ángelus del domingo, el Papa destacó que la finalidad de la congregación, formada solamente por jóvenes palestinas, fue sacar del analfabetismo y elevar la condición de las mujeres de su país, y todo ello basado en «una intensa devoción a la Virgen María, modelo luminoso de una vida enteramente consagrada a Dios: el Santo Rosario era su oración continua, su ancla de salvación, su fuente de gracias».

Benedicto XVI consideró esta beatificación como «un consuelo especial para la comunidad católica de Tierra Santa», sometida a dificultades y riesgos y al problema de la descristianización demográfica de la zona.
E.R/ReL

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