La sexualidad humana tiene valor y sentido por su pertenencia al ser del hombre y por afectar al núcleo íntimo de su persona en cuanto tal.
El ser humano ha sido modalizado en la corporeidad en varón y mujer, definiéndose así una identidad concreta, del yo irrepetible, como masculino o femenino, que revela el yo personal, por lo tanto, el lenguaje de la sexualidad es la de donación y aceptación mutua del varón y la mujer en reciprocidad e imagen del amor Divino.
La sexualidad deberá, por lo tanto, estar al servicio de la comunión interpersonal (significado esponsalicio del cuerpo), que participa del amor creador de Dios (significado procreativo). Es decir, que la sexualidad es un don de Dios que participa de su amor creador.
Sin embargo, después del pecado original, la sexualidad, se ha visto obstaculizada por el desorden de la concupiscencia, que acarrea una ruptura dentro del hombre. Por eso, es importante recalcar que por la dignidad personal de los seres humanos, no es lícito usar a otra persona como objeto. Esto no significa que el respeto a la estructura de la sexualidad sea biologista o moralista sino que, para el cristiano la sexualidad es buena, siempre y cuando se realice de modo verdaderamente humano y como parte integral del amor.
El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (fuente de su dignidad) y ha sido redimido por Jesucristo, lo que significa un rotundo sí a la corporeidad, es decir, que le ama en su totalidad, es su unidad corpóreo-sexual y espiritual. El ser humano en su propio ser une el mundo material, que es el percibimos con los sentidos y el mundo espiritual, que es el que intuimos dentro de nosotros, gracias a que tenemos conciencia de nosotros mismos como personas.
La persona humana es capaz de reconocerse, de poseerse y de darse libremente, es decir, de entrar en comunión consigo misma y con otros seres personales (Dios y los hombres). Al ser un ser personal el ser humano tiene la capacidad de relacionarse con su creador y con los hombres a través de la inteligencia y de la voluntad, para entablar relaciones de amor. Es una facultad que le pertenece a su misma esencia. El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano, el hombre esta llamado al amor en su totalidad.
Dios crea al hombre por amor y para el amor. Es la única criatura amada por Dios por sí misma, a la que le ha infundido el alma, le ha hecho un ser personal, un alguien, cuyo fin es el mismo Dios, por eso, el hombre debe glorificar a Dios y debe comportarse a la altura de ésta dignidad. El ser una unidad debe de manifestarse en la conducta del cristiano, a semejanza de Jesucristo verdadero hombre y verdadero Dios.
El cristianismo posee una visión integral del hombre como una unidad corporeo-espiritual y de su vocación, que forman el criterio ético fundamental para la valoración de la sexualidad. El desorden en el uso de la sexualidad destruye la capacidad de amar de las personas, así como el anticoncepcionismo manipula y envilece la sexualidad. Las visiones reduccionistas de la sexualidad conducen al aniquilamiento del cuerpo y del alma.
El amor libre, la homosexualidad y la contracepción son comportamientos que contradicen el significado profundo de la sexualidad. La banalización de la sexualidad, es uno de los factores principales que están en la raíz del desprecio por la cultura de la vida.
La revelación reconoce dos modos de realizar ésta vocación al amor: el matrimonio, que permite la realización personal del ser humano por ser parte del amor con el que los esposos se complementan hasta la muerte, para formar una sola carne (una unidad sustancial, psicológica y biográfica), para ayudarse durante la vida y sus cosas y sobretodo para lograr un fin último que es el amor de Dios. Y por otro lado, para transmitir la vida con toda su dignidad y cooperar en la obra creadora de Dios. Si una persona se reserva algo o la posibilidad de decidir de otra manera en orden al futuro al respecto, a la hora de dar su consentimiento para formar un matrimonio, ya no se donaría totalmente y su unión no sería verdadera. Y la virginidad por el reino de los cielos, el hombre es capaz de descubrir con su inteligencia a Dios como el bien supremo y por eso, puede decidirse a donar su vida a Él en la vida consagrada, es una vocación en la que la persona se entrega en su totalidad a Dios, aunque no es la vocación más común, se valora cuando el matrimonio cristiano también se valora.
En conclusión podemos decir que la sexualidad no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. El cuerpo se convierte así en expresión del ser personal, que puede ser ordenada o desordenada en la medida que se apegue a su unidad substancial, es decir a su naturaleza humana. La sexualidad siempre deberá subordinarse al dinamismo espiritual de donación personal y amorosa de los esposos, de la que es expresión, convirtiéndose en un modo de intercomunicación personal. En éste sentido, la virtud da la castidad aparece como el orden de la unidad substancial, expresión del verdadero lenguaje del cuerpo humano y la integración de la persona humana; que permite alcanzar el ideal de semejanza del amor de Cristo-Esposo e Iglesia-Esposa.
Por: Blanca Alicia Mijares Sentíes
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