El famoso Luis Pasteur estaba cierta mañana con sus manos puestas sobre su mesa de estudio, con sus dedos juntos, en forma de pantalla y su cabeza inclinada a pocos centímetros de la mesa; hasta que por fin levantó su cabeza, y separando las manos, apareció un pequeño microscopio.
Un estudiante que había estado observándole, tan quieto, durante largo rato, dijo:
-“Pensaba, doctor Pasteur, que estaba usted orando”
-“Así es - replicó el científico levantando su microscopio - estaba diciendo a Dios cosas muy lindas, aunque no tanto como las que Él estaba diciéndome a mí por medio de sus obras”
Reflexión: Evitemos en el día de hoy que nuestras ocupaciones y diario agitar mantengan nuestros ojos y nuestros corazones cerrados, tomemos un minuto para disfrutar y agradecer los maravillosos regalos que Dios nos da en todo momento a través de su creación.
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