ECLESALIA, 20/10/05.- Después de la profunda emoción del encuentro con el Resucitado, Él me confiere una misión… era la confirmación de mi misión como apóstol de mis hermanos los apóstoles. Yo, era enviada a proclamar la gran noticia: que Jesús había resucitado de entre los muertos y nos esperaba a todos/as en Galilea.
Se me confiaba la gran misión de ser testigo de lo que había “visto” y “oído” la nueva identidad de Jesús, el Crucificado era el Resucitado.
Parecía que la última palabra sobre la vida era la muerte y el poder de los poderosos. Pero, ahora, sabíamos que eso no era verdad, esas son palabras penúltimas, las últimas se las reserva Dios el Dios de los vivos, el que resucita a los muertos. La última palabra no es muerte sino Vida Plena.
Lo mataron pero Él no está muerto. La asesinaron, pero sigue actuando con su fuerza salvadora, está vivo y nos llama a todos a la Vida.
Con el corazón desbordante de alegría corrí a comunicarles a Pedro y a los demás discípulos que Él había resucitado. Mi corazón desbordaba de alegría de pronto comprendí las palabras de Jesús: ¡Felices los que lloran porque serán consolados! Era verdad, yo había llorado mucho pero su consuelo ahora desbordaba con creces el dolor, mi llanto se había convertido en gozo.
Entré donde ellos estaban y les dije que había visto al Señor y les comuniqué todo lo que Él me había dicho. No podían creerme, era demasiado para ellos y era demasiado para mí. ¿Cómo yo, una mujer, iba a ser la primera depositaria de esa revelación?
De todos modos Pedro y Juan salieron hacia el sepulcro y aunque ven las cosas tal y como les dijimos, no pueden creerlo. Como mucho, como dirán después los discípulos de Emaús, les dimos “un susto”, pero… creer que la revelación de Dios acontece en dónde ellos sólo ven irrelevancia, no poder, no saber… ¡eso no!
Pero eso no les pasó sólo a ellos, ¿no te pasa también a ti lector/a que sigues esperando que las grandes y significativas noticias vengan de “los importantes”, los que tienen autoridad, poder, “sabiduría”? Pues, una vez más, la Vida se estaba revelando a los pequeños, a quienes la sociedad no considera significativos, ni “valiosos”.
No sé si puedes hacerte una idea de lo que esa experiencia supuso para mi vida, quizá si algún día te has sentido como yo, ante una tumba vacía, al límite de tu dolor y de tus fuerzas y alguien te llama por tu nombre y te devuelve la esperanza y la Vida… entonces, si sabrás de que te estoy hablando.
Hoy recordando la mañana de Pascua, te grito: Así como Dios actuó en Cristo, así también actúa en nosotros. “Su” Padre, es “nuestro”; Padre “su” Dios es “nuestro” Dios. Nuestra vida como la suya está en sus manos y nada ni nadie se la va a arrebatar. Esta era la BUENA NOTICIA definitiva, EL AMOR ES MAS FUERTE QUE LA MUERTE.
No lo olvides nunca ni en los momentos en los que es fácil creerlo, ni en los que resulta duro y difícil.
Me despido de ti querido/a lector/a, deseo que mi experiencia provoque en ti una llamada y buscar y seguir a Jesús con la pasión con la que yo le busqué y le encontré, porque antes yo había sido ya alcanzada por Él.
María Magdalena
Por: Emma Martínez
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