En alguna parte oí la siguiente charla entre un eminente católico y uno de esos jóvenes indecisos y preguntones que abundan por estos rumbos.
-“Dígame, padre - preguntó el joven - ¿es malo el cigarrillo?”
-“¿Es usted creyente?”
-“Yo si; pero todavía fumo cigarrillo”
-“Oiga esta historia - respondió el sacerdote:
En la Segunda Guerra Mundial, un aviador salió de su base a fin de atacar en determinado sitio. Ya lejos de la tierra, notó que una rata roía las cuerdas del paracaídas. El aviador en vez de volver a tierra, conocedor como era de la poca resistencia de las ratas a las alturas, elevó su aparato, hasta que la rata murió a consecuencia de la elevación”
Así pasa con nosotros, amigo mío. Si las ratas del vicio están cortando los hilos de nuestra comunión con Dios, esto implica que volamos bajo, muy bajo, tan bajo que el ambiente es propicio para las actividades del vicio.
Pero si volamos a considerable altura, como cosa muy natural, la rata de los vicios dejara de perjudicarnos porque estallará a causa de la altura.
Amigo lector, si usted todavía es victima del vicio, elévese, elévese, hacia nuestro Señor Jesús, hasta que sus vicios pierdan todo su poder.
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