Un predicador acababa de invitar a sus oyentes a buscar de Dios, cuando un joven exclamó:
-“Usted habla del peso del pecado. Yo no lo siento. ¿Cuanto pesa? ¿Veinte kilos, cien kilos?"
-“Dígame - le pregunto el predicador - si usted pusiera un peso de cien kilos sobre el pecho de un hombre muerto, ¿lo sentiría él?”
-“No, ya que está muerto” - contestó el joven.
El predicador prosiguió:
-“Pues bien, el hombre que no siente el peso del pecado esta espiritualmente MUERTO”
Gálatas. 2: 20: He sido crucificado con Cristo. Ya no soy yo el que vive sino Cristo vive en mí. La vida que vivo en el cuerpo, la vivo por la fe en Jesús.
-“Usted habla del peso del pecado. Yo no lo siento. ¿Cuanto pesa? ¿Veinte kilos, cien kilos?"
-“Dígame - le pregunto el predicador - si usted pusiera un peso de cien kilos sobre el pecho de un hombre muerto, ¿lo sentiría él?”
-“No, ya que está muerto” - contestó el joven.
El predicador prosiguió:
-“Pues bien, el hombre que no siente el peso del pecado esta espiritualmente MUERTO”
Gálatas. 2: 20: He sido crucificado con Cristo. Ya no soy yo el que vive sino Cristo vive en mí. La vida que vivo en el cuerpo, la vivo por la fe en Jesús.
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