Una señora criaba a 3 nietos, porque habían perdido a su madre y a su padre en un accidente. La señora era evangélica, todos los martes, jueves y sábado ella iba a la iglesia.
En un jueves la señora fue la iglesia y dejó en su casa los 3 nietos, uno de 13 años, otro de 4 años, y último de 2 años y 8 meses. Les dio un beso y dijo: Tan pronto como termine el culto, vuelvo a casa. Y ella se fue a la iglesia.
El bebé de 2 añitos jugando, toma un alambre y luego lo introduce en la toma de corriente, e inevitablemente recibe una descarga eléctrica y queda atrapado en la corriente de energía.
Los hermanos mayores, en el intento de ayudar al menor, agarraron al niño y también reciben la descarga eléctrica, los 3 en una fuerte corriente de energía pierden la vida juntos, uno tratando de ayudar al otro. Las vecinas entienden lo ocurrido y llamaron a una ambulancia, pero los chicos ya estaban muertos cuando llegó el socorro.
La abuela llegando de la iglesia, fue informada de lo ocurrido y salió prisa al hospital… encontró a sus hijos ya cubiertos por sábanas blancas.
La abuela se arrodilló y empezó a orar Señor Jesús: no fui a prostituirme, estaba en su casa amándole, dejé a los niños por tu cuidado, ¿por qué este mal sobrevivió sobre mis nietos señor?
Mientras ella oraba, los niños volvieron a respirar, los médicos se quedaron pasmos y sin reacción, pues los niños habían llegado muertos al hospital.
Los médicos trataban de encontrar una explicación y no podían y decían: ¡¡¡¿Cómo es esto posible? Los niños han vuelto a la vida!!!
En lágrimas decía esa abuela: De Dios no se duda, es sólo creer y el resto lo hará. Él conoce nuestras intenciones y decisiones. Él sabe y conoce nuestros corazones y pensamientos.
Reflexión:
Las tragedias ocurren en nuestras vidas, algunas son inevitables, pero
milagros sólo nuestro Dios tiene el poder de operar.
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