A PROPÓSITO DE LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN, 8 DE DICIEMBRE.
El
enemigo propuso a las tropas españolas la rendición, pero la respuesta española
fue clara: «Los infantes españoles prefieren la
muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». La
respuesta provocó que el comandante holandés diera la orden de abrir los diques
para cercar a las tropas españolas, obligándoles a agruparse en la colina donde
se alzaba la Iglesia de Empel. La derrota parecía segura. Los españoles
empezaron a cavar trincheras para defenderse y morir con honor. Durante esas
labores, un soldado español encontró una tabla con
una imagen de la Inmaculada Concepción. Aquel hallazgo fue interpretado
por las tropas españolas como una señal del Cielo.
Esa misma noche un viento gélido descendió sobre el río Mosa y las aguas se congelaron. Este hecho, que los españoles consideraron milagroso, cambió completamente el signo de la batalla. Los barcos holandeses tuvieron que retirarse para no quedar encallados en el hielo, y los españoles pudieron romper el cerco y lanzarse al ataque contra los rebeldes, que huyeron despavoridos.
Se dice que el comandante holandés, atónito ante lo ocurrido, comentó: «Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro». En 1644 el Rey Felipe IV proclamó el 8 de diciembre como fiesta de guardar en todos los dominios del Imperio español.
(Del muro de Jano García)
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