He conocido en persona a Eduardo, un veinteañero que me escribió desesperado en julio porque el demonio le mantenía atenazado desde hacía varios meses en una silla de ruedas.
Los médicos no lograban explicarse aquella extraña parálisis.
Como el joven imploraba los servicios de un exorcista, le puse rápidamente en contacto con el padre Salvador Hernández Ramón, de la diócesis de Cartagena, en Murcia.
Con casi un millar de exorcismos a sus espaldas, don Salvador me brindó su ayuda inefable mientras componía mi libro Así se vence al demonio (LibrosLibres).
La lectura de esta obra llevó precisamente a Eduardo a contactar conmigo por correo electrónico. Poco después, Eduardo arrancaba ya angustiado hojas al calendario estival en espera de que el padre Salvador regresase de sus merecidas vacaciones.
El infeliz quedó poseído por Satanás como consecuencia de sus coqueteos con el Reiki.
Desde entonces, dejó de ser persona. Contactó primero, a través de sus padres, con don Enrique, exorcista de la archidiócesis de Madrid. Tras varias sesiones con él, el joven estuvo a punto de quedar liberado pero el perverso diablo se las ingenió para desembarazarse enseguida del exorcista.
Don Enrique era hasta ahora el único sacerdote autorizado por el cardenal Rouco para expulsar demonios en Madrid… El “último mohicano”, tras las salidas sucesivas de los padres Fortea y Fernando de la diócesis de Alcalá de Henares, donde ya sólo el padre Jesús realiza de vez en cuando algún que otro exorcismo ad casum.
Hace un mes, Eduardo volvió a escribirme para decirme que se había instalado provisionalmente en Corvera, el pueblo murciano de don Salvador, junto con su novia y una amiga. Habían alquilado los tres allí un apartamento muy cerca de la parroquia de don Salvador, donde Eduardo se sometía a un exorcismo diario. Cada tarde, como si de un ritual se tratase, las dos mujeres acompañaban al afectado en silla de ruedas hasta la misma puerta de la iglesia.
Este último sábado, de visita en Corvera, conocí por fin a Eduardo… ¡Caminaba ya con absoluta normalidad y sonreía como sólo saben hacerlo los liberados!
A estas alturas, seguirá él a buen seguro dando gracias al Señor en su ciudad natal.
Igual que Eduardo, otros muchos hombres y mujeres desesperados aguardan ahora en “Urgencias” la llegada de un nuevo exorcista.
Pero aun así, un jerarca de la Iglesia española aseguraba recientemente que no eran necesarios exorcistas en todas las diócesis, alegando que el bajo número de casos registrados en muchas de ellas no justificaba su existencia.
“Lo más importante de todo –explicaba este prelado a un grupo de sacerdotes- es que haya una veintena de exorcistas bien preparados en España y que sean éstos quienes atiendan a todas las diócesis; de modo que el exorcista de Barcelona, por ejemplo, se haga cargo de los casos censados en Cataluña”.
“Además –se preguntaba este responsable de la Iglesia-, ¿qué sentido tiene nombrar a un exorcista en diócesis donde no hay apenas trabajo?, ¿iba a estar acaso cruzado de brazos todo el día?”.
LA PERSONA EN CUESTIÓN PASABA POR ALTO DOS DETALLES FUNDAMENTALES.
El primero de ellos que, tal y como sucede hoy desgraciadamente, muchas personas afectadas por el demonio se ven obligadas a desplazarse centenares de kilómetros para someterse a los exorcismos con los gastos y molestias que eso conlleva. Y todavía más: que en demasiados casos, la víctima no llega a emprender jamás el viaje por pereza o falta de recursos; e incluso, habiéndose desplazado una primera vez, decide no regresar ya más para proseguir con los exorcismos cayendo sin remedio en la tentación del diablo.
Me consta así, por ejemplo, que el exorcista de Cartagena sigue ocupándose de casos registrados en diócesis como Palma de Mallorca, Madrid, Barcelona o Almería, viéndose desbordado y a veces decepcionado porque alguna víctima que respondía bien a los exorcismos no regresó jamás.
La segunda cuestión es tan sencilla como que un exorcista de una pequeña diócesis no tiene por qué dedicarse en exclusiva a expulsar demonios, sino que puede y debe atender también las tareas propias de su ministerio sacerdotal.
Pese a ello, la inmensa mayoría de las 69 diócesis de España carecen de un exorcista, según datos recopilados por el padre Antonio Doñoro.
Tan sólo 25 diócesis -el 36 por ciento del total- han dispuesto de un exorcista en algún momento de su historia, pero únicamente 18 lo conservan hoy... Sin contar también ahora, para colmo, con una archidiócesis de las dimensiones e importancia de Madrid.
Por orden alfabético, y sin ánimo de abrumar al lector, he aquí las 44 diócesis sin exorcista aún, enumeradas por Doñoro: Albacete, Astorga, Ávila, Barbastro-Monzón, Burgos, Calahorra y La Calzada-Logroño, Ciudad Real, Ciudad Rodrigo, Córdoba, Coria-Cáceres, Girona, Granada, Huelva, Huesca, Ibiza, Jaca, Jerez de la Frontera-Asidonia, León, Lleida, Lugo, Málaga, Menorca, Mondoñedo-Ferrol, Oviedo, Palencia, Salamanca, San Sebastián, Sant Feliú de Llobregat, Santander, Segorbe-Castellón, Segovia, Sevilla, Sigüenza-Guadalajara, Solsona, Tarazona, Tarragona, Terrassa, Teruel y Albarracín, Tortosa, Tui-Vigo, Valladolid, Vic, Vitoria y Zamora.
Reflexionemos, finalmente, sobre esta advertencia evangélica tan actual pues Satanás, regocijado por la falta de exorcistas que le hagan frente, se ensaña cada día con nuevas víctimas:
“Entonces dirá a los que estén a la izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles: porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; era peregrino y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. (Mateo 25, 41-43).
José María Zavala
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