domingo, 30 de septiembre de 2012

DEL ARCÁNGEL RAFAEL: BREVE RESEÑA HISTÓRICA EN EL DÍA DE SU FIESTA



…que fue ayer, ocasión que aprovecho para felicitar a todos los rafaeles, muy especialmente a los que de ellos son mis amigos, y también a cuantos concelebran con ellos, gabrieles y migueles.

La verdad es que el Arcángel Rafael, mencionado como ya hemos tenido ocasión de señalar entre los siete arcángeles en el Libro de Henoc (puede Vd. verlo pinchando aquí si lo desea), sólo aparece citado en un único episodio en toda la Biblia cristiana, ora en el Antiguo Testamento, ora en el Nuevo, un episodio que recoge el Libro de Tobías, del que es uno de sus protagonistas, en el que su nombre aparece citado en hasta catorce ocasiones.

La historia es la siguiente: Rafael, el ángel Rafael, adoptando la apariencia humana de Azarías, primo de Tobit, es enviado por Dios al ciego Tobit, para acompañar a su hijo Tobías en su viaje a conocer a su pariente con la que quiere esposarse, Sarra. Cuando en el curso del viaje pescan un pez, Rafael le dice a Tobías que utilice la hiel para curar la ceguera de su padre, y el corazón y el hígado para desposeer a Sarra, que es víctima de la posesión del demonio Asmodeo, que por cierto, ha ido matando uno por uno a sus siete maridos anteriores, sin permitir a ninguno consumar el matrimonio.

Al final del libro, y sólo al final del libro, Rafael se presenta

“Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor” (Tb 12, 15).

Una reseña que reviste una interesante particularidad, y es la reiteración de que el número de ángeles que tienen entrada a la gloria de Dios, - aunque como hemos dicho nunca son llamados arcángeles en la Biblia -, son “siete”, algo en lo que coincide con el Libro de Henoc, que sistematiza el tema y que, como tuvimos ocasión de ver en su día, incluso nos da el nombre de los siete arcángeles.

La reacción que suscita es la siguiente:

“Se turbaron ambos y cayeron sobre sus rostros, llenos de terror. Él les dijo: «No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecid a Dios por siempre. Si he estado con vosotros no ha sido por pura benevolencia mía hacia vosotros, sino por voluntad de Dios. A él debéis bendecir por todos los días, a él debéis cantar. Os ha parecido que yo comía, pero sólo era apariencia. Y ahora bendecid al Señor sobre la tierra y confesad a Dios. Mirad, yo subo al que me ha enviado. Poned por escrito todo cuanto os ha sucedido.» Y se elevó. Ellos se levantaron pero ya no lo vieron más. Alabaron a Dios y entonaron himnos, dándole gracias por aquella gran maravilla, pues se les había aparecido un ángel de Dios” (Tb. 12, 16-21).

Lo que quiere decir una cosa muy importante: Rafael en todo momento se presenta como un hombre, en todo momento parece un hombre: es una versión más del iconográfico ángel antropomórfico, y sólo al final revela su angélica condición y lleva a cabo alguna función propia y exclusiva de los ángeles, de la que los hombres carecen, como por ejemplo, volar: “Y se elevó” (Tb. 12, 20). Porque como él mismo dice: “Os ha parecido que yo comía, pero sólo era apariencia” (Tb. 12, 19).

Como es fácil de comprender visto lo visto, el Arcángel San Rafael es el patrono de los médicos. Lo es además de los ciegos y de los viajeros y peregrinos, así como, en otro orden de cosas, de la ciudad de Hellín en Albacete, o de la de Madison o Seattle. Se suele creer que lo es también de Córdoba, de donde lo son los mártires Acisclo y Victoria, y de donde sólo es “ángel custodio” desde que así lo informara él mismo al aparecerse al sacerdote Roelas el 7 de mayo de 1578 y poner fin así a una epidemia de peste que asolaba la ciudad. Se acostumbra a representarlo con un callado. Da nombre nuestro arcángel a múltiples ciudades del mundo.

Luis Antequera

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