¿No les parece que hay unos cuantos relativistas que inciden en los puntos que hemos expuesto, incluso en todos ellos, y a los que Jesucristo, que ciertamente no se mordía la lengua, les llama hijos del diablo?
Estos días he estado reflexionando sobre Jn 8,31-47. Es un párrafo del evangelio en el que narra una fuerte controversia de Jesús con los judíos, y en el que encontramos la famosa frase de Jesús: “La Verdad os hará libres” (v. 32), clave para entender tantas cosas de nuestra sociedad actual.
Pero ahora voy a reproducir los versículos 41-47: “‘Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre’. Le replicaron: ‘Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo Padre: Dios’. Jesús les contestó: ‘Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que Él me envió. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo porque es mentiroso y padre de la mentira. En cambio, a mí, porque os digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no escucháis, porque no sois de Dios’”.
Creo que en este párrafo hay que señalar especialmente la frase de Jesús del versículo 44: “vosotros sois de vuestro padre el diablo”, tanto más si tenemos en cuenta que son palabras de Jesús, nuestro Redentor y Salvador, pero que no tiene ningún empacho a decírselas a aquellos judíos que polemizan con Él, pero creo que también están dirigidas a todos aquellos que en cualquier época repiten el comportamiento de esos judíos.
Jesús nos indica cuáles son los motivos por los que esas personas son hijos del diablo. Son estos: a) porque no escuchan la palabra de Dios, cosa en la que insiste al principio y al final de este párrafo; b) porque el diablo es homicida y ellos también, puesto que tratan de matarle (v. 40); c) porque el diablo se mantiene en la mentira y ellos también, porque no creen en la verdad.
Ahora bien, ¿quién reúne estas condiciones y por tanto es hijo del diablo? Por supuesto quienes se separan de Dios y no aceptan su palabra, porque no creen en su existencia o tienen una concepción falsa de la autonomía humana, ya que piensan que aceptar una autoridad superior al hombre iría en menoscabo de su libertad, aunque hay que tener en cuenta que la frontera entre la imposibilidad práctica de creer y la resistencia a creer es muy imprecisa y muchos ateos te dicen: “¡Qué más me gustaría a mí que creer!”. Es indudable que aquí sólo nos referimos a aquéllos que culpablemente se niegan a creer.
El diablo es homicida y ellos también. Es indudable que en esta categoría entran todos los que atentan contra la vida humana, sea causando la muerte de un ser humano, salvo legítima defensa o auxilio necesario, o colaborando de una manera u otra, a que sean posibles las muertes de inocentes. Entran en esta categoría los asesinos, los terroristas, los abortistas, calificando el aborto el Concilio Vaticano II de “crimen abominable” (GS 51), los suicidas, aunque en este caso en muchas ocasiones se trata de enfermedades mentales que llegan a su término, y los defensores de la eutanasia. Es indiscutible que los políticos que apoyan con su voto leyes criminales, son responsables moralmente de su acción.
El diablo es el padre de la mentira. Aquí ciertamente hablamos de cosas importantes, como esa mentalidad que no tiene en cuenta el bien común y pretende destruir la familia o defienden aberraciones como los disparates de la ideología de género, o tratan de corromper a otras personas, incluso menores.
Y ahora una pregunta: ¿no les parece que hay unos cuantos relativistas que inciden en los puntos que hemos expuesto, incluso en todos ellos, y a los que Jesucristo, que ciertamente no se mordía la lengua, les llama hijos del diablo? Lo que sí sé es lo que Jesucristo espera de nosotros, que no caigamos en esos errores y que recemos por la conversión de esos pecadores.
Pedro Trevijano
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