La vida humana es una continua lucha en… varios frentes.
Desde que nace la persona, ella comienza a luchar desde niño y conforme va creciendo, la dureza de estas luchas se va intensificando, hasta el punto de que más de uno, al que o bien no han sabido prepararlo desde niño, para lo que se le avecinaba, o bien, habiendo sido preparado, no ha querido aceptar la preparación que le han dado y desesperado termina suicidándose, para acabar de una vez con estas luchas.
Es lo que vulgarmente conocemos con la frase “la lucha por la vida”, por la vida, en cuanto, se lucha por obtener lo necesario para vivir, pero sobre todo lo necesario para satisfacer nuestro “ego” y nuestra vanidad, al menos en los países denominados desarrollados, aunque desde el punto moral, ético y sobretodo espiritual, más debería de hablarse de países subdesarrollados.
Empleo el término “lucha” en plural, pues estas son varias y de distinta clase. Pero esencialmente podemos considerar la existencia de dos clases de luchas diferentes. Somos cuerpo y alma, materia y espíritu, y para mejor comprender lo que a continuación voy a seguir, escribiendo, no olvidemos que el orden de lo invisible de lo espiritual, al cual pertenece el Señor, creador de todo lo visible e invisible, es un orden superior al de la materia.
Es un mundo de diferencias, las que median entre estos dos órdenes, pero esencialmente, lo más importante para lo que estamos considerando aquí, es que en el orden de lo invisible, todo es ilimitado y eterno y en el orden de la materia todo es limitado y corrupto. El orden de lo material fue creado por Dios, un poco como la cúspide de todo lo creado y lo increado.
Es importante también, el tener siempre presente, la prevalencia y superioridad del orden del espíritu sobre el orden de la materia. Cuando un orden inferior domina a un orden superior, el resultado siempre es un caos, y para que no haya perturbación ni caos y exista ordenación, organización y coherencia; el orden superior ha de dominar al orden inferior.
Para mejor comprender esta idea pensemos en algo que ha sido muy corriente a lo largo de historia de la humanidad. Me estoy refiriendo a un algo tan fundamental para una nación, como es tener un ejército, con rígida disciplina. Cuando en un ejército, se levanta la clase de tropa frente a la oficialidad, este ejército deja de tener efectividad, y pasa a ser una algarada de chusma incontrolada, que se dedica al pillaje y al saqueo. La tropa, carece de capacidad para el mando y la organización.
Pues bien, nosotros que, como ya hemos dicho, tenemos cuerpo y alma, y en el desarrollo de la vida humana, tenemos dos frentes de lucha: los que se nos plantean por razón de nuestra alma y los que se nos plantean por razón de nuestro cuerpo. Nos cuenta los teólogos que han especulado, acerca de cómo era la vida en el paraíso de Adán y Eva, que en ellos su alma dominaba tan plenamente a sus cuerpos y ello era así, hasta tal punto, de que las funciones corporales incontrolables, hoy en día para nosotros, ellos las sometían a los dictados de su voluntad, que como sabemos es esta una potencia del alma, de forma que Adán o Eva, si lo deseaban podían interrumpir, cualquier proceso interior de sus cuerpos, como por ejemplo, el metabolismo alimentario. En ellos el dominio de su alma sobre sus cuerpos era absoluto, hasta que por razón del pecado se invirtieron los términos, y paso a ser el cuerpo el que dominaba al alma.
En nosotros, nuestras almas siguen estando dominadas por las apetencias carnales de nuestros cuerpos, salvo algunos casos muy especiales de personas, que han alcanzado tal nivel de vida espiritual propia que viviendo unidas ya al Señor, y aquí ya en este mundo, sus almas dominan plenamente a sus cuerpos. Pero para los demás, todos tenemos abiertos el frente de lucha corporal o material y el frente de lucha espiritual llamada también lucha ascética.
La finalidad que tiene la primera de estas luchas, es la de satisfacer, los deseos y apetencias del cuerpo, deseos y apetencias estas, que tienden a la adquisición de bienes materiales, aunque algunos de estos bienes, no sean propiamente materiales, como es por ejemplo, el deseo o la apetencia de ser considerado socialmente con títulos y honores, lo cual se encuadran en el orden de lo material, por tratarse de bienes caducos, y que desde luego no es posible encuadrarlos como medios necesarios para de adquirir la vida eterna.
Desde pequeños en el orden espiritual, eso sí, muchos padres, por inercia o por consideraciones sociales bautizan a sus hijos, pero la mayoría de las veces, ignorando lo que les están dando, la condición de hijos de Dios y en relación a este mundo y a lo que le espera al bautizado en su futura lucha ascética, por el bautizo se obtienen la inhabitación trinitaria en el alma del bautizado e infusamente las tres virtudes básicas: la fe, la esperanza y la caridad. Al bautizado se le están proporcionando unas armas de una trascendente importancia, para su futura vida espiritual, si es que es capaz de aprender a usarlas.
Sus padres, pueden hacer mucho en esta enseñanza, sobre todo dándole ejemplo a su hijo o hijos, con el testimonio de sus propias vidas, pero desgraciadamente nada más hacen pues piensan que para ello ya lo envían a un colegio religioso. Hay padres, de todo hay en la viña del Señor, que ni siquiera son capaces de donar a sus hijos el testimonio de sus propias vidas, otros por el contrario se esmeran en formarles en casa, consumo cuidado en su formación espiritual. Y como ningún hijo es “clon”, de sus padres, porque todos somos diferentes, hay hijos con una vida espiritual maravillosa que asombran a la frialdad de sus padres, y otros que formados esmeradamente por sus padres en razón de su vida espiritual, cogen para abajo el camino de la espiral, que conduce al reino de las tinieblas.
Pero salgan como salgan los hijos, nuestra obligación de padres es cuidar por sus vidas espirituales, y si ya son mayores y andan fuera del camino de la luz, no tratar de enderezar lo torcido con sermones, que raro es el caso de que sirvan para algo, sino seguir rezando y prestándoles el testimonio de nuestras propias vidas, lo cual es mucho más efectivo que sermonear. Si no acordarse de Santa Mónica y San Agustín.
Pero en general, los padres quiebran el orden de prioridades que un buen general o gerente de una empresa han de respetar escrupulosamente si quieren tener éxito. Pero los padres más se ocupan, dentro de sus posibilidades económicas, que sus hijos vayan a los mejores colegios y no se pone mucho énfasis en la formación espiritual del niño o la niña, desentendiéndose de ella, si el colegio es de carácter religioso, olvidándose del dijo dicho de que: Donde Dios no pone Salamanca no presta, que acoplándolo a lo que estamos tratado se podría decir: Donde los padres no ponen, el colegio no es Lourdes haciendo milagros.
Para la mayoría de los padres, lo importante es prepara a sus hijos para la lucha de la vida material que le espera, no respetando el correcto orden de prioridades que un cristiano ha de tener y la primera prioridad con mucha diferencia sobre todas las demás se llama Dios. Los padres desde luego dicen que quieren lo mejor para sus hijos, pero cuando lo dicen, siempre están pensando en esta vida mundana que les espera, piensan en una buena carrera u oposición. Nunca en la posterior que también les llegará.
Son muchos los padres, que llegan a edades avanzadas, y ya en ellas se acercan más a Dios, y es entonces, cuando ya su hijos son personas mayores casadas y a su vez también con hijos, se lamentan de lo que no hicieron correctamente y se auto culpan, de las vidas de sus hijos y lo apartados que están estos del amor del Señor. Nadie debe de auto culparse, cada uno hizo de buena fe, lo que creía que debía de hacer en ese momento, quizás no hizo lo suficiente, pero Dios no va a valorar, más que por nuestros errores, por la cantidad y calidad del amor que hayamos puesto en todo y sobre todo en Él.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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