¡Oh Señor, a veces no sé para qué quieres contar conmigo!
A veces no sé si sé que sin Ti la vida se queda sólo en un capricho o en un vestigio de sombras.
A veces no sé si sé que sin Ti la vida se queda sólo en un capricho o en un vestigio de sombras.
Ya me ves, una mujer y unos hijos (se bastan por ellos mismos), este afán por las nubes y los libros y poco más, muy poco más.
Tan poco que no merece la pena escribirlo.
Me siento en cualquier sitio y ahí me quedo, sin decir nada. Observo las cosasy las imagino dentro de un siglo.
O en el año 3000 después de tu venida al mundo.
De mí ya no se acordará nadie (¡nadie!), ni siquiera sobrevivirá un verso.
Y mis hijos estarán muertos, así como los hijos de mis hijos, sólo quedará la cenizaen algunos olvidados nichos del cementerio, del mar o de la brisa.
(La ceniza que un día resucitará en el mismo cuerpo en el que ahora vivo).
¡Oh Señor, a veces no sé si ni tan siquiera existo!
Y se me olvida que me amas.
Sólo pienso en mí y en lo que será de mí y de lo mío.
Pendiente de todo menos de Ti, infinito aliento de mi vida y de aquella rosade fuego que un día soñé que era el cielo.
Guillermo Urbizu
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