El contacto físico es una fuente de sensaciones diversas.
Dentro de tema del amor, entendido este no como amor erótico o sexual, también el contacto físico, juega un papel muy importante. Los seres humanos y también los animales reaccionamos siempre positivamente al contacto que recibimos de otros seres, sean estos personas o animales. Estrechar la mano de otra persona o besarse con ella, cuando nos la acaban de presentar o si ya la conocemos y es de distinto sexo, es un acto natural de afecto limpio y puro, que expresa querer o amor fraternal.
Existe una tendencia muy generalizada que nos lleva a pensar que una caricia entre seres humanos que no poseen vínculos consanguíneos, siempre hace referencia a un deseo malsano. Hace años esto se llevaba muy a rajatabla y Dios me librase de besar solo en plan de saludo, a cualquier amiga de mi mujer, aunque la conociese, desde mucho antes que a ella. Ir los novios del brazo por la calle o cogidos de la mano, estaba muy mal visto. Recuerdo que cuando me casé, después de la ceremonia de la boda y antes de ira a celebrar la boda con el conocido banquete, acompañé a mi mujer al colegio de monjas donde se había educado para poner el ramo a los pies de la Virgen. Nos recibieron las monjas, que si se besaron con mí ya mujer, pero a mí para que no cupiese duda, y quitarme toda tentación, metieron todas las dos manos debajo de los hábitos y me hicieron una leve inclinación de cabeza a modo de saludo. Como yo sabía lo que pasaba no se me ocurrió intentar darles la mano, porque me habría quedado con ella en el aire. Y ahora estoy harto de besar monjas, incluso una vez, le di un beso a una soldado, que era la conductora oficial de un sobrino mío que era entonces coronel de ingenieros, y a la que yo tomé por una hija suya, ¡es lo que me faltaba, besar a un soldado!
Ahora, siempre me sonrío cuando veo las meteduras de pata que tienen los jóvenes directores de cine, cuando dirigen una película sobre hechos ocurridos a principios o mediados del siglo pasado, películas estas, en las que los enamorados se besan abrazándose públicamente en la calle o en una estación de ferrocarril, sin que esto llámese la atención en aquella época. En aquel entonces, eran inconcebibles estas escenas en público.
Pues bien, para los jóvenes a los que les han lavado el cerebro, les diré que: en aquellas épocas, en todos los países había censuras y mucho más rígidas, que la que ellos suponen que imponía en España el santo ogro llamado Franco. Concretamente, era terrible la que había en la puritana Gran Bretaña, y si no se lo creen, solo basta con ver una película de aquella época, en versión inglesa para que no se alegue que Franco la censuró, y se darán cuenta de la limpieza de estas en el aspecto sexual. En referencia a Norteamérica, había una curiosa norma de censura, a los directores cinematográficos, conforme a la cual, dos personas de distinto sexo no podían estar sentadas o levemente echadas en un sofá u una cama, si al menos una de ellas no tenía los pies puestos en el suelo. Se comprenderá enseguida, que con los pies puestos en el suelo, no se puede consumar en una cama o un sofá un acto sexual. Y no digamos ya de las censuras en países democráticos, durante la segunda guerra mundial, que las justificaban por razones bélicas.
Pero volviendo a lo que nos ocupa, diremos que todo ser humano necesita afectividad y esta necesidad como mejor se demuestra, es por el contacto físico, limpio de cualquier malsano deseo sexual. Quien bien sabe de esto y lo comprenden son las madres con sus bebes. Ellas necesitan estrujar a su bebe, y el bebe necesita que lo estrujen y lo coman a besos. Los hombres como padres, somos más reticentes y no sentimos esa necesidad de afectividad con los bebes que tienen las madres. Y esto es sencillamente por la más refinada sensibilidad y emotividad del género femenino.
Somos criaturas creadas por y para el amor, porque Amor es nuestro Creador, por ello necesitamos todos imperiosamente amar y ser amados, y esto lo obtenemos por nuestra afectividad, cuya más singular expresión es el contacto físico. La afectividad humana nos lanza muchas veces a contactos físicos inesperados con personas que inclusive no conocemos de nada, en situaciones especiales de tragedias o alegrías. Así tenemos antiguas fotografías de personas abrazándose y besándose, incluso en aquella época en público, por razón de la terminación de una guerra, la obtención de un gran triunfo deportivo, o por el dolor de una tragedia terrorista. En estos otros varios casos en la persona explota hacia fuera su necesidad de afectividad. En situaciones de pésames mortuorios, además de besar y abrazar a las féminas doloridas, también llegamos a besar y abrazar amigos que en situaciones normales nos limitamos a darle la mano.
Muchas veces es bueno que venzamos nuestra timidez, el que lo sea naturalmente, y tomar la mano al amigo o a la amiga, abrazarle, dar una palmada en el hombro, incluso a veces a desconocidos o poco conocidos, si sabemos que se encuentra atravesando por un momento difícil, debemos aprender también a hacer lo mismo cuando queremos manifestar agradecimiento, amistad, hermandad, aprecio, ánimo, consuelo, y lo mejor de todo, alegría. No se cohíba uno o una de dar una caricia porque la sociedad nos ha enseñado o nos ha impuesto la norma de que ya no están mal vistas estas expresiones, cuando existen fuertes razones para ello. Una vez en un velatorio de cuerpo presente, estaba sentado al lado de la viuda, que era una joven mujer que rondaba los cuarenta y muy pocos años y se quedaba con cinco hijos, de ellos tres que aún no habían cumplido los diez años de edad. Le cogí la mano a la viuda, aunque quizás no era yo el más indicado para hacerlo y ella se agarró a mi mano y estuve toda la noche en esa situación. Años más tarde esta familia salió adelante, como siempre suele ocurrir, cuando se trata de una viuda, y más de una vez, ella me ha recordado y agradecido el bien que recibió en aquellos momentos por un simple gesto, que reconozco, que tuve cierto reparo en ejecutarlo por el qué dirán.
Todo lo ya escrito, nos da la prueba de lo necesitados que estamos en todo momento importante de nuestra vida, del calor de otros seres vivos, el saber que humanamente hablando no estamos solos, que otros seres que comparten nuestras penas y nuestras alegrías. Pienso en la importancia que para el Señor debió de tener los gestos demostrativos de la afectividad, pues Él como cualquiera de nosotros era humano. Así se explica el regalo que le hizo a la Verónica dejándole grabado su rostro en el paño que ella utilizó para limpiarle su rostro, o la dicha que debió de sentir al recibir el gesto de afectividad de María de Magdala, cuando ella rompió el frasco de alabastro y según San Marco ungió sus cabellos (Mc 14,3) aunque San Juan indica, que lo que ungió fueron sus pies (Jn 12,3).
Al estímulo del contacto físico, no solo reaccionan las personas sino también los animales, tanto los salvajes, como los domésticos, aunque de estos últimos tenemos más testimonios y vivencias increíbles, sobre todo en relación a perros y caballos de los cuales tengo bastante experiencia. Mi memoria está llena de muchos recuerdos, en relación a caballos, recuerdo uno que tuve, nacido en casa de mis padres, que cuando solamente era un potro y me veía en el campo iba por detrás de mí y me daba un por la espalda un empello con su frente que casi me tiraba, para que le acariciase. Y en relación a perros, el weimarener que actualmente tengo, hay veces que no me deja trabajar, pues viene a buscarme para que lo acaricie, cuando no está echado a mi lado, apoyando su cabeza en mis pies para tener contacto físico.
Es esta una de las virtudes del contacto, el hecho de él que nos tranquilizan y nos dan seguridad, tanto a las personas como a los animales. Los sicólogos no explican que: La investigación demuestra los muchos beneficios del poder del contacto físico. Cuando los padres o proveedores de cuidado les dan afecto físico a los niños, eso no sólo los calma, sino también crea un vínculo emocional que les proporciona abundante y saludable confianza en sí mismos, la cual les ayudará después a lidiar con problemas como la ansiedad por separación, y los hará independientes, productivos y llenos de relaciones saludables. Sabemos que cuando estamos necesitados de una caricia, no hay nada más reconfortante, no hay paliativo, ni siquiera palabra, que tengan la eficacia del contacto físico; tan es así, que las manifestaciones de este contacto se dan muy primitivamente entre los seres que no poseen la capacidad de pensar como nosotros.
Me gustaría concluir esta glosa hablando de un importante tema, cual es el contacto físico y tremendamente afectivo que recibimos cuando comulgamos. Este es el maravilloso regalo que el Señor nos dejó: la Eucaristía. Pensemos que en ella recibimos una autentica caricia afectiva de Nuestro Señor, porque es su cuerpo y sangre lo que recibimos. El tema es tan importante que merece una glosa en especial, a la que me dedicaré, cuando salga del atasco de trabajos que tengo.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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