La imaginación es un don que nuestro Creador nos ha concedido, y del que hacemos poco uso.
La imaginación puede desarrollarse como un músculo, y al final puede ser una fuerza poderosa que podemos usar para nuestro bien.
Por ejemplo, durante la oración podemos imaginarnos escenas de la vida de Jesús. En la vida ordinaria, si pasamos por una situación dolorosa, podemos imaginarnos que estamos viendo nuestra vida en una pantalla de cine. ¿Si estuviera cómodamente sentado en mi butaca, qué pienso que debería hacer el protagonista?
Con la imaginación podemos imaginarnos a los ángeles caminando al lado de la gente. Cuando tu jefe te trate mal, puedes en silencio imaginar: algún día yo seré su jefe, y él me hará la pelota, y magnánimamente me dejaré hacer la pelota.
Con la imaginación podemos disfrutar mucho más de las novelas que leamos. Si esperamos a que llegue al autobús sentados en la parada, podemos cerrar los ojos y viajar con la imaginación.
La imaginación nos permite viajar, reconstruir escenas de la Historia, disfrutar de la literatura, hacer mejor la oración. Usadla, fortalecedla.
Padre Fortea
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