Pocos son aquellos que no acepten la idea de que hemos sido creados, no nos hemos auto creado nosotros mismos, y todo los que nos rodea ha sido también fruto de una creación.
Que esta creación haya evolucionado, ni yo ni nadie supongo que lo pone en duda, pero todo aquello que evoluciona necesita un punto de partida un algo aunque sea ínfimo, porque de la nada, nada evoluciona. Si sigo avanzando en el desarrollo de estas ideas primarias, llegaré a la inevitable conclusión de que Dios existe y nos ha creado, estoy seguro que en la medida que avance en el desarrollo de este razonamiento, irá aumentando el número de personas que no se encuentran de acuerdo total o parcialmente, con él. Por lo que le recomiendo al que no sea católico practicante, que no se moleste en seguir leyendo esta glosa, para él va ser una pérdida de tiempo y a lo mejor se pone hasta de mal humor.
Hace unos quince días escribí una glosa titulada: “Los pinceles de Dios”, en la que decía: Los hombres somos los pinceles de Dios, los instrumentos que Dios utiliza para pintar su gran cuadro, entendiéndose por este cuadro, el mundo en que hemos nacido, vivimos y del que irremisiblemente, nos iremos. El principio básico que hemos de considerar es que todo absolutamente todo ha sido hecho por Dios y es Dios el que lo sigue haciendo todo hoy en día, como siempre lo ha hecho, y lo seguirá haciendo hasta que él quiera parar, utilizándonos a nosotros como instrumentos de sus realizaciones. Somos lo instrumentos de Dios, carecemos de todo mérito o gloria propia de cualquier cosa que hagamos, toda ella le pertenece a Dios y de lo que no nos damos cuenta y es lo peor, es que nosotros continuamente se la estamos robando.
Se me responderá: El hombre ha hecho mucho, y sobre todo últimamente si tenemos en cuenta todos los avances científicos, inventos mecánicos, electrónicos, desarrollo de nuevas tecnologías, creación de obras de arte maravillosas, etc. Veamos: Se habla y se emplea el vocablo creación y podemos afirmar que el hombre, en contra de lo que se pueda pensar, movido por su soberbia, jamás ha creado nada. Si miramos el diccionario de le RAE, veremos qué: Crear es hacer algo partiendo de la nada. Y partiendo de la nada el hombre es incapaz de hacer algo; el hombre en todo caso inventa, desarrolla o descubre algo que ya existía, pero que le permanecía oculto a su pobre inteligencia, pero jamás crea nada.
¿Y que es inventar? Si volvemos al DRAE, veremos que inventar, es: Hallar o descubrir una cosa nueva o no conocida. Y esto es lo que hace el hombre en cumplimiento del mandato del Señor, que nos dijo: “Vosotros pues, sed fecundos y multiplicaos; pululad en la tierra y dominad en ella” (Gn 9,7). Pero el hombre no crea nada, sino solamente descubre y va aplicando y utilizando, las maravillas de piedras, metales, fuerzas y ondas que eran desconocidas antiguamente. Y se me dirá: ¿Acaso los artistas no crean obras de artes? Las obras de arte ya han sido antes creadas por Dios, el artista, pongamos el ejemplo del pintor, lo único que hace es utilizar los colores creados por Dios para fabricar cuadros que son copia de lo que se encuentra en la naturaleza, ya se trate de flores, paisajes, figuras de personas o de animales o de objetos que han sido fabricados por otros hombres.
Toda la gloria es de Dios, nosotros solo somos indignos siervos suyos, que además de no reconocerle su gloria en la creación de nosotros mismos, y de todo lo que nos rodea, tenemos la desfachatez de robarle su gloria, creyéndonos que hemos sido capaces de crear algo. Pero es que no solo no somos capaces de no crear, porque de la nada no somos capaces de sacar algo, sino que cuando descubrimos, fabricamos o inventamos algo, nuestra vanidad y soberbia nos hace pensar, que hemos sido nosotros los que lo hemos hecho, cuando en la realidad hemos sido, somos y siempre seremos unos meros instrumentos de Dios.
Y no pensemos que al menos somos unos buenos instrumentos, pues la mayoría de las veces somos unos deficientes instrumentos, incapaces de funcionar bien, porque queremos funcionar al margen de lo que Dios desea de nosotros, y así nos van las cosas. En el mundo el hombre realiza buenas obras, que son aquellas que están en la línea de lo que Dios desea, pero desgraciadamente la mayoría de las veces el hombre se niega a ser instrumento dócil de Dios y pasa a serlo del demonio. Y ante todo esto unos se pregunta: ¿Cómo Dios lo permite teniendo capacidad de evitarlo? Solo hay una respuesta a esta pregunta y es el “amor de Dios a los hombres”. Él nos creó por razón de amor, y por razón de amor nos dio el libre albedrío, que es capacidad que nosotros tenemos, de volvernos hacia y contra nuestro Creador. Y por razón de amor, nos respeta nuestro libre albedrío porque si no lo tuviéramos careceríamos de la capacidad que tenemos de hacer el mal, pero también la de hacer el bien y obtener réditos positivos a los ojos de Dios.
Como instrumentos de Dios que todos somos, el nos utiliza para hacer el bien, pero como quiera que también podemos hacer y hacemos el mal, cuando esto ocurre, el procura siempre obtener el bien del mal que nosotros hacemos. Tal es la explicación que le podemos dar al hecho de lo que ha pasado con el fundador de los Legionarios de Cristo. La gloria de la fundación de una orden religiosa es al cien por cien de Dios, San Ignacio de Loyola, Santo Domingo de Guzmán, San Francisco de Asís, San Alfonso María Ligorio, San Josemaría Escrivá, y otros muchos solo han sido dóciles instrumentos de Dios. Para mí, me resulta muy nefasta una tendencia que hay en muchas órdenes religiosas, por parte de sus miembros sobre todos en sus comienzos, de dedicar al fundador de la orden un culto muy especial que muchas veces rompe la dulía en sentido ascendente. Confirmación de lo dicho es lo que ha pasado con el P. Maciel. Dios por supuesto, sabía de antemano lo que iba a pasar y sin embargo, le otorgó al P. Maciel el carisma fundacional de la orden, pero este carisma subsiste con independencia de la persona a la que Dios se lo otorgó. ¿Por qué Dios hizo esto así? Para mí, que el Señor quiere que seamos siempre conscientes de que nosotros solo somos instrumentos de Él. La orden de la Legión de Cristo, la fundó el Señor, no el P. Maciel que solo fue un instrumento. Y ¿por qué escogió Dios un instrumento mellado para realizar la orden? Para mí que a Dios le gusta que se manifieste su gloria, haciendo grandes cosas con instrumentos mellados. Si no ahí tenemos los ejemplos de las vidas de San Pablo o de San Agustín, sin ir más lejos. Yo pienso muchas veces que Dios por ocultas razones, quizás para que más claramente seamos conscientes de su gloria y grandeza, le gusta trabajar y construir con materiales de derribo.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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