jueves, 22 de abril de 2010

ENTENDIENDO LA EUCARISTÍA


ENTENDIENDO LA EUCARISTÍA – PRIMERA PARTE

Jesucristo está ahora glorioso en el Cielo y en el Sagrario, donde adoramos al Señor, le damos gracias, y pedimos su ayuda.

¿Qué es la Eucaristía?
Nos lo dijo muy claro en aquel discurso de Cafarnaum, donde prometió dejarnos su cuerpo como alimento: “Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el Pan que yo le daré es mi Carne para la vida del mundo” (Juan 6,51) “Quien come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en mí y yo en él” (Juan 6,56)

En el Cenáculo, aquel memorable Jueves Santo, instituye este maravilloso misterio de quedarse hecho pan; “Tomo pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y Comed esto es mi Cuerpo...”y tomando el cáliz: “Bebed todos de él pues esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por todos para la remisión de los pecados” (Mateo, 26, 26-28)

Lo creemos porque el mismo Jesús lo dejó claro. Así lo dice un antiguo escritor cristiano, San Cirilo de Jerusalén: “Puesto que el mismo Cristo anunció y dijo del pan: esto es mi Cuerpo, ¿Quién se atreve a dudar?”. Y así lo han creído todos los fieles desde la época apostólica hasta nuestros días, como bien lo recoge el reciente Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1374: “Jesucristo está verdadera, real y substancialmente con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad”

Alguien podría decir: nada veo en la Eucaristía, ni nada siento. Y, le podríamos responder: cuando el cielo está nublado, no veo el sol, ¿señal de que no existe? O, no siento que la tierra está girando, ¿señal de que está parada?

Pensemos cómo la gran mayoría de las cosas que sabemos es porque aceptamos lo que nos dicen nuestros maestros y nuestros padres: ¿quién ha visto un átomo, la fuerza gravitacional, Neptuno y Plutón?... ¿Quién ha sacado los cálculos de la casa donde vive? ¡Le hemos creído al señor que la hizo!, ¿Quién analiza los alimentos que tomamos? ¡Le hemos creído a la cocinera que los hizo con higiene! Le creemos a tantos humanos, y ¿vamos a dudar de las palabras de Jesús, que nos mostró con su vida, su palabra y sus milagros que es el verdadero Dios? ¿Se habrán equivocado millones de católicos durante 2000 años, muchos de ellos, santos y sabios?

La Eucaristía es un misterio de Amor que sólo parece imposible a aquel que no cree que Jesucristo es Dios, Creador y Señor omnipotente del universo.

1. LOS MODOS DE LA EUCARISTÍA
(Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1356-1401)

Ø Como un Sacrificio porque hace presente el sacrificio de la Cruz, porque es su memorial y nos aplica su fruto. Es cuando le llamamos Santa Misa.
Ø Como Banquete sagrado de la Comunión en el Cuerpo del Señor.
Ø Como Presencia Eucarística de Cristo que se queda en el Sagrario, para permanecer a nuestro lado, para sostenernos, para guiarnos.

2. POR QUÉ PARTICIPAR EN LA SANTA MISA
Los hijos tenemos las mismas relaciones con Dios, nuestro Padre, como con nuestros padres de sangre:
Ø La primera es la relación del respeto con Amor. En el caso de nuestro Padre Dios, como además es nuestro creador es también de adoración.
Ø La segunda es de agradecimiento por todo lo que nos conceden y nos dan de una manera generosa y desinteresada.
Ø La tercera es la de pedirles perdón, cuando les hemos ofendido en algo.
Ø La cuarta es la de pedir, esta es la que hacemos con mayor frecuencia.

Pensemos por un momento la grandeza de Dios: observemos el cielo lleno de estrellas, y sintamos su grandeza infinita, al saber que somos una infinita parte del universo. ¿Qué tan perfecto será nuestro Padre Dios que pudo hacer todo esto con un orden maravilloso? Por otro lado sintamos nuestra pequeñez: somos uno entre 6 mil millones de personas, y si faltáramos, no pasaría gran cosa sobre la Tierra.

¿Cómo poder llegar hasta las alturas de mi Padre, para adorarlo, darle gracias, pedirle perdón o pedirle por tantas necesidades que tengo?

Acostumbramos usar el correo o el email cuando queremos mandar mensajes, ya sea de un país a otro, de una ciudad a otra. Esos escritos suelen llevar detalles de cariño, noticias, peticiones, encargos, etc. No basta escribirla para que llegue a su destino, si la carta se queda en un cajón o no pongo el “send” a un mensaje electrónico. ¡Ahí se queda sin que nadie la lea!

Pues bien, el correo de ida y vuelta con nuestro Padre Dios, es la Santa Misa.

Cuando Jesucristo muere el viernes Santo, muere por todos los hombres de todos los tiempos. Va a ofrecer esa Pasión y esa muerte que le dimos los hombres, por nosotros.

Así podríamos decirle a nuestro Padre: Señor no valgo nada, yo quién soy para que me escuches y me concedas lo que te pido; pero mira, por los méritos de tu Hijo muerto en la Cruz, escúchanos. Y para que esto no lo vivamos a distancia de miles de años, Jesús da a la Iglesia el poder de borrar 2000 años de historia, y de volver a hacer presente su sacrifico del Calvario, y así estar presentes en ese sacrificio, participando de sus frutos, principalmente del Espíritu Santo que brota de la Cruz, que nos hace hijos de Dios, y nos ayuda a comportarnos como tales.

Ahora, ¿Qué tiene que ver esto con el correo? Pues bien, nosotros que queremos adorar a Nuestro Padre, darle gracias, pedirle perdón y clamar por nuestras necesidades, sólo tenemos un camino: unirnos al único sacrificio, unirnos a Cristo en la Cruz, y no asistir a la Santa Misa, al menos los domingos, es como dejar la carta en el cajón, quedando estancadas con cosas que queríamos mandarle a Dios, y nos quedaríamos sin gozar de los muchos beneficios, que a través de la Santa Misa, nos hace partícipes nuestro Padre, rico en misericordia. Pues la Santa Misa es ese correo de ida y vuelta; a través de ella nos llegan todas las gracias.

¿Qué es la Santa Misa? Un diluvio de gracias que parte de la Cruz; un Gólgota siempre presente; es Cristo que se sacrifica incesantemente en medio de nosotros.

Pensando en la necesidad de tener como alimento la Palabra de Dios, y para que sus hijos se fortalezcan en el espíritu por medio de estas enseñanzas, la Iglesia ha establecido un ciclo de lecturas que dura tres años, en los cuales se lee casi la totalidad de la Biblia.

3. ¿QUÉ CONTIENE LA HOSTIA SANTA?
En la Hostia Santa está todo Jesús.

Tratemos de darnos cuenta de la extensión de esta verdad. Que esté todo Jesús, no sólo quiere decir que esté como Dios y como Hombre; significa también, que allí se encierra toda su vida mortal y gloriosa; quiere decir, que allí está, no solamente el Ser de Jesús sino también su actividad. En la Hostia Santa está Jesús, como Hostia, como víctima, como inmolado.

Es verdad que Jesús en la Eucaristía está Glorioso e Impasible, pero también es cierto, que el estado eucarístico es un estado victimal, que en la Hostia se encuentra Cristo como una víctima sacrificada por nosotros. Precisamente por eso llamamos a este Sacramento Hostia, que quiere decir, víctima. Si se me permite la comparación, la Eucaristía es como una concha divina que encierra una perla de precio inestimable y esa perla es el sacrificio de Cristo. Ahí está viviente su dolor, ahí está viviente su sacrificio. Y por eso, cuando instituyó este sacramento adorable, clausuró aquella ceremonia, la más grande que han contemplado los siglos con estas palabras impregnadas con la tristeza de la despedida: “Hagan esto en memoria mía”, como si quisiera decir: siempre que te acerques a la santa mesa, siempre que celebres estos misterios, alma querida, acuérdate de cuánto he sufrido por tu amor, de cuánto te he amado y... ¡ámame tú también!

Gracias a la hostia santa, el recuerdo de Cristo, vive después de veinte siglos en los corazones humanos; a pesar de su inconstancia y de su volubilidad. Y no digo que se le ama como hace veinte siglos, porque cada día se le ama más a medida que más se conoce y comprende su Eucaristía adorada.

Los hombres, por grandes beneficios que hayan hecho a la humanidad, acaban por ser olvidados y su memoria apenas sobrevive en las páginas insensibles de la historia. Jesucristo es el único hombre que, muerto hace veinte siglos, se le ama todavía y se le ama cada día mejor; porque donde quiera que hay un altar, una mesa eucarística, una Hostia expuesta, ahí se recuerda su amor y los hombres le rinden en homenaje espontáneo su corazón.

4. ¿QUÉ ME DA JESÚS CUANDO LO RECIBO?
La Eucaristía es un don total, en el cual Jesús no solamente nos da sus dones, es decir, el aumento de la gracia santificante que todos los sacramentos producen, sino que es el “autor mismo de la gracia”; y no solamente nos da su Cuerpo sino también su Alma; no solamente nos da su Humanidad Sacratísima, sino también su Divinidad; y con ella la persona del Verbo Divino, y con el Verbo vienen a nosotros el Padre y el Espíritu Santo, puesto que las Tres Personas están inseparablemente unidas, como Dios, Trino y Uno. Esta es la sustancia del cielo, que quiere decir, que cuando comulgamos, todo el cielo viene a habitar en nuestra alma; de manera que después de la comunión, ni Dios tiene más que darnos, ni nosotros, por ambiciosos que seamos tenemos más que pedirle.

La Eucaristía es un don total, en donde Jesús, se nos da en la totalidad de su Ser sino en la sustancia de sus misterios y en el mérito de sus virtudes; la Eucaristía es Jesús niño, con todos sus encantos; es Jesús adolescente, con todos sus atractivos... es el Jesús de las bienaventuranzas, es el Jesús que con un gesto de su mano encadena los vientos, apacigua las olas y calma las tempestades, tempestades de Genesaret como las del corazón...

Es el Jesús que consuela a los afligidos, como a la viuda de Naim, que le dice ¡“no llores más”!; es el Jesús que cura a los enfermos, porque de Él sale una virtud que sana lo mismo a los cuerpos que a las almas; es el Jesús que resucita a los muertos y devuelve la vida - la natural y la sobrenatural -, “porque es la Resurrección y la Vida”; es el Jesús que agoniza en Getsemaní por el temor, la tristeza y el hastío, para poder comprender todos nuestros temores, y todas nuestras tristezas, y el “inexorable hastío de la vida”; es el Jesús maniatado, abofeteado, escupido, flagelado, coronado de espinas; es el Jesús que muere en el calvario abandonado de los hombres y por su mismo Padre Celestial.

La Eucaristía es un don total, porque nos da a Jesús en el mérito de todas sus virtudes y como el ejemplar modelo de todas ellas.

En la Eucaristía se nos da a Jesús “humilde y dulce de corazón” el Jesús “paciente y de mucha misericordia”, el Jesús que pasaba las noches en oración y ahora vive intercediendo siempre por nosotros, el Jesús cuyo corazón es “todo un incendio de amor”, el Jesús víctima, siempre inmolado por nuestros pecados, el Jesús que es nuestra recompensa excesivamente grande.

5. LOS FRUTOS DE LA COMUNIÓN
(Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1391- 1401)

• La Comunión acrecienta nuestra unión con Cristo.
Después de que comulgamos, “ya no soy yo quien vive en mi”, la comunión es la que justifica la audaz afirmación de San Pablo: “para mí vivir, es ser Cristo”, pero ¿para qué recurrir a los discípulos si tenemos la voz autorizada del Maestro? “Así como yo vivo por el Padre, el que me come, vivirá por Mí”
• Lo que significa y lo que produce el alimento material en nuestros cuerpos, es lo mismo que realiza de manera admirable la Comunión en nuestra vida espiritual. ¿Qué podríamos hacer si no comiéramos? ¿Nos moriríamos?
• La comunión nos separa del pecado y borra los pecados veniales (para borrar los mortales tenemos que acudir a la confesión), y nos preserva de futuros pecados mortales.
• La Comunión refuerza la unidad de la Iglesia y entraña un compromiso a favor de los pobres y necesitados.

Nos vienen bien unas palabras del Papa, dirigidas a los organizadores del Congreso Eucarístico Internacional, que se celebraba en Lourdes en 1981, con ocasión del Congreso Centenario: “Conviene no descuidar ningún aspecto de esta participación de la Eucaristía. Ésta comporta ante todo la acción de gracias y de adoración que deberán tener un puesto privilegiado en el Congreso, en las celebraciones de la Misa, en las procesiones, en las horas de recogimiento ante el Santísimo Sacramento. Incluye la conversión que la prepara y acompaña, en la línea de las primeras palabras del Evangelio y del mensaje confiado a Bernardette Soubirous. Pide un compromiso resuelto de vivir el amor recibido de Dios en las relaciones efectivas de justicia, de paz, de misericordia, compartiendo los diferentes aspectos del pan cotidiano con todos nuestros hermanos. Así debe presentarse la Eucaristía, en su dimensión vertical y horizontal. Así prepara la renovación de las personas y, poco a poco, la renovación del mundo”

6. JESÚS SE HA PUESTO EN NUESTRAS MANOS
La Eucaristía es un don que exige responsabilidad. Dios se ha quedado indefenso, confiando en nuestra respuesta de amor. ¿Cómo lo has tratado hasta ahora? Muchas veces lo dejamos solo en nuestros templos, no acudimos a su invitación a participar en la Santa Misa, y lo que es peor, ¿cuantos lo reciben en pecado grave?

La Pontificia Comisión para los Congresos Eucarísticos Internacionales ha preparado un texto base para los Congresos Eucarísticos que se llevarán a cabo en todo el mundo. Ahí nos dice en el número 15 lo siguiente: “Frente al Pan de la vida partido, “por nosotros”, no podemos más que decir, con fe humilde: “Oh, Señor, no soy digno de participar en tu mesa, pero di tan sólo una palabra y seré salvado”. No hemos de olvidar que la noche del gran Sacramento es también la noche de la traición culpable del Judas.

“Desgraciadamente, es posible recibir indignamente el cuerpo y la Sangre del Señor: acoger a Cristo exige dejar que Él viva en nosotros, que hable y obre a través de nuestra voz y de nuestras manos, que continúe su misión oblativa en nuestra vida gastada “por los demás”, sin excluir a ninguno. “Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa; pues quien come y bebe sin discernir, el cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1 Cor 11,28-29). Por eso el que ha faltado gravemente contra uno de los mandamientos de Dios, antes de acercarse a recibir la Comunión Eucarística debe purificarse del pecado por medio del sacramento de la Penitencia.

De hecho, por una parte, la Eucaristía es fuente de reconciliación y compromete a los creyentes a ser promotores eficaces del perdón. Por otra parte, para que cada uno pueda acercarse dignamente a recibir el Cuerpo de Cristo, es necesario que se reconcilie no sólo con Dios, sino también con los hermanos y la comunidad. Es el significado - en el rito romano -, de la señal de la paz, intercambiada antes de la comunión que une a todos en un solo cuerpo, animado por los frutos del Espíritu: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí” (Gal 5,22).

Para recibir en verdad el Pan entregado “por vosotros y por todos”, debemos reconocer a Jesús en los hermanos más pobres, en los pequeños en los despreciados. La Eucaristía exige una respuesta de vida renovada, abierta al amor sincero. San Juan Crisóstomo nos recuerda: “Has gustado la Sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así no te has hecho más misericordioso”.
(Ver Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1384 y 1385).

7. LA COMUNIÓN DIGNA
Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar” El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” ( Jn. 6,53) “Para responder esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: “Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discurrir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1 Cor 11, 27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar”
(Catecismo de la Iglesia Católica n.1384 – 1385)

No podrá comulgar quien:
• Falta a Misa los Domingos o Fiestas de Guardar (Catecismo de la Iglesia Católica 1389, 2042; 2180 a 2183 y Código de Derecho Canónico 1247) por descuido, indiferencia o apatía.
• Quién está divorciado y vuelto a casar (Catecismo de la Iglesia Católica 1665)
• Quien no se confiesa y comulga al menos una vez al año (Catecismo de la Iglesia Católica 2042)
• Quien ve pornografía o asiste a espectáculos inmorales.
• Quien se emborracha.
(Hemos puesto aquí sólo algunos. Si tienes dudas acude a un confesor)

El Ayuno Eucarístico.
“Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben observar el ayuno prescrito por la Iglesia (Catecismo de la Iglesia Católica 1387) “ Quienes vayan a recibir la Santísima Eucaristía, han de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la Sagrada Comunión, a excepción sólo de agua y de las medicinas “ (Código de Derecho Canónico 919) No obliga a los enfermos o personas de edad avanzada (idem)

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