LA VERDAD ACERCA DEL CIELO
El Cielo es la esfera espiritual en la que la gloria de la presencia de Dios se manifiesta.
¿Qué imágenes vienen a su mente cuando piensa acerca del cielo? ¿Piensa usted en un modo de vida que es excitante y satisfactorio? ¿O acaso las palabras en el epitafio de una querida alma se acercan mucho más al blanco?
No llores por mí, amigo, aunque la muerte nos separe. Voy a hacer nada por siempre jamás.
¿Despierta el Cielo para usted un sentido de anticipación, o evoca visiones de inactividad monótona y aburrida? ¿Cómo es el Cielo realmente? ¿Es el Cielo algo que siquiera valga la pena pasar un tiempo pensando en él? ¿O deberíamos relegar los pensamientos acerca del Cielo a los rincones polvorientos de nuestra mente, a fin de no convertirnos en personas sin ningún uso terrenal?
En este artículo queremos concentrarnos en lo que dice la Biblia acerca del Cielo, y cómo estas enseñanzas deberían impactar la forma en que vivimos. Vamos a destacar algunas de las verdades fundacionales acerca del Cielo reveladas en las Escrituras.
Sabemos, antes que nada, que el Cielo es la esfera espiritual en la que la gloria de la presencia de Dios se manifiesta y en donde moran los ángeles de Dios y todos los creyentes que han partido de este mundo (Hebreos 12:22-24). Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama "el cielo". El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha (CIC 1024). Los pocos atisbos del Cielo que nos dan las Escrituras revelan una sensación penetrante de la santidad de Dios (Isaías 6; Apocalipsis 4-5) que tuvo un impacto alarmante y sobrecogedor sobre aquellos a los que se les concedieron tales visiones (Isaías 6; Daniel 7:9-28). Isaías, cuando vio al Señor sentado sobre Su trono, dijo, "Ay de mí... pues mis ojos han visto al Rey, Señor de los ejércitos".
También se nos informa que es un lugar que las palabras humanas son inadecuadas para describir plenamente. Ezequiel sólo podía describir "como qué" era la gloria del Cielo o a qué "se parecía" (Ezequiel 1). Al describir su aparente visita al cielo, el apóstol Pablo dijo que "oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar" (2 Corintios 12:4). ¡Lo que él vio no era posible describirlo en términos humanos!
Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman" (1 Co 2, 9) (CIC 1027). ¡Con razón Pablo dice en otra parte que lo "admiraremos" cuando veamos al Señor cuando venga en gloria! (2 Tesalonicenses 1:10)
En tercer lugar, sabemos que, aquellos que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo (CIC 1023). Al ladrón en la cruz Jesús le dijo, "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43). Pablo dijo que "estar ausentes del cuerpo (es estar) presentes al Señor" (2 Corintios 5:8), y que si él fuera a partir de este mundo, él "estaría con Cristo" (Filipenses 1:23).
Muchos se preguntan si en el Cielo todavía estaremos sujetos al tiempo. Pero no hay realmente ninguna razón para creer que no lo estaremos. Ser infinito respecto del tiempo es un atributo que sólo Dios puede poseer. Sabemos que las Escrituras hablan de "meses" en el Cielo (Apocalipsis 22:2) y hasta de "edades" por venir (Efesios 2:7). Por cierto, también, la música que será cantada en el Cielo requiere un modo temporal de existencia. También parece ser que en el Cielo estaremos informados, en cierto grado, de lo que está ocurriendo en la tierra. Cuando Moisés y Elías se reunieron con el Señor en el Monte de la Transfiguración, está registrado que discutieron el próximo retorno del Señor a la gloria (Lucas 9:30-31). Y durante el próximo período de tribulación se nos dice que los santos en el Cielo estarán esperando ansiosamente la terminación de los propósitos de Dios en la tierra (Apocalipsis 6:10-11). Hasta que venga Su reino, aun en el Cielo se hará la pregunta, "¿Hasta cuándo, Señor?" (como se dice que estos santos están implorando).
Vivir en el cielo es "estar con Cristo" (cf. Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4,17). Los elegidos viven "en Él", aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre (cf. Ap 2, 17): Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino (San Ambrosio, Luc. 10,121) (CIC 10259.
Oswald Sanders dijo: "Dios no nos dijo todo lo que nos gustaría saber, pero Él nos ha dicho todo lo que necesitamos saber" acerca del Cielo {2}. Así que, miremos con más detenimiento lo que la Biblia nos dice acerca de la existencia del cielo.
¿TENDREMOS CAMBIOS ESPIRITUALES EN EL CIELO?
Nuestra transición al cielo resultará en un cambio de nuestra naturaleza espiritual.
Mark Twain una vez afirmó sarcásticamente que en el Cielo, durante doce horas del día, todos cantaremos un himno una y otra vez. ¡Difícilmente un pensamiento atractivo! La Biblia, sin embargo, pinta un cuadro muy diferente de cómo será la vida en el Cielo. Considere sólo algunas de las características más significativas del Cielo.
Primero, sabemos que nuestra transición al cielo resultará en un cambio de nuestra naturaleza espiritual. Pablo habló de "la esperanza de la justicia" que aguardamos (Gálatas 5:5); la expectativa de ser hechos completamente justos. En Romanos capítulo 7 habló de ser liberados de la lucha interna contra el pecado que mora dentro, mediante la liberación de nuestro cuerpo mortal (Romanos 7:23-24). Juan dijo que cuando Jesús aparezca, "seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1 Juan 3:2). Aun ahora, se nos dice que mientras contemplamos "la gloria del Señor" estamos siendo transformados gradualmente en Su imagen (2 Corintios 3:18). Un día lo veremos "tal como Él es". ¡Y cuando lo hagamos, habrá algo en nuestra visión de Él que purificará nuestros corazones de todo pecado y nos ligará eternamente a Él! Un resultado de esta transformación será el perfeccionamiento de las relaciones entre nosotros. Sobre la tierra, aun entre los más maduros entre nosotros, nuestras relaciones son estorbadas por barreras creadas por el temor, el orgullo, la envidia y la vergüenza. Pero la Biblia dice que "el perfecto amor echa fuera el temor" (1 Juan 4:18). Cuando aprehendamos por completo el amor perfecto que Dios tiene para nosotros y seamos limpiados del pecado que mora actualmente en nosotros, las relaciones entre nosotros serán finalmente las que Dios quiso que fueran.
Segundo, en el Cielo nuestra comprensión de la naturaleza de Dios será ampliada grandemente. El apóstol Pablo dice que "ahora vemos por espejo, oscuramente" pero entonces "veremos cara a cara" y "conoceremos como fuimos conocidos" (1 Corintios 13:12). Estoy convencido de que será este conocimiento el que nos moverá a unirnos en forma espontánea al coro celestial para cantar himnos de alabanza al Dios Todopoderoso. De los pocos atisbos de la adoración celestial que se nos conceden en las Escrituras, aprendemos que nuestra alabanza de Dios estará enfocada tanto en Quién es Él - el Dios eterno, santo y todopoderoso (cf. Isaías 6:3; Apocalipsis 4:8) - como en lo que Él ha hecho (Apocalipsis 4:11; 5:9-14). Si nuestra adoración de Dios está acallada ahora, es al menos en parte porque todavía no comprendemos plenamente la grandeza de Su gloria y lo sobrecogedor de Su obra creadora y redentora. Pero en el Cielo obtendremos una percepción mucho más clara de la sabiduría de Dios, desplegada en las complejidades de Su creación, y de Sus propósitos maravillosos manifestados en Su obra redentora. Algunos se han preguntado cómo podríamos ser felices en el cielo sabiendo que algunas de las criaturas de Dios están soportando Su juicio eterno. Parece aparente, sin embargo, que en el Cielo obtendremos una perspectiva mucho más clara de la justicia de Dios (cf. Apocalipsis 18:20; 19:1-4). Tal vez la felicidad más perfecta del Cielo sea imposible sin algún elemento de tristeza por la pérdida eternal de aquellos que han rechazado la gracia de Dios. No hay duda, sin embargo, que muchos de los misterios de la vida y de los caminos de Dios en nuestras vidas individuales se entenderán mucho más claramente, llevándonos a unirnos en Su alabanza.
Finalmente, hay toda razón para creer que habrá una oportunidad de crecimiento en el Cielo... No crecimiento hacia la perfección, sino crecimiento en la perfección. Como hombre, Jesús era por cierto perfecto. Sin embargo, las Escrituras nos dicen que Él "crecía en sabiduría, en estatura y en favor con Dios y con los hombres". Las Escrituras también nos dicen que una de las tres virtudes que permanecerán por siempre es la esperanza (1 Corintios 13:13). Y qué la esperanza sino la expectativa de cosas cada vez mejores que están por venir... ¡la perspectiva de todos aquellos para quienes el Cielo es nuestro hogar eterno!
¿QUÉ PASARÁ CON NUESTRO CUERPO EN EL CIELO?
Si bien en muchos aspectos habrá una cierta continuidad entre nuestra vida presente y futura, muchas tareas y ocupaciones del orden actual ya no serán necesarias.
George Bernard Shaw una vez dijo, "El cielo, como se concibe convencionalmente, es un lugar tan vano, tan insulso, tan inútil, tan miserable, que nadie jamás se ha aventurado a describir todo un día en el cielo, aunque bastantes personas han descrito un día en la playa". La cosa interesante de la declaración de Shaw es que tenía razón... ¡al menos cuando se trata del Cielo "¡como se concibe convencionalmente!" Pero la Biblia nos informa que la vida que nos espera no es solamente "mejor" que cualquier cosa que podamos soñar aquí, o aun "mucho mejor" sino que de acuerdo con el apóstol Pablo, ¡"muchísimo mejor"! (Filipenses 1:23) Ahora queremos seguir con nuestra consideración de algunas de estas cosas "muchísimo mejores" que nos esperan en el Cielo.
Primero, una vez que los propósitos de Dios para la vida en la tierra estén terminados, nuestros cuerpos físicos serán resucitados a un nuevo tipo de vida. Filipenses 3:20 nos dice que el Señor Jesús mismo "transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya" (Filipenses 3:21). En 1 Corintios 15, la relación entre nuestro cuerpo mortal presente y nuestro cuerpo resucitado futuro es comparada a la que existe entre una semilla y la planta en la que se convierte cuando es sembrada en la tierra y "muere" (1 Corintios 15:35-38). Cuando una planta sale de la tierra, trae a la actualidad todo el potencial que estaba metido en la semilla de la que creció. Cuando nuestros cuerpos sean transformados poseerán en actualidad todo aquello en lo que ahora sólo podemos soñar. ¡Nuestros cuerpos no sólo serán libertados de la enfermedad y del envejecimiento sino que nuestras capacidades serán expandidas y transformadas inmensamente! ¡Pablo lo describe como un cuerpo que es "espiritual, honorable, imperecedero y poderoso!"
La segunda cosa "muchísimo mejor" que nos espera es la creación de un cielo y una tierra nueva en las que viviremos con Cristo para siempre. Jesús se refirió a esta transformación de la creación como "la regeneración" (Mateo 19:28), el mismo término utilizado para describir el nuevo nacimiento del creyente. Pablo lo describe como el tiempo en que será "libertada de la esclavitud de corrupción" (Romanos 8:21). En el Apocalipsis se nos dice que en la nueva creación no habrá más "llanto, ni clamor, ni dolor" (Apocalipsis 21:4). ¡Y en la profecía de Isaías leemos que las glorias de la nueva creación serán tan maravillosas que "de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento" (Isaías 65:17)! ¡No solamente los sufrimientos de esta vida presente se desvanecerán en comparación con la gloria del nuevo orden mundial (Romanos 8:18), sino que hasta las experiencias más maravillosas serán eclipsadas de tal forma por nuestra nueva vida que apenas sobrevivirán en nuestra memoria! ¡Cuando al apóstol Juan se le dio una visión de la vida en la nueva creación fue anonadado de tal forma que se le tuvo que recordar que registrara lo que estaba viendo (Apocalipsis 21:5) y se le tuvo que asegurar en dos oportunidades que lo que estaba contemplando realmente ocurriría! (Apocalipsis 21:5; 22:6)
¿Y cómo ocuparemos nuestro tiempo en este nuevo tipo de vida? Las Escrituras nos dicen que además de estar involucrados en la adoración unida de Dios, serviremos (Apocalipsis 22:3) y reinaremos con Cristo (Apocalipsis 20:6; 22:5). ¡La esfera sobre la cual reinaremos sin duda abarcará toda la creación, porque se nos dice que "fueron creadas todas las cosas" para Cristo (Colosenses 1:16) y que con Él heredaremos "todas las cosas" (Apocalipsis 21:7)! Si bien en muchos aspectos habrá una cierta continuidad entre nuestra vida presente y futura, muchas tareas y ocupaciones del orden actual ya no serán necesarias. ¡Las empresas en las que nos involucraremos serán totalmente creativas y productivas, y mucho más gratificantes y excitantes que cualquier cosa que conocemos en la tierra hoy!
¿CÓMO SERÁ LA VIDA EN EL CIELO?
Perspectiva de lo que será una recompensa celestial basada en nuestra fidelidad.
Hasta ahora, en nuestra discusión sobre el Cielo hemos notado aspectos de nuestra experiencia celestial que serán ciertos para todos nosotros que lo convertiremos en nuestro hogar finalmente.
Queremos concentrarnos ahora en el hecho de que hay algunas cosas del Cielo que no serán disfrutadas de la misma forma por todos.
Jesús, en más de una ocasión, declaró que no todos los que entren en el Cielo disfrutarán de sus bendiciones en el mismo grado. No que haya algún juicio o castigo para los que van al cielo. "Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1). Pero Jesús sí dijo que en Su reino "muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros" (cf. Mateo 19:30).
El apóstol Juan declaró que era posible que los creyentes entraran en la presencia de Cristo "con confianza" o "alejarse de él avergonzados" (1 Juan 2:28). Pedro escribió que era posible que entremos en el Cielo en forma triunfal o "cayendo" (2 Pedro 1:10-11). El apóstol Pablo dijo que podemos ser o "recompensados" o "sufrir pérdida"; que es posible ser "salvo, aunque así por fuego" (1 Corintios 3:13-15). Tal vez el "fuego" al que se refiere aquí sea una referencia a la mirada penetrante del Cristo glorificado, cuyos ojos Juan describió como una "llama de fuego" (Apocalipsis 1:14). "Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o malo" (2 Corintios 5:10). La palabra para "malo" en este caso se refiere no simplemente a lo que es "malvado" sino a aquello que desde la perspectiva de Dios "no tiene valor". No sólo nuestras "obras" serán evaluadas sino que también los motivos mismos de nuestro corazón (1 Corintios 4:5). Las Escrituras nos dicen que la alabanza vendrá de Dios para cada creyente (1 Corintios 4:5), pero para algunos habrá más, y para otros, menos.
¿Cuál es la naturaleza de la recompensa que puede ser ganada o perdida? Muchos pasajes hablan de nuestra recompensa celestial en términos de la responsabilidad que se nos confiará cuando reinemos con Cristo en el nuevo cielo y en la nueva tierra. En la parábola de Jesús de los talentos, Él habló de recompensar a aquellos que habían sido fieles poniéndolos "sobre mucho" en Su reino (Mateo 25:21, 23). En otro lugar, Él habló de poner a algunos de nosotros en lugares de autoridad sobre ciudades en Su reino (Lucas 19: 17, 19). ¡Para aquellos que estuvieron al lado de Él en sus pruebas terrenales, Jesús les prometió colocarlos "en tronos juzgando a las doce tribus de Israel" en su reino futuro, además de sentarlos a su lado en su mesa! (Lucas 22:28-30) ¡No sólo serían dignos de que les sean confiadas responsabilidades mayores sino que serían capaces de disfrutar la comunión más íntima con Cristo!
En muchos pasajes las recompensas celestiales son comparadas a las "coronas" usadas por los ganadores de las competencias atléticas. Sean literales o metafóricas, estas coronas representan distintos aspectos de nuestra recompensa celestial. La "corona de vida" es prometida a aquellos que perseveran bajo las pruebas (Santiago 1:12; Apocalipsis 2:10), la "corona de justicia" a aquellos que aman su venida (2 Timoteo 4:8), una "corona incorruptible" para aquellos que tiene autocontrol (1 Corintios 9:25), la "corona de gozo" para aquellos que llevan a otros a Cristo (1 Tesalonicenses 2:19), y la "corona de gloria" para aquellos que sirven sin egoísmos como líderes espirituales (1 Pedro 5:2-4).
El hecho más importante acerca de nuestras recompensas celestiales es que están basadas no en nuestra posición o capacidad, sino en nuestra fidelidad. Vez tras vez Jesús les dijo a sus seguidores que "el que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel" (Lucas 16:10; 19:17).
¿QUÉ DIFERENCIA HACE EL CIELO EN NUESTRA VIDA?
Algunas de las formas en que nuestra vida en la tierra debería ser impactada por lo que creemos acerca del Cielo.
Vamos pensar acerca de algunas de las formas en que nuestra vida en la tierra debería ser impactada por lo que creemos acerca del Cielo.
Primero, la esperanza del Cielo transforma nuestra perspectiva acerca de las desilusiones y sufrimientos de esta vida. D. A. Carson tenía razón cuando escribió: "No hay nada en las Escrituras que nos alienten a pensar que siempre seremos libres de las vicisitudes que asedian a un mundo moribundo". Pero una cosa que puede hacer la esperanza del Cielo es ayudarnos a poner el "lado oscuro" de la vida en perspectiva. Pablo escribió: "Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Romanos 8:18). ¡La gloria venidera será inconmensurablemente mayor que la profundidad de cualquier aflicción que podemos conocer hoy!
¡Pero las Escrituras también nos dicen que nuestros sufrimientos presentes de hecho cumplen un papel en prepararnos para esa gloria venidera! Como lo expresó el apóstol: "Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria" (2 Corintios 4:17). Las mismas cualidades y virtudes que nos equipan para el Cielo están siendo hoy urdidas en nuestra alma a través de las muchas aflicciones de nuestra vida presente… liberándonos de las ataduras de la auto-indulgencia, creando en nosotros un corazón compasivo para con otros, y empujándonos para que nos acerquemos cada vez más a Aquél cuya presencia disfrutaremos por la eternidad venidera.
En segundo lugar, la esperanza del Cielo transforma nuestra perspectiva acerca de la verdadera naturaleza del éxito. Por todos lados escuchamos el mensaje de que la "buena vida" consiste en la acumulación de posesiones materiales, la adquisición de poder o el disfrute del placer sensual. Las Escrituras nos alientan a disfrutar de las muchas buenas cosas de la vida con las que podemos ser bendecidos (1 Timoteo 6:17); pero la esperanza del Cielo debería recordarnos que este mundo y todo lo que está en él está pasando, que su gloria es sólo por un tiempo (1 Juan 2:15, 17), que realmente somos "extranjeros y peregrinos" en este mundo (1 Pedro 2:11).
Es por eso que nos exhortan a poner nuestras mentes y corazones en el Cielo y a buscar las cosas de arriba (Colosenses 3:1, 3). Dios nos está urgiendo a abandonar lo que para Él son búsquedas triviales que terminan sólo en vacío, y a que nos dediquemos a aquellas ambiciones que darán fruto que nos acompañará al próximo mundo. Cuando Jesús dijo que "busquemos primero Su reino y Su justicia", nos estaba alentando a hacer de estas cosas nuestra prioridad más alta en la vida.
Finalmente, la esperanza del Cielo transforma nuestra perspectiva sobre la muerte. Las Escrituras en ningún lugar nos enseñan que como creyentes estamos inmunes o debemos negar la realidad de la pena que puede traer la muerte. ¡Pero en Cristo compartimos Su victoria sobre la muerte! ¡Nos entristecemos, pero no nos entristecemos como aquellos que no tienen esperanza (1 Tesalonicenses 4:13), sino más bien como aquellos que están seguros de reunirse con los seres queridos que han partido antes, de recibir un cuerpo glorioso que nunca se debilitará o se descompondrá, de entrar en una nueva vida asombrosa más allá de nuestros sueños más queridos, y de estar por siempre con el Señor!
Al final de sus queridos "Narnia Tales" (Cuentos de Narnia), C. S. Lewis describió los eventos que ocurren al entrar los personajes de su historia al Cielo: "Las cosas que empezaron a ocurrir después fueron tan grandes y hermosas que no las puedo escribir. Y para nosotros éste es el final de todas las historias, y podemos decir muy ciertamente que todos vivieron felizmente para siempre. Pero para ellos era sólo el comienzo de la verdadera historia. Toda su vida en este mundo y todas sus aventuras en Narnia sólo habían sido la tapa y la página del título: ahora por fin estaban empezando el Capítulo Uno de la Gran Historia, que nadie en la tierra ha leído; que sigue por siempre; en la que cada capítulo es mejor que el anterior".
Rick Rood
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