HAY MÁS DE 30 MILLONES DE PATINADORES EN EL MUNDO
Católicos y protestantes tantean una cultura con 30 millones de entusiastas, la de los «skaters» o monopatinadores. Así lo hace el padre Juan Martínez, de la Fraternidad Misionera Verbum Dei, en Madrid o fray Gabriel en Perth, Australia, de los Franciscanos de la Inmaculada.
Tiene 46 años y hace uno que se montó sobre una tabla de ‘‘skate’’. «En el barrio donde se encuentra la parroquia (Nuestra Señora de las Américas, en Madrid) hay mucha afición entre los jóvenes por la tabla. Empecé a quedar con los chicos que venían a la catequesis de Confirmación y vi que, a través del «skate» conoces mejor el mundo de los jóvenes», afirma el padre Juan Martínez, de la Fraternidad Misionera Verbum Dei. Y es que, según confiesa, «el ‘‘skate’’ puede servir para acercar a los jóvenes a Dios». «A ver - aclara -, no hay que ser instrumentalistas, pero te ayuda a estar cerca de ellos, a hablarles, a conocerlos y, finalmente, a evangelizar». Los chicos no se quedan indiferentes ante el hecho de tener en el barrio un cura «skater». «Muchos alucinan cuando se enteran de que soy sacerdote», afirma entre risas. «Pero es que tenemos que estar en todos los ambientes donde ellos se mueven para que se sientan queridos», agrega.
Frailes en la tabla.
En Estados Unidos, el hermano Pio Maria, de los Franciscanos de la Renovación, conocidos como «los frailes grises del Bronx», participa en eventos para jóvenes con su «skateboard», su hábito y su larga barba característica de esta congregación. Uno de los números que tiene más éxito es aquel en que varios voluntarios se tumban y el fraile salta por encima de ellos con su monopatín, un auténtico «salto de fe». La religión y la tabla no son para cobardes.
En Perth, Australia, es famoso fray Gabriel, de los Franciscanos de la Inmaculada, una congregación fundada en Italia a principios de los años 90 «dedicada a la oración, penitencia, pobreza y apostolado», dice su web. En YouTube abundan los vídeos de este fraile saltando en pistas y plataformas, siempre en un contexto evangelizador. Pio Maria y Gabriel eran virtuosos de la tabla antes de entrar en vida religiosa, y una vez tomados los hábitos usan esta habilidad para ayudarse en su apostolado.
El movimiento de evangelización protestante Christian Skaters, con actividades misioneras en 90 países, envía a sus voluntarios a apoyar encuentros juveniles, salen a la calle para buscar a los jóvenes allí donde están, o forman a monitores que luego crearán sus grupos locales de jóvenes con monopatín que se reunirán para orar y estudiar la Biblia. Otra iniciativa protestante, KKSM (siglas en inglés del «Ministerio de ‘‘skateboarding’’ Rey de Reyes»), usa profesionales y se anuncia en las revistas del sector. «No aceptamos que nos inviten sólo para entretener. Somos un ministerio que declara la verdad de Jesucristo. Proclamar el mensaje de salvación es un requerimiento para contratarnos», advierten. Calculan que hay 30 millones de «skateboarders» en el mundo. «Somos capaces de llegar a una parte de esta generación que nunca pondrá un pie en una iglesia, pero nuestros ‘‘skateboarders’’ entran en su mundo y los jóvenes les escuchan», aseguran.
Monopatín para Benedicto XVI.
La cultura del monopatín está tan extendida en Estados Unidos que cuando Benedicto XVI visitó el país en abril de 2008, la diócesis de Nueva York convocó un concurso para adolescentes: «Diseña la tabla de ‘‘skate’’ del Papa». La idea había salido del club de «skateboarding» de la parroquia de Santa Elizabeth, en Manhattan. Llegaron a la diócesis más de 70 diseños con colores vaticanos, llaves, mitras, cruces, palomas, corazones y el lema de la visita, «Cristo, nuestra esperanza». Aún hoy pueden encargarse tablas con los diseños ganadores, publicados en la web www.boardpusher.com. El dinero así recaudado va para obras de caridad con jóvenes, que realiza la misma parroquia que convocó el concurso a través de su club de «skaters». También es posible comprar una de esas tablas para que los voluntarios de la parroquia la entreguen a jóvenes sin recursos de los barrios neoyorquinos.
A.Navajas/P.J.Ginés/La Razón
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