SU ACCIÓN POLÍTICA SE BASÓ EN EL MITO DE ATLÁNTIDA
Las lecturas de revistas esotéricas en su juventud moldearon la mente de Adolf Hitler, que se veía a sí mismo como una suerte de hombre predestinado a edificar la «gran nación aria», en la que Alemania sería el centro del mundo.
Ésta es la tesis del historiador Giorgio Galli.
Construir una «nueva civilización» basándose en consideraciones místicas y espirituales según las cuales la nación alemana era el centro del mundo. Sobre esta aparentemente pueril e increíble ideología se construyó una de las mayores máquinas de exterminio de la historia.
Así opina el profesor Giorgio Galli, historiador, estudioso y politólogo, quien ha destacado este aspecto casi desconocido de Adolf Hitler. Galli, uno de los mayores expertos del mundo en nazismo y autor de numerosos libros en los que demuestra el «puente esotérico» entre el nacionalsocialismo y el ocultismo, ha asegurado a la revista italiana «30 giorni» que «toda la historia del nazismo ha de ser interpretada teniendo en cuenta la cultura esotérica» de Hitler.
«Maestros» de Hitler
En sus años de Viena, el futuro dictador alemán era un asiduo lector de la revista «Ostara». La publicación, que toma su nombre de una antigua diosa germánica anterior a la difusión del cristianismo en Alemania, fue fundada en 1905 por un ex fraile, Jörg Lanz von Liebenfels. Éste creó también una organización basada en la teoría de la superioridad de la raza aria. No fue el único «maestro» esotérico del futuro Führer. Rudolf von Sebottendorff, estudioso de la Cábala, de la alquimia, de la secta de los rosacruces y un asiduo de prácticas ocultistas, promovió en 1918, en Munich, la «Thule Gesellschaft», una sociedad secreta fuertemente caracterizada por su antisemitismo y por el racismo. En torno a ella gravitaron Hitler, Rudolf Hess, Karl Haushofer y Hans Franck, el futuro gobernador general de Polonia.
La «Thule» se refería a la civilización de la Atlántida, la célebre y enigmática patria de los hiperbóreos, y sobre este mito, el Führer sustentó su acción política. «Alrededor de la Thule hay una sabiduría mágica que el dirigente nazi considera que hay que recuperar y en la que reside el instrumento para forjar el luminoso futuro», señala el historiador italiano. Esta sociedad secreta fue la auténtica cuna del nazismo. «El grupo de intelectuales de la Thule que en los años veinte decide transformar la secta ocultista en un partido político cree profundamente en estas cosas», subraya Galli. «Tanto Hitler como Himmler, Hess, Rosenberg y Frank se consideran herederos de una antigua sabiduría que les permite convertirse en los constructores de una nueva civilización», añade.
La primacía de Hitler en el partido nazi, y antes en la secta de los «Thule», se debe, según el historiador Galli, a dos elementos: «Se trataba de un orador muy eficaz y de un hábil organizador». «Quizás aprendió del mago Hanussen la primera característica, esa forma casi hipnótica de comunicar», apunta Galli. «Sabemos con seguridad que Hitler tomó clases de dicción con Hanussen», prosigue.
Una «liturgia mágica»
Con estos ingredientes, el dirigente nazi puso en funcionamiento una de las maquinarias de aniquilación más devastadoras de la historia. Para reconstruir la civilización aria era necesario conquistar todo el terreno de Europa occidental hasta los Urales. Se trataba del «Lebensraum». Alemania se erigía como fundamento de esa nueva civilización y de un nuevo tipo de hombre que recuperaría las antiguas virtudes perdidas. «Los judíos, que poseen un sueño de hegemonía mundial de signo contrapuesto, debían de ser primero marginados y luego eliminados», afirma Galli. Para potenciar la ideología nazi, era necesario crear una suerte de ritos. «Por eso, todas las ceremonias nacionalsocialistas calcan un modelo religioso: las luces, el Führer apareciendo como una mágica agnición. Todo tenía un carácter de mágica liturgia», explica el historiador italiano.
Construir una «nueva civilización» basándose en consideraciones místicas y espirituales según las cuales la nación alemana era el centro del mundo. Sobre esta aparentemente pueril e increíble ideología se construyó una de las mayores máquinas de exterminio de la historia.
Así opina el profesor Giorgio Galli, historiador, estudioso y politólogo, quien ha destacado este aspecto casi desconocido de Adolf Hitler. Galli, uno de los mayores expertos del mundo en nazismo y autor de numerosos libros en los que demuestra el «puente esotérico» entre el nacionalsocialismo y el ocultismo, ha asegurado a la revista italiana «30 giorni» que «toda la historia del nazismo ha de ser interpretada teniendo en cuenta la cultura esotérica» de Hitler.
«Maestros» de Hitler
En sus años de Viena, el futuro dictador alemán era un asiduo lector de la revista «Ostara». La publicación, que toma su nombre de una antigua diosa germánica anterior a la difusión del cristianismo en Alemania, fue fundada en 1905 por un ex fraile, Jörg Lanz von Liebenfels. Éste creó también una organización basada en la teoría de la superioridad de la raza aria. No fue el único «maestro» esotérico del futuro Führer. Rudolf von Sebottendorff, estudioso de la Cábala, de la alquimia, de la secta de los rosacruces y un asiduo de prácticas ocultistas, promovió en 1918, en Munich, la «Thule Gesellschaft», una sociedad secreta fuertemente caracterizada por su antisemitismo y por el racismo. En torno a ella gravitaron Hitler, Rudolf Hess, Karl Haushofer y Hans Franck, el futuro gobernador general de Polonia.
La «Thule» se refería a la civilización de la Atlántida, la célebre y enigmática patria de los hiperbóreos, y sobre este mito, el Führer sustentó su acción política. «Alrededor de la Thule hay una sabiduría mágica que el dirigente nazi considera que hay que recuperar y en la que reside el instrumento para forjar el luminoso futuro», señala el historiador italiano. Esta sociedad secreta fue la auténtica cuna del nazismo. «El grupo de intelectuales de la Thule que en los años veinte decide transformar la secta ocultista en un partido político cree profundamente en estas cosas», subraya Galli. «Tanto Hitler como Himmler, Hess, Rosenberg y Frank se consideran herederos de una antigua sabiduría que les permite convertirse en los constructores de una nueva civilización», añade.
La primacía de Hitler en el partido nazi, y antes en la secta de los «Thule», se debe, según el historiador Galli, a dos elementos: «Se trataba de un orador muy eficaz y de un hábil organizador». «Quizás aprendió del mago Hanussen la primera característica, esa forma casi hipnótica de comunicar», apunta Galli. «Sabemos con seguridad que Hitler tomó clases de dicción con Hanussen», prosigue.
Una «liturgia mágica»
Con estos ingredientes, el dirigente nazi puso en funcionamiento una de las maquinarias de aniquilación más devastadoras de la historia. Para reconstruir la civilización aria era necesario conquistar todo el terreno de Europa occidental hasta los Urales. Se trataba del «Lebensraum». Alemania se erigía como fundamento de esa nueva civilización y de un nuevo tipo de hombre que recuperaría las antiguas virtudes perdidas. «Los judíos, que poseen un sueño de hegemonía mundial de signo contrapuesto, debían de ser primero marginados y luego eliminados», afirma Galli. Para potenciar la ideología nazi, era necesario crear una suerte de ritos. «Por eso, todas las ceremonias nacionalsocialistas calcan un modelo religioso: las luces, el Führer apareciendo como una mágica agnición. Todo tenía un carácter de mágica liturgia», explica el historiador italiano.
Alex Navajas/Pablo Mattei/ReL
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