Los amuletos son objetos a los que se atribuyen el poder de expulsar las energías negativas y así alejar la mala suerte. Los talismanes, en cambio, son objetos a los que se les atribuye un poder mágico para atraer energías positivas y así traer buena suerte.
Todas estas cosas son, en el mejor de los casos, unas supersticiones; pues, en otros casos, podrían ser objetos maleficiados que nos causarían graves problemas.
Muchos jóvenes, que buscan poderes superiores y quieren triunfar en la vida con toda la ilusión de sus años juveniles, buscan el camino fácil del triunfo por medio de estos objetos, fáciles de comprar en tiendas especializadas, poniendo su confianza y su seguridad en estos objetos más que en Dios y en su providencia divina. A veces, aprenden a hacer ciertos rituales mágicos con los cuales también tratan de controlar y aprovechar para sí las fuerzas ocultas.
Por eso, nos dice la Iglesia, con su sabiduría de más de 2000 años: Todas las prácticas de magia o hechicería mediante las cuales se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo, aunque sea para procurar la salud, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún, cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible (Cat 2117).
El negocio de los amuletos y talismanes, mueve muchos millones. Se venden toda clase de objetos por correo o en tiendas especializadas. Muchos de ellos representan cosas macabras con calaveras, imágenes satánicas o monstruos, que pueden estar en camisetas, llaveros, ceniceros, collares, sortijas… Lo curioso es que muchos magos hablan de amuletos y talismanes recargables cada cierto tiempo para así tener más ingresos de los incautos clientes. La Nueva Era promueve, especialmente, el uso de cristales y gemas, que, según ellos, son capaces de curar enfermedades y llenar a las personas de energías positivas.
He conocido personas y hasta niños a quienes sus madres habían llevado a magos o chamanes y les habían hecho llevar al cuello alguna piedra o cosas que parecían sin importancia y que, en vez de curarlos, los habían empeorado. ¿Por qué? Porque, si nos metemos en el terreno de nuestro enemigo el diablo, caeremos en las garras de su poder y, después, salir de él será más difícil y más costoso.
Veamos un caso concreto. Alessandra tenía 19 años y se interesó por el esoterismo, cuando tenía 14 años, al apasionarse por los dibujos animados japoneses. Dice:
Me fascinaba la cultura oriental y así empecé a leer revistas de la Nueva Era que parecían satisfacer mi curiosidad. Las historias de los dibujos japoneses y de la Nueva Era tratan temas como la magia y la reencarnación. Pronto me interesé por el tema de los cristales que, según la cultura de la Nueva Era, poseen una energía especial. Me impresionó muchísimo la idea de que estos poderes podían cambiar mi vida. Yo estaba mal en mis estudios y mi mejor amiga me había traicionado.
Me fascinaba la cultura oriental y así empecé a leer revistas de la Nueva Era que parecían satisfacer mi curiosidad. Las historias de los dibujos japoneses y de la Nueva Era tratan temas como la magia y la reencarnación. Pronto me interesé por el tema de los cristales que, según la cultura de la Nueva Era, poseen una energía especial. Me impresionó muchísimo la idea de que estos poderes podían cambiar mi vida. Yo estaba mal en mis estudios y mi mejor amiga me había traicionado.
Empecé a ir a una tienda esotérica, que vendía algunas piedras especiales. Una de éstas me la habían prestado como un potente amuleto capaz de alejar toda la energía negativa. Me recomendaron llevarla siempre conmigo y no dejarla nunca sola. Desde ese momento, parecía que todo iba mejor y yo era realmente feliz y creía que la piedra mágica me daba suerte.
Un día, durante una excursión, perdí el precioso amuleto. Por la noche, cuando volví a casa, me di cuenta de su pérdida y me puse a llorar. Al principio, estaba desesperada. Me sentía perdida sin mi piedra mágica. Empecé a pensar que mi vida se iba a ir a pique y me iban a castigar por haber perdido el amuleto. Estaba aterrorizada. Me imaginaba una especie de demonio que me castigaba. Tenía miedo de que volviera a mi vida toda la energía negativa. Me sentía repentinamente débil. Había perdido mi preciosa aliada, la piedra mágica que me daba fuerzas para vivir.
Poco a poco, me fui rehaciendo. Mi profesora de religión me ayudó a salir de aquella trampa esotérica. Me dijo que tenía que encontrar la verdadera fuerza dentro de mí y que no podía dejarme condicionar por un amuleto de la Nueva Era. Desde ese momento, me sentí más feliz y llena de vida. Volví a casa con el corazón lleno de alegría y sin ningún miedo a las fuerzas negativas. Ahora, creo que fui una estúpida y no comprendo cómo pude caer en una trampa así; pero, cuando uno está solo, se agarra a cualquier cosa, incluso a una piedra.
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