viernes, 23 de septiembre de 2011

MIEDO A LA CONFESIÓN



La confesión es aterrante.

Requiere que nos enfrentemos cara a cara con la realidad de lo que hay en nuestro corazón y muy probablemente como resultado, los caminos de moralidad oscura por los cuales hemos caminado. Es como un vaso de agua fría en la cara, cuando comenzamos a ser honestos con nosotros mismos sobre nuestro pecado actual y pasado, y sobre nuestro distanciamiento de Dios.

¿Qué hacemos ahora? ¿Confesar? ¿Hablar con alguien sobre la oscuridad en la que se encuentra nuestra vida y nuestro corazón?

Es algo aterrador. Sin embargo, la confesión tiene que ver con tus secretos. Los secretos, generalmente son cosas de las cuales te avergüenzas y no le admites inmediatamente a nadie. Por naturaleza, los secretos crean aislamiento y te distancian de los demás y de Dios. Dios, sin embargo, no quiere dejarte solo en esos secretos.

Él quiere ayudarte a enfrentarlos para que puedas crecer más cerca de Él. Es el Espíritu Santo el que durante el día te llama la atención sobre esos secretos, aun en tu tiempo a solas en oración. Si tu tendencia es no enfrentar tus secretos, eventualmente vas a adormecerte ante ellos y ante la voz de Dios.

No vas a querer escuchar lo que Él quiere decirte, dejarás de hablar con Él y no escucharás su voz. Te alejarás del Señor porque estás permitiendo que esos secretos se interpongan entre tú y Él. Tu pecado creará distancia entre tú y Dios, a menos que, hagas lo aterrador… ¡confesar!

La mayoría de la gente espera el momento oportuno para confesar. Quieren confesar porque la verdad tiene una manera de trabajar su salida a la luz desde el corazón hacia la garganta, en donde se queda atravesada como un nudo, esperando. Todo lo que se necesita es la circunstancia correcta y la boca hace el resto del trabajo. A menudo, este momento de confesión viene a través de un culto poderoso, una predica o un culto de adoración.

Un llamado al altar es dado y la oportunidad llega para que ese nudo en la garganta salga. Acá esta el momento que has esperado, en donde puedes aliviar tu conciencia y compartir lo que el Señor te ha estado tratando de hacer ver. Esto puede ser aterrador.

He estado en cultos en la iglesia donde se está hablando de adicción sexual o pecado sexual y al final del servicio, se hace un llamado al altar. Personas quebrantadas, en llanto, caminan hacia el frente, rindiéndose ante esa pelea de esconder sus secretos. Ellos han compartido abiertamente que han estado en la pelea sin victoria del pecado sexual en sus vidas.

Ellos lograron romper la barrera del miedo a la confesión y tendieron sus rotas vidas a los pies de Jesús.

Pero es ahora donde entra el verdadero miedo a la confesión. El verdadero miedo no lo tienen aquellos que tienen secretos sobre su pecado sexual. El verdadero miedo lo tienen los pastores y líderes de las Iglesias. Porque ahora tienen un salón lleno de personas que quieren ser libres de la esclavitud del pecado y adicción sexual, pero ellos, como pastores, no saben como hacerles llegar a ser libres.

Muchas Iglesias enfrentan este problema. Muchos pastores enfrentan este miedo. Ellos tiene un miedo genuino a la confesión porque no saben que hacer después de que su iglesia confiese el pecado sexual. Ellos han intentado hacer oraciones fuertes, constantes y han hecho mas unción con aceite. Ellos han intentado decirle a la gente que lo intenten mas fuerte y que lean mas su Biblia. Nada de esto parece tener un éxito real, y precisamente por la falta de éxito, mucho pastores tienen miedo a hablar sobre el tema desde el pulpito.

Tenemos Iglesias llenas de gente que están esperando confesar, deshacerse del secreto que se interpone entre ellos y Dios, que están queriendo pelear la batalla de la esclavitud sexual y continuar su caminar con el Señor. Personas que simplemente están esperando la oportunidad para hablar.

Pastores y líderes. Ustedes no deben temer a este tipo de confesión. Con la ayuda de Dios, podemos ayudarle a empezar a pelear de una manera efectiva y ganar la batalla contra el pecado sexual, y contra las maneras que el enemigo usa para someter a la iglesia en impotencia. Por favor, no se rinda ante este problema. Por favor, no tema a lo que sucederá si usted empieza a tratar este tema. Por favor, no le tema a una confesión sincera, dolorosa, difícil y aun así liberadora. Por favor, déjenos ayudarle a usted y a su iglesia a encontrar la libertad en esta área.

Robert Vander Meer

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