Un día vi un viejo lobo en la boca de una cueva excavada en la montaña. El pobre animal, apenas si podía moverse.
Me pregunté entonces…
-“¿Cómo haría el viejo lobo para sobrevivir si no podía salir a buscar alimento?"
Y me quedé largo rato mirándolo. Pasado un rato, vi aparecer entre los matorrales a un león que traía un cabrito muerto entre sus fauces, depositarlo junto al lobo, y marcharse en silencio, tal como había llegado.
Entonces me admiré de la sabiduría de Dios, que había puesto a ese león en el camino del lobo herido para que día a día lo alimentase. Y decidí yo también abandonarme a la misericordia de Dios.
Me recosté entonces en la boca de una cueva, confiado en la providencia divina que no tardaría en acercarme alimento. Pero pasaron los días, y nada ocurría.
-“¡Paciencia! - me dije - ¡Qué se haga, Señor tu voluntad!”
Días después, ya casi desfallecía de hambre, cuando escuché la voz de Dios que me decía:
-"¡Insensato! ¿Qué haces ahí tirado esperando que alguien venga a alimentarte? ¡Tú eres un león, no un lobo viejo!"
Antony de Mello
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