jueves, 19 de marzo de 2009

EL NIÑO Y EL CABALLITO


Un padre llevó a su hijito por un paseo largo en el bosque.

Como era pequeño lo llevaba sobre sus hombros por mucho rato. Luego lo puso sobre sus pies y le dijo que tendría que caminar hasta la casa.

Al rato el pequeño lloraba porque estaba muy cansado, demasiado cansado para dar un paso más.

El padre cortó un palito y lo limpió muy bien de toda astilla mientras el niño observaba. Al terminar, dijo:
-Mira, hijo, te presento a tu propio caballito para que te lleve a casa

Encantado, el niño montó sobre su caballito y felizmente llegó a su casa. Y en casa dio vueltas por todo el jardín hasta que tuvo que ir a bañarse y acostarse, ya rendido.

Reflexión: A veces nuestro Padre nos lleva y a veces nos deja caminar, y muchas veces creemos que ya no podemos más cuando alguien, movido por Él, nos ofrece un caballito - una idea, una promesa, una canción nueva, un cariño, una oración intercesora, lo que sea - y sobre ese corcel llegamos a la meta.

¿Necesitan un caballito? ¿Otro hermano está necesitando un caballito? Ofrezcámoselo con ternura, recordando nuestro propio cansancio a veces. Eso hace toda la diferencia para un pequeño hermano.

Aprendamos a identificar cuando esos caballitos de madera vienen por parte de Dios para entretenernos e impulsarnos para luego descansar en la noche con la satisfacción de habernos divertido con el caballito.

Éxodo 33:14: Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.

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