Había un a vez una tortuga que había perdido la memoria y no se acordaba del camino de regreso a su casa. Estaba perdida en el bosque y lloraba. Lloró tanto que el bosque empezó a llenarse de lágrimas.
Esto ocasionó problemas a los enanos del bosque, ya que entraba agua (lágrimas) en sus casas. Decididos a buscar el origen de tal inundación, salieron de sus casas para saber cuál era el problema.
Pronto encontraron a la tortuga llorando desesperadamente y le preguntaron:
§ “Tortuga, ¿por qué lloras tanto?”
§ “He perdido la memoria y no sé la forma de regresar a casa”
Los enanos tuvieron una ocurrencia. Le colocaron unas hierbas mágicas dentro del caparazón y le dijeron:
§ “Cada vez que quieras saber lo que debes hacer, pon la cabeza dentro del caparazón, hueles las hierbas mágicas y empiezas a pensar. ¡Verás qué bien funciona!”
La tortuga así lo hizo: puso la cabeza dentro del caparazón, olió las hierbas mágicas y pensó:
-"¿Cuál es la forma de regresar a casa?"
A continuación adoptó la postura del pensador y dijo:
§ “¡Ah!, ya me acuerdo, he de subir este monte y bajar por la orilla del torrente”
La tortuga salió del caparazón, dio las gracias a los enanos y se dirigió hacia su casa.
§ “¡Ah!, ya me acuerdo, he de subir este monte y bajar por la orilla del torrente”
La tortuga salió del caparazón, dio las gracias a los enanos y se dirigió hacia su casa.
A partir de ese momento, la tortuga siempre supo lo que debía hacer: cuando no se acordaba de algo, ponía la cabeza en el caparazón, "pensaba" y "decidía".
Carreras, Ll.
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