¡Hijos Queridos!
Cuando mi Hijo, en el jardín iluminado por la luna, recitó la plegaria dirigida al Padre Celestial, el aire tenía perfume de rosas y el viento era suavísimo.
"Hijo, sé que me dejarás e irás a llevar el amor al mundo, pero yo quedaré sola, y solamente con el pensamiento te podré seguir".
"Madre, el alma es más importante que la carne, tus ojos me verán igualmente en el recuerdo, y yo estaré contigo en cada instante, aunque mi misión sea dura y fatigosa".
Y a vosotros, en el nombre de Jesús, puedo deciros la misma cosa:
“Es más importante el alma que la carne y aquellos que os han dejado, piensan en vosotros en cada instante, y vosotros los veis con el pensamiento, hasta el día en que libres, volaréis con ellos, y los miraréis otra vez y para siempre”.
Cuando mi Hijo, en el jardín iluminado por la luna, recitó la plegaria dirigida al Padre Celestial, el aire tenía perfume de rosas y el viento era suavísimo.
"Hijo, sé que me dejarás e irás a llevar el amor al mundo, pero yo quedaré sola, y solamente con el pensamiento te podré seguir".
"Madre, el alma es más importante que la carne, tus ojos me verán igualmente en el recuerdo, y yo estaré contigo en cada instante, aunque mi misión sea dura y fatigosa".
Y a vosotros, en el nombre de Jesús, puedo deciros la misma cosa:
“Es más importante el alma que la carne y aquellos que os han dejado, piensan en vosotros en cada instante, y vosotros los veis con el pensamiento, hasta el día en que libres, volaréis con ellos, y los miraréis otra vez y para siempre”.
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