ORACIÓN EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS Y LA TRADICIÓN
Aprende el papel de la oración como la plantea la Biblia y como nos la enseña el Magisterio de la Iglesia Católica.
El tema de la oración tiene una riqueza enorme en la Biblia, así como la tradición de la Iglesia y en el Magisterio. De manera muy breve es necesario comentar la importancia de la oración en los aspectos ya mencionados.
A) SAGRADA ESCRITURA
Antiguo Testamento
La oración en la Sagrada Escritura es fundamental. Muchas son las referencias a la oración, al diálogo entre Dios y el Hombre. En numerosas ocasiones podemos ver cómo se elevaban las plegarias, peticiones, alabanzas, reconocimiento y agradecimiento a Dios.
En el Antiguo Testamento la figura de Moisés es muy relevante, pues en consideración a su plegaria Dios salva al pueblo escogido:
"Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. Luego volvía Moisés al campamento, pero su ayudante, el joven Josué, hijo de Nun, no se apartaba del interior de la Tienda.
Dijo Moisés a Yahveh: "Mira, tú me dices: Haz subir a este pueblo; pero no me has indicado a quién enviarás conmigo; a pesar de que me has dicho: "Te conozco por tu nombre", y también: "Has hallado gracia a mis ojos." Ahora, pues, si realmente he hallado gracia a tus ojos, hazme saber tu camino, para que yo te conozca y halle gracia a tus ojos, y mira que esta gente es tu pueblo."
Respondió él: "Yo mismo iré contigo y te daré descanso."
Contestóle: "Si no vienes tú mismo, no nos hagas partir de aquí.
Pues ¿en qué podrá conocerse que he hallado gracia a tus ojos, yo y tu pueblo, sino en eso, en que tú marches con nosotros? Así nos distinguiremos, yo y tu pueblo, de todos los pueblos que hay sobre la tierra." Respondió Yahveh a Moisés: "Haré también esto que me acabas de pedir, pues has hallado gracia a mis ojos, y yo te conozco por tu nombre."" (Ex 33,11-14.17; 33,13).
Los profetas fueron hombres de profunda oración:
"A la hora en que se presenta la ofrenda, se acercó el profeta Elías y dijo: "Yahveh, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he ejecutado toda estas cosas. Respóndeme, Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú, Yahveh, eres Dios que conviertes sus corazones."" (1 Reg 18,36 ss.)
Los profetas también fueron intercesores:
"Yahveh, Dios de Israel, justo eres, pues un Resto nos hemos salvado, como en el caso presente: aquí estamos ante ti, con nuestro delito. Pues por su causa nadie resiste en tu presencia." (Contexto completo de la cita: Esd 9,6- 15)
"Al oír estas palabras me senté y me puse a llorar; permanecí en duelo algunos días ayunando y orando ante el Dios del cielo.
Y dije: "Ah, Yahveh, Dios del cielo, tú, el Dios grande y temible, que guardas la alianza y el amor a los que te aman y observan tus mandamientos; estén atentos tus oídos y abiertos tus ojos para escuchar la oración de tu siervo, que yo hago ahora en tu presencia día y noche, por los hijos de Israel, tus siervos, confesando los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti; ¡yo mismo y la casa de mi padre hemos pecado! Hemos obrado muy mal contigo, no observando los mandamientos, los preceptos y las normas que tú habías prescrito a Moisés tu siervo. Pero acuérdate de la palabra que confiaste a Moisés tu siervo: "Si sois infieles, yo os dispersaré entre los pueblos; pero si, volviéndoos a mí guardáis mis mandamientos y los ponéis en práctica, aunque vuestros desterrados estuvieron en los confines de los cielos, yo los reuniré de allí y los conduciré de nuevo al Lugar que he elegido para morada de mi Nombre."
Aquí tienes a tus siervos y a tu pueblo que tú has rescatado con tu gran poder y tu fuerte mano. ¡Ea, Señor, estén atentos tus oídos a la oración de tu siervo, a la oración de tus servidores, que desean venerar tu Nombre! Concede ahora, te suplico, gracia a tu siervo y haz que encuentre favor ante ese hombre." Era yo entonces copero del rey." (Neh I ,4-11 ).
En los libros escritos tras el exilio del pueblo de Israel (posexílicos) aumentan en número las oraciones personales:
"Dijo: Desde mi angustia clamé a Yahveh y él me respondió; desde el seno del seol grité, y tú oíste mi voz.
Me habías arrojado en lo más hondo, en el corazón del mar, una corriente me cercaba: todas tus olas y tus crestas pasaban sobre mí.
Yo dije: ¡Arrojado estoy de delante de tus ojos!
¿Cómo volveré a contemplar tu santo Templo?
Me envolvían las aguas hasta el alma, me cercaba el abismo, un alga se enredaba a mi cabeza.
A las raíces de los montes descendí, a un país que echó sus cerrojos tras de mí para siempre, más de la fosa tú sacaste mi vida, Yahveh, Dios mío.
Cuando mi alma en mí desfallecía me acordé de Yahveh, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo Templo." (Ion 2,3-10)
(Consultar también Idt 9,2-14; Est 4,17).
Los Salmos
Sin duda alguna, una de las fuentes más hermosas para la oración en el antiguo testamento está en los Salmos. Es tan evidente la riqueza religiosa de los salmos que no son necesarias muchas palabras. Ellos fueron la oración del Antiguo Testamento, en la que el mismo Dios inspiró los sentimientos que sus hijos deben albergar con respecto a él y las palabras que deben servirse al dirigirse a él. Los recitaron Jesús y la Virgen, los Apóstoles y los primeros mártires. La Iglesia ha hecho de ellos, sin cambiarlos, su oración oficial.
Sin cambios, esos gritos de alabanza, de súplica o de acción de gracias, arrancados a los salmistas en las circunstancias y de su época y de su experiencia personal, tienen un eco universal, porque expresan la actitud que todo hombre debe adoptar ante Dios. Sin cambios en las palabras, pero con un enriquecimiento considerable del sentido.
En la Nueva Alianza, el alabamos y agradecemos a Dios que nos ha revelado el secreto de su vida íntima, que nos ha rescatado con la sangre de su Hijo, que nos ha infundido su Espíritu y en la recitación litúrgica, cada salmo concluye con la doxología trinitaria del Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Las viejas súplicas se hacen más ardientes una vez que la Cena, la Cruz y la Resurrección han enseñado al hombre el amor infinito de Dios, la universalidad y la gravedad del pecado, la gloria prometida a los justos. Las esperanzas cantadas por los salmistas se realizan; el Mesías ha venido y reina, y todas las naciones son llamadas para que lo alaben.
En su sentido original, los salmos constituyeron sobre todo una oración litúrgica pero también se utilizaron como expresión de la oración personal (Ps 16; 17; 18; 23; 25). En los salmos aparece la confianza en Dios como el motivo fundamental de la oración (Ps 25,2; 55,24). Esta confianza hará acto de presencia en la alabanza a Dios, en la súplica y en la acción de gracias (Ps 140,14; 22,25 ss.).
Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento destaca la oración del Señor. Como Hijo único de Dios, Jesucristo nos testimonia que está en continua comunicación con su Padre.
Jesús ora en el Bautismo: "Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo," (Lc3,21)
Jesús hace oración en su primera manifestación en Cafarnaún: "De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración." (Mc 1 ,35)
"Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba." (Lc 5,16)
Jesucristo hizo oración en la elección de los Apóstoles
"Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles." (Lc 6,12).
Noches enteras pasa el Señor en diálogo de oración con su Padre: "Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba." ( Lc 5,16)
"Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante," (Lc 9,29)
"En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."" (Lc 10,21 ss.)
Jesús enseñará a sus discípulos que han de orar en todo tiempo.
"Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer." (Lc 18,1).
La plegaria de Jesús pone de manifiesto su confianza filial con Dios-Padre que se traducirá en la familiar expresión de Abba, Padre: "Y decía: "¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú."" (Mc 14,36).
Lo mismo sucede con las diversas peticiones que formula en la oración sacerdotal: "Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: "Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.
Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese.
He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.
Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti.
Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada.
Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad.
Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo.
Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.
No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.
(lo 17)
Jesús hacer oración poco antes de su pasión: "Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: "Sentaos aquí, mientras voy allá a orar."
Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dice: "Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo."
Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú."
Viene entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: "¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil."
Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: "Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad."
Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados. Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
Viene entonces donde los discípulos y les dice: "Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos!, ¡vámonos! Mirad que el que me va a entregar está cerca."" (Mt 26,36-46)
(Consultar también en este mismo contexto Mc 14,32-42; Lc 22,40-46)
Jesús, en su misericordia, eleva su oración a Dios en la petición por sus verdugos: "Jesús decía: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen."…" (Lc 23,34)
Jesús -ante la pregunta de uno de sus discípulos- ha dejado a los cristianos no sólo el modelo de su propia oración, sino también el cómo y la manera de hacerla: "Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: "Señor, ensénanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos."
"Él les dijo: "Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación."" (Lc 11,1-4)
El Señor instruye a sus discípulos para que hagan bien la oración, sin charlatanería: "Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo." (Mt 6,5-10); El Mesías nos enseña a rezar con una postura de humildad, tal y como nos lo señala la parábola del fariseo y el publicano: "Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado." (Lc 18,9-14);
Jesús nos enseña la unión de la fe con la confianza, como requisitos de eficacia para el orante.
“Señor dijo: "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: "Arráncate y plántate en el mar", y os habría obedecido." (Lc 17, 6)
Los primeros cristianos de Jerusalén conservan las horas judías de oración (Act 3,1; 9,10). La 0ración que realizan tiene un contenido de acción de gracias y de alabanza (Act 16,25; Rom 7,25; 9,5; I Cor 15,57; Eph 1,3; 1 Tim 1,17); sin embargo, siguiendo las indicaciones del Señor , la petición ocupa también un amplio espacio (Act 4,24-30; 12,5; Rom 1,9; 2 Tim 1,3). Por lo general, la Oración la dirigen a Dios Padre en nombre de Jesucristo (Eph 5,20), aunque se utilicen también otros modos, como dirigirse directa- mente a Jesús (Act 7,59). Hay una gran libertad en este sentido, aun cuando las fórmulas de la oración litúrgica ejerzan también su influjo en la oración personal,
B) PADRES Y ESCRITORES ECLESIÁSTICOS.
Hay muchas fuentes que nos indican la importancia primordial que tenía la oración en la vida de los primeros cristianos. Los Padres de la Iglesia en este sentido han dejado un rico testimonio de lo que era y sigue siendo cada día la oración para los cristianos.
La Didajé (8,3) (1) al hablar de la oración cita en primer lugar al Padrenuestro, señalando que se deberá rezar de este modo tres veces al día. La oración personal de los mártires se manifestará muchas veces como plegaria de adoración y acción de gracias (2). Las peticiones de las oraciones cristianas se harán también en favor de las autoridades civiles, aun cuando sean perseguidoras del cristianismo (3). La oración en el Pastor de Hermas discurre por los cauces de glorificación a Dios y de acción de gracias (4). S. Irineo trata de la oración como testimonio, y, a veces, la enmarca dentro de un paralelismo con la oración de los profetas (5). También destaca en la oración el sentido -de la filiación divina (6). Tertuliano escribirá un tratado sobre la oración de carácter esencialmente práctico. En su comentario sobre el Padrenuestro, da una serie de prescripciones acerca de la oración y subraya la posición de hijos adoptivos de Dios que los cristianos deben adoptar en la plegaria; finalmente, se extiende en unos comentarios detallados respecto a las horas, lugares y posturas más convenientes para hacerla (7).
Aunque Clemente de Alejandría no compuso ningún libro sobre la oración, encontramos datos y alusiones a ella en sus diversas obras. Así en el Pedagogo podemos anotar una oración -con la que termina el libro- dirigida a Cristo en unión con el Padre y el Espíritu Santo (8). En los Stromata se dedica a precisar en qué consiste la verdadera oración para un auténtico creyente y dice que no está ligada a un tiempo, ni a un lugar, ni a una fórmula. Es un estado que abarca toda la vida y transforma el hombre total (9). El creyente incluye al mundo entero en su oración (10). Finalmente, la 0ración es una contemplación de Dios (11). San Cipriano de Cartago hizo también un comentario del Padrenuestro, siguiendo la misma línea marcada por Tertuliano (12) .S. Juan Crisóstomo refiere en sus homilías algunas consideraciones en torno a la oración (13) y explica con gran precisión las condiciones para hacerla: bien (14).
San Agustín nos ilustra acerca de la oración en una carta a Faltonia Proba (15). Detalla el objeto de la plegaria (16); expone la conveniencia de la oración vocal (17 y el tiempo que se le debe dedicar (18) hace también una bella exposición del Padrenuestro (19) Casiano, siguiendo a San Pablo ya Orígenes, distingue cuatro tipos de oración: peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias (20) y dedica un comentario a la oración dominical (21). La Oración más perfecta para él es la de simple presencia en silencio (22). S. Gregorio Magno hablará de la necesidad de la oración (23); en sus Moralia describe las distintas etapas del alma hasta que llega a la contemplación. Para la importancia de la oración en los monjes.
Los Padres de la Iglesia, los primeros escritos cristianos y las tradiciones más antiguas de la Iglesia nos enseñan que la oración es un tema tan actual hace veinte siglos como el día de hoy.
C) MAGISTERIO DE LA IGLESIA.
El Magisterio de la Iglesia en materia de oración es tremendamente abundante. Baste decir que la cuarta sección del Catecismo de la Iglesia Católica está dedicada por entero a la oración. Sin embargo es oportuno comentar que el segundo Concilio de Orange (en el año 529) se pronunció sobre la necesidad de la oración en los siguientes términos: "aun los bautizados y justificados deben implorar siempre el auxilio de Dios para llegar a feliz término y perseverar en las buenas obras" (1). Posteriormente, el Concilio de Trento afirma, recogiendo "las palabras de San Agustín: "Dios no nos manda cosas imposibles, pero al mandarnos amonesta que hagamos lo que podamos y pidamos lo que no podemos, y nos socorre para que podamos" (2). Inocencio XI condenó la proposición de Molinos que decía: "El que está resignado a la divina voluntad no conviene que pida a Dios cosa alguna. porque el pedir es imperfección" (3).
En la encíclica Mystici Corporis, Pío XII condena algunos errores modernos sobre la oración: "Hay quienes niegan a nuestras oraciones toda eficacia propiamente impetratoria o que se esfuerzan por insinuar entre los fieles que las oraciones dirigidas a Dios en privado son de poca eficacia mientras que las que valen de hecho son más bien las públicas, hechas en nombre de la Iglesia. ya que brotan del Cuerpo Místico de Jesucristo. Todo esto es ciertamente erróneo" (4). Esta misma doctrina, en Un tono positivo, ha sido reafirmada por el Concilio Vaticano II: "el cristiano llamado a orar en Común, debe, no obstante. entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto; más aún, debe orar sin tregua. según enseña el Apóstol" (5). Los cristianos laicos ejercitarán también el sacerdocio común de los fieles a través de la oración (6). Igualmente será un gran medio para conseguir la unidad con los hermanos separados (7).
Notas de los Padres de la Iglesia
1. Didajé (8,3)
2. MarI. S. Polycarpi, 14,3
3. Clemente Romano, 1 Ep. 61,1
4. Visio 3a, 4,2-3; 10,7; Mand. 5°, 1,6
5. Adv. Haereses, 3,6,4
6. (ib. 5,8,1)
7. De oratione, 2; 15; 17; 20; 22
8. Paed. 3,21; 101,1,2
9. Strom. 7,35,1,3
10. ib. 7 ,41,4
11. ib.7,49,4
12. De dominica oratione
13. In Gen. 30,5
14. In Nlatt. 19,3-7; 23,4; 60,2-3
15. Ep. 30
16. Ep. 130,4,9-8.15
17. ib. 130,9,18
18. ib. 130, 10,19
19. ib. 130,14-25.27
20. Collationes, 9,9
21. ib. 9,17-24
22. ib. 9,25
23. In Lc. I; 2,3-6
Notas del Magisterio
1. Denz. Sch. 380
2. Denz.Sch. 1536
3. Denz.Sch. 2214
4. Denz.Sch. 3820
5. Const. Sacrosanctum Concilium 12
6. Const. Lumen gentium, 10
7. Decr. Unitatis redintegratio, 4 y 8
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martes, 27 de agosto de 2013
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