lunes, 1 de julio de 2013

EL ANACORETA Y EL JUEZ SEVERO


Llamó a la puerta del Anacoreta. Se sentía pecador y pasaba el día haciendo penitencia. Dijo:

- Quizá así Dios me perdone y pueda salvarme.

El anciano sonrió, lo hizo sentar y mirándole a los ojos le dijo:

- "Todavía hay demasiada gente que cree que la abnegación cristiana significa renunciar a las mejores cosas de la vida para pagar una deuda a un juez severo del Cielo que tiene derecho sobre nosotros porque hemos pecado y que piensa imponernos un castigo, privándonos de una felicidad a la que, de otro modo, tendríamos pleno derecho".

Se detuvo y añadió:

- Esto no lo digo yo. Lo escribió alguien que dedicó su vida al Señor en un monasterio Cisterciense: Thomas Merton. Y esa imagen de un Dios severo ha alejado mucha gente de la Fe.

Volvió a sonreír y le dijo con ternura:

- Dios no es un juez terrible. Dios es amor. La vida nos trae, sin que las busquemos, las penitencias, las luchas que debemos realizar para salir adelante y para ayudar a los demás. Créeme. Dios es Amor, no un juez severo. Eso no significa que todo vale; que podemos hacer lo que queramos sin preocuparnos. Eso significa, que nuestra penitencia, que el negarnos a nosotros mismos, significa aceptar las dificultades de la vida y luchar para que la de los otros hombres sea mejor. Significa, que el egoísmo, es el verdadero pecado.

Le puso una mano en el hombro y concluyó:

- Todos somos pecadores. Ama a Dios presente en cada uno de los hombres...y te sentirás perdonado. Dios es un Padre, no un juez.

Joan Josep Tamburini

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