"Estaba Jesús una vez orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos le rogó:
– Señor, enséñanos a orar, lo mismo que Juan enseñaba a sus discípulos.
Jesús les contestó:
– Cuando oréis, decid:
Padre, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Danos cada día el pan que necesitamos.
Perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos
a todos los que nos han ofendido.
Y no nos expongas a la tentación.
También les dijo Jesús:
– Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo, y que a medianoche va a su casa y le dice: 'Amigo, préstame tres panes, porque otro amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa y no tengo nada que ofrecerle.' Sin duda, aquel le contestará desde dentro: '¡No me molestes! La puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada.' Pues bien, os digo que aunque no se levante a dárselo por ser su amigo, se levantará por serle importuno y le dará cuanto necesite. Por esto os digo: Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra y al que llama a la puerta, se le abre.
¿Acaso algún padre entre vosotros sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado? ¿O de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!"
El evangelio nos muestra a Jesús orando. Le gustaba orar en el campo, en la soledad. Sus discípulos, cuando querían seguirle, se quedaban dormidos. Por eso le piden que les enseñe a orar. Jesús no les da un tratado teórico sobre la oración. El Padrenuestro, es más que una oración. Es un plan de vida.
Hemos de dirigirnos a Dios como Abba, papaíto o papi dirían nuestros niños de hoy. Hemos de dirigirnos a Dios alabándolo, pero con la alabanza y admiración que un niño siente hacia su padre. Dios no es un juez terrible como se nos ha presentado a veces. Ese no es Dios. Y lo que debemos pedirle empieza por la justicia, que eso es su Reino en este mundo.
También debemos pedir lo necesario para vivir, que todos tengan lo suficiente. Eso significa el pan de cada día. Todo lo que nos sobra, es porque les falta a otros.
Debemos pedirle perdón, porque consciente o inconscientemente, todos hacemos daño a alguien. Las personas que dicen que no se arrepienten de nada, es porque pasan por la vida mirándose a sí mismas y olvidando a los que están a su alrededor.
De la misma manera hemos de perdonar a los demás. Nuestra petición de justicia, muchas veces, no es más que deseo de venganza. ¿Por qué nosotros encontramos tantas excusas para nuestros errores y somos tan intransigentes con los de los demás?
Es así como Dios nos librará del mal. Pero del verdadero mal, que sólo Él sabe cual es.
Jesús, además, da otra lección. Hay que ser constantes en la oración. Las oraciones no son fórmulas mágicas. La oración es un camino que nos ayuda a unirnos a Dios y a encontrar fuerzas para luchar con constancia por el bien. A veces buscamos en la oración momentos especiales, sentimientos y consolaciones...La oración es ese acercarnos cada día, en el silencio, a Dios, aunque no sintamos nada y nos parezca que no conseguimos nada. Un día la puerta a la que llamamos se abrirá. Mientras tanto hemos de perseverar.
Joan Josep Tamburini
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