Aquel joven decía que llevaba tiempo buscando la forma de amar a Dios y no lo conseguía. El Anacoreta le dijo:
- La mejor forma que tenemos las personas de amar a Dios es aprender a amarlo en las otras personas, perdonando sus faltas, comprendiendo sus problemas y ayudándolas siempre. Ese fue la gran lección que nos dio Jesús: A Dios se llega a través de los demás. Amando a los demás, se ama a Dios. Por eso los verdaderos místicos no son personas aisladas y misántropas, sino que se entregan y aman profundamente a los demás.
Joan Josep Tamburini
martes, 9 de julio de 2013
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