Es noticia estos días el posible viaje de San Pablo a España, tema que forma parte de los tratados en el congreso que sobre “Los últimos años de la vida de Pablo” ha organizado el Instituto Superior de Ciencias Religiosas San Fructuoso e impulsado la Facultad de Teología de Cataluña.
Lo primero que se ha de decir es que desde el punto de vista puramente canónico, la posible visita de Pablo a España se presenta incluso como más cierto que el mismísimo viaje de Santiago, pues mientras al de éste no existe la menor referencia en los textos canónicos, el de aquél está perfectamente expresado, al menos a nivel de intención, que eso y no otra cosa, una intención, es lo que expresa San Pablo en su Epístola a los Romanos, escrita desde Corinto hacia el año 56:
“Ahora, no teniendo ya campo de acción en estas regiones y deseando vivamente desde hace muchos años ir donde vosotros, cuando me dirija a España espero veros al pasar [...] Así que una vez terminado este asunto y entregado oficialmente el fruto de la colecta, partiré para España” (Ro. 15, 23-28).
Y poco más adelante otra vez:
“Así que una vez terminado este asunto y entregado oficialmente el fruto de la colecta [se refiere Pablo a una colecta que han hecho los macedonios para los pobres de Jerusalén], partiré para España pasando por vosotros [vale decir por Roma]” (Ro. 15, 28)
Dicho viaje de San Pablo no vuelve a ser referido en ningún texto canónico, ni siquiera en los escritos de su hipotético protagonista, pero la tradición sobre que efectivamente se produjo es muy extensa, tan extensa que no sería errado dar dicho viaje por cierto.
Al mismo se refieren no pocos de los primeros autores cristianos: así San Cirilo de Jerusalén (n.315-m.386), San Epifanio (n.h.438-m.h.496), San Juan Crisóstomo (n.344-m.407). Y por encima de todos ellos, San Clemente (84-97), discípulo él mismo de Pablo, y muy posiblemente el mismo que la historia eclesiástica tiene por cuarto papa de la Iglesia, que lo fue entre los años 88 y 97, quien en su “Carta a los Corintios” que cabe datar del año 96, afirma:
“Después de haber estado [Pablo] siete veces en grillos, de haber sido desterrado, apedreado, predicado en el Oriente y el Occidente, ganó el noble renombre que fue el premio de su fe, habiendo enseñado justicia a todo el mundo y alcanzado los extremos más distantes del Occidente [esto es, España]” (EpClm. 5).
A San Jerónimo (n.345-m.419), aún más preciso que Clemente, debemos la información de que Pablo habría desembarcado en España por Tarragona, donde por cierto, aún se venera el lugar en el que habría predicado. Un menologio (=martirologio, santoral) griego, señala que Pablo habría convertido en España a Xantipa, mujer del prefecto Probo, y a su hermana Polixena.
En la más antigua literatura apócrifa también se registran referencias a la estancia española de Pablo. Así, los “Hechos de Pedro”, apócrifo muy antiguo que bien podrían datar de antes del año 200, con ocasión de la llegada del príncipe de los apóstoles, Pedro, a la capital del Imperio explicita:
“Afirmaba Aristón [el que aloja a Pedro en Roma] que desde que Pablo había partido para España no había hallado ningún hermano del que pudiera recibir refrigerio espiritual” (HchPd. 6, 3).
Luis Antequera
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